domingo, 16 de agosto de 2020

No cerramos en agosto de Eduard Palomares

Dándole vueltas a cómo escribir lo mismo de siempre, o sea noir, pero de forma distinta es como salen, a veces, curiosidades dignas de ser tenidas en cuenta. Querer destacar en un ámbito, desear afianzar presencia, demostrar que la falta de experiencia puede ser una buena oportunidad para actuar sin contaminación es el sueño de todo escritor novel y de todo becario con aspiraciones.

Jordi Viassolo necesita, y quien no a su edad, 25, y a otras, ganar dinero y en línea con sus estudios entra a trabajar como becario en una agencia de investigación barcelonesa que se anuncia con un nombre noir total y reminiscencias marlowianas: Private Eye.

Y este es uno de los muchos guiños sembrados en la novela. Una novela sin copiar, solo homenajear, recoge retazos de aquí y de allá, invita personajes de género, coge personas vinculadas al género como figurantes, y busca en casos reales para crear un noir más próximo, más propio de la Barceloneta que de New York.

Un noir que recorre Barcelona de arriba abajo y que recala en librerías, terrazas y bares de la mano de la generación millenial aunque sea con tutor.

Marina del Duque La Duquesa, la jefa, contrata a Jordi para que se ocupe de atender la agencia durante el verano para que los turnos de vacaciones no dejen el lugar vacío y den una falsa impresión de falta de seriedad a posibles clientes. Le pide, le encarga, le ordena que no dé ni un solo paso por su cuenta y que se limite a tomar los datos y que ya lo llamaremos.

Pero estamos en lo que se decía en el primer párrafo y es que Jordi es un becario con aspiraciones y no puede dejar de involucrarse en una investigación, ve su oportunidad de hacerse valer, que tiene como objetivo encontrar a una esposa desaparecida.

La novela luce el desparpajo que propicia la edad del protagonista y sus amigos con los que comparte vivencias y experiencias y aborda el tema policiaco con seriedad y desenfado a la vez. No pretende cargar el excesivo peso de un argumento comprometido en una espalda tan poco curtida y de ahí que toda la trama tenga el relajamiento más propio de una parodia que de una crítica social.

Si bien se permite cierto distanciamiento no se aleja de la obligación moral de toda novela negra y refleja ciertos desajustes sociales como contratos precarios, alquileres abusivos o especulación urbanística que una gran urbe como Barcelona, que parece descaradamente vendida al turismo, arrastra como una losa que amenaza con hundirla en ese mar que la acaricia desde tiempos inmemoriales.

Eduard Palomares pone luz al oficio de detective privado y lo despoja de esas sombras que le confieren aventura y romance para poner al descubierto la realidad de un sector profesional que carece del glamour mostrado en el cine negro que Hollywood exportó con éxito desde mediados de 1930.

Una novela juvenil, ligera y entretenida que, haciendo honor a su título, resulta adecuada para despachar en un par de tardes de agosto.

2 comentarios:

  1. Yo la lei el año pasado y me pareció una novela muy buena. desde luego bastante por encima de la media de lo que se escribe en novela policiaca en nuestro pais. y leo unas cuantas al cabo de año. espero que tenga una continuidad

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    1. Coincido en que será interesante ver si tiene continuidad sobretodo para ver la evolución del personaje.
      Gracias por comentar, saludos!

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