viernes, 13 de junio de 2014

Gran Hotel Babylon por Enoch Arnold Bennett

La presencia de unos clientes millonarios neoyorkinos, Theodore Racksole y su hija Helen Nella, en el comedor de un lujoso hotel inglés tiene como resultado un inicio absolutamente demoledor de una trama repleta de ironía, humor e intriga policial en un contexto de choque cultural.

¿Cómo es posible, se pregunta el mundano y decidido Theodore, al que sólo le falta el sombrero de cow boy, que en un hotel de tanta categoría no le puedan servir un Beso de Ángel?

La aristocracia británica y europea frente a la riqueza americana: un duelo que siempre genera disparatadas y cómicas situaciones (recuerden sino las relaciones de Jeeves con los americanos).

El Gran Hotel Babylon, situado en el Embankment, ofrece sus exclusivos servicios a privilegiados clientes, entre los que se cuentan los representantes de la realeza mundial, o sea a la crème de la crème, desde que fuera fundado en 1869 por Félix Babylon, un suizo que gestiona su hotel con la precisión de un reloj, suizo, y la discreción de un banco, suizo.

Conocido, por reyes y princesas, como "donde Félix" el hotel tiene puerta para la realeza y puerta corriente. Tiene al mejor chef, Rocco; al mejor maître, Jules; y a la mejor secretaria, la señorita Spéncer, para ofrecer lo mejor y garantizar el correcto, silencioso y tranquilo funcionamiento en cada ámbito.

Pero este remanso de paz, este pedazo de paraíso en la tierra, ve rota su armonía por la aparición de un cadáver y unos sucesos que tienden al embrollo y al mal gusto de implicar en la trama las dependencias del hotel con los detestables barrios portuarios y las timbas de juego con señoritas de tuteo fácil.

Intrigas políticas, derechos sucesorios, secuestros, desapariciones, y la muerte, ingredientes comunes que generan una combinación improbable pero que se resuelve con ingenio convincente.

Enoch Arnold Bennett
Enoch Arnold Bennett presenta una trama ágil y muy dinámica gracias a una buena dosificación de los distintos efectos tragicómicos. Con medida precisión, suiza.

Escrita en 1902 hay que, como sucede con los vinos añejos, abrirla con condescendencia para poder apreciar convenientemente sus sutilezas y su ingeniosa trama que hace hincapié en los tics sociales de la época.

Por ese motivo es probable que el argumento pueda parecer un poco simplista para los gustos contemporáneos muy distintos a los existentes en el momento de su publicación, pero no desmerece.

Son de esas novelas que hoy son tratadas con ligereza por su evocación a folletín. La fuerte presencia de la novela negra, cada vez más tortuosa, ha ido relegando a un segundo plano estos clásicos de novela policial, que sin embargo resultan muy entretenidos y descongestivos de empachos psicóticos y serial killers.

Estamos ante una lectura ligera y desengrasante pero no por ello obra menor.

Coctail Beso de Ángel
Y por si Theodore se les presenta en casa aqui tienen una receta para preparar un delicioso Beso de Ángel, de las tantas como tipos de beso hay:

Verter una taza de café en el fondo de una copa, encima añadir la mezcla de de 3 onzas de crema de cacao con 1 onza de brandy, coronar con 2 onzas de crema de leche dulce o condensada o chantilly i espolvoree canela por encima.



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