martes, 23 de diciembre de 2014

El recién llegado de Marco Vichi

Un recién llegado lo es aunque
lleve años viviendo allí
Los usureros son vampiros de vidas, luego existen porque existe vida que arrebatar. Los usureros son el último recurso de la desesperación. No deseado. Detestado. Son el hierro candente al que agarrarse cuando bajo los pies no queda suelo y cuando el perder una mano, o el brazo entero, puede resultar más barato que perder la vida. O en el peor de los casos si ella se pierde ¿acaso no estaba perdida de antemano?

Los chantajistas son vampiros de dignidad, ladrones de momentos íntimos y que los chantajistas amenazan con revivir públicamente con toda la malsana intención que ello pueda suponer. Un chantajista nunca queda ahíto, esperar compasión o sentido del honor en uno de ellos es suponer que se puede vaciar el mar con un cubo. Es tarea imposible, cansina e inútil.

La combinación de ambas tipologías, usurero y chantajista, en un solo ser dan un ente carroñero que supone en el seno del grupo social de lo peor que se puede encontrar entre la especie humana.

Totuccio Badalamenti es un ejemplo vivo de ese tipo de espécimen despreciable, bueno, vivo ya no, ya que alguien se ha encargado de apartarlo de la circulación. Clavándole unas tijeras especialmente agudas en la nuca.

El comisario Franco Bordelli que llevaba tiempo tras él buscando la forma de obtener pruebas para enjuiciarlo se encuentra ahora con un caso cerrado que a su vez abre otro, el de descubrir quien lo ha matado y que no le apetece abordar.

Al que lo haya matado habría que darle una medalla y no perseguirlo y arrestarlo. Pero la ley es para todos y él ha jurado cumplirla, por lo que más a disgusto que otra cosa empieza a desgranar su investigación.

¿Están reñidas la compasión y la misericordia con las obligaciones de un comisario de policía?

La novela El recién llegado transcurre entre el 12 y el 31 de diciembre de 1965, y día a día se va viviendo la confrontación entre el Bordelli comisario, con el sentido del deber, y el Bordelli solo persona, con su sentido de humanitaria supervivencia, que ha de decidir cual es la mejor forma de solucionar el caso.

Château Monbazillac
Agradecido de tener amigos con quien compartir una buena charla o una buena comida o como el caso de Rosa, con quien compartir dulzura humana y la del contenido en una botella de El Monbazillac y con quien iniciarse en el mundo de la felicidad inducida (¿acaso no toda lo es?) con unas caladas  de marihuana escuchando sentados, muy juntos, en el sofá las Sinfonías célebres de Rossini.

Mientras el comisario Franco Bordelli pasea su melancolía, su escepticismo social y sus dudas existenciales por calles mojadas, Piras, convaleciente en casa de sus padres, de unas heridas de bala que podían perfectamente habérselo llevado al otro lado de la tapia del camposanto, debe tratar con el suicidio de un vecino y apoyar a los desconsolados familiares incapaces de entender las razones.

Cuando no hay motivo para el suicidio por propia mano tal vez haya que buscarlo en mano ajena y entonces deja de ser suicidio para convertirse en asesinato.

Los diálogos telefónicos entre Piras y Bordelli parecen ayudar a uno y otro en la toma de respectivas decisiones y así, aunque en la distancia, ambos, policías más allá de cualquier duda razonable, harán lo que tengan que hacer.

Marco Vichi, el autor, hace discurrir la novela por el filo de la navaja que separa lo bueno de lo justo y lo justo de lo legal, presentando un caso que a ojos de la gente de la calle tiene claro veredicto pero que a ojos de la ley tiene el veredicto contrario.

Y a su alrededor los recuerdos de Bordelli y la guerra, esa guerra cuyas sombras también alcanzan al joven Piras. Marco Vichi ha conseguido con esta tercera entrega de la serie consolidar definitivamente sus personajes y darles vida más allá del papel.

Tercera novela protagonizada por este comisario Bordelli (nacido en 1910) que cada vez que se ve en el espejo, cada vez que se mueve, cada vez que piensa, se ve, se nota, se siente, mayor.

Tal vez sean las fechas navideñas, en las que la nostalgia encuentra cobijo en los corazones y las mentes de las personas, lo cierto es que ni las luces ni los regalos consiguen animarlo. ¿Para qué sirve la vida?

Aunque disfrutar una buena cena con Bota y sus mejores amigos de siempre es algo que no está dispuesto a renunciar. Ni tampoco nosotros lo haríamos.

Procuren emular esa cena, no tanto con lo comido o lo bebido sino rodeándose de ese tipo de compañía que tiene efecto balsámico y... feliz navidad y mejor año nuevo 2015

Las dos primeras novelas de Bordelli ya se reseñaron en este blog; a esta serie (como todas) es mejor leerla por orden secuencial:

  1. El comisario Bordelli
  2. Un asunto sucio

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