domingo, 3 de marzo de 2019

Cuentas pendientes de Susana Hernández

En un ajuste de cuentas noir
entran varias personas pero
solo sale una.

Saldar cuentas pendientes es algo que ennoblece, es garantía de tener palabra y de cumplir compromisos. Ajustar cuentas pendientes tendría otro significado y todo depende de qué tipo de cuentas sean y de cómo se ajusten.

Cuentas pendientes resuelve la trilogía que protagonizan la subinspectora Rebeca Santana, con Miriam Vázquez de compañera policial y con Malena Montero de compañera sentimental.

Una entrega con mayor énfasis en el aspecto psicológico de los personajes. Ya nos las habían presentado pero es ahora cuando se puede decir que por fin las conocemos.

Y de eso tiene buena parte de culpa el hecho de que el pasado no se quede atrás, sino que, sádico juguetón, se antepone al futuro y lo suplanta. Es en ese momento cuando surge el conflicto emocional y cuando las heridas no cerradas vuelven a sangrar amenazando males mayores que no se puedan curar.

El argumento se desarrolla en varias tramas y pequeñas subtramas en una historia rica, muy compleja y dinámica. Muy policial y muy humana. El destino teje caprichosamente y el tapiz resultante sorprende por inesperado y espectacular a la vez.

Susana Hernández
Susana Hernández no se amilana con los temas y, como en este caso donde la trata de menores es sobre lo que pivota todo lo demás, los afronta en toda su crueldad pero cuida con delicadeza a las víctimas, que ya han sufrido lo suyo, y centra el punto de mira en el culpable, ahí la parte policial, y en la sociedad que lo encubre, ahí la parte negra.

Igual que un maltratador hace lo que hace por el bien de quien es objeto de su ira: quien bien te quiere te hará llorar. Igual que un cura pederasta culpa al demonio que habita en el menor de sus pecados de carne.

La autora sabe contar las cosas empleando las palabras justas, no rehúye mostrar la más abominable maldad pero no necesita luces ya que le basta con las sombras, domina perfectamente el tempo narrativo y consigue unos finales de infarto. Y en esta entrega especialmente.

Cuentas pendientes concluye, y bien podría ser definitivamente, la serie que se inició con Curvas peligrosas y continuó con Contra las cuerdas (ambas reseñadas en este blog: pinchen sobre el título para acceder).

Parece que en nuestros oídos solo quedará el eco del rugido de la Harley y en nuestros corazones el placer de haber compartido las vivencias de unas excelentes profesionales que solo por ser mujeres y por defenderlo y por reivindicar su condición de amar y ser amadas por quien quieran ellas, reciben resquemores y oprobios, cuando no desprecio directamente.

La vulnerabilidad es el olor a sangre para el depredador. Hay que mostrar firmeza aun cuando sea solo apariencia. Mostrar libremente su condición es un derecho de todas las personas, mal que pese a muchos y que hay que seguir apoyando porque solo ha iniciado su andadura y ya hay quien amenaza con romperle las piernas.

Lean esta trilogía y dejen que este tipo de noir con rostro humano les impregne de toda su esencia. Y háganlo por orden de publicación ya que los personajes son sus circunstancias.

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