sábado, 26 de septiembre de 2020

Todos nosotros de Javier Menéndez Flores

En España, el paso de la dictadura a la democracia, ese periodo llamado transición, no fue un proceso pautado y plazos de entrega consensuados sino una guerra de guerrillas por una de las dos partes, a veces con armas de verdad, y que consiguió asentarse solo porqué los ojos del mundo estaban fijos en su evolución. En otro momento el paso hubiese sido de dictadura a dictadura y tiro, o disparo, porque me toca.

Todos nosotros es un thriller policiaco de crítica social. En paralelo a los hechos que dibujan la evolución política y social del país, narra la evolución de un siniestro caso de desaparición de chicas jóvenes que se destapa por un atropello fortuito y que se investiga gracias a la tenacidad de uno de esos bisoños policías, Diego Álamo, el Pincel, de la nueva hornada democrática, en una época en la que seguir pistas equivalía a picar mucha piedra: la tecnología estaba aún por llegar.

Todos nosotros se vale de una trama clásica y convencional para desarrollar un thriller social que parece no tener claro en donde se siente más cómodo. Si en las páginas dedicadas a explicar la transición democrática en una policía, vieja escuela, cuyos representantes persisten en utilizar sus métodos y mantener sus privilegios y sus tapaderas o en desarrollar una trama que por momentos es lúcida e interesante como los capítulos que explican la investigación. Los otros, van alternando, los que narran las vicisitudes de Patricia primero y las percepciones psicopáticas del agresor luego, por recurrentes resultan menos logrados.

Una novela ambientada en Madrid en dos épocas; la primera trancurre en ese 1981 con una Movida Madrileña que suscita envidia sana y replicas por todo el país y a un paso de que la mayoría socialista de un vuelco inusitado desde la nueva democracia y se inicie un barrido con más ruido que efecto. Y la segunda en el más cercano 2001 con una inteligente, meritorio trabajo del autor, evolución y substitución de personajes y ambiente que permite un nuevo renacer en el argumento aunque sostiene como eje de la abscisa el caso principal que sostiene todo el edificio.

Un recorrido interanual salpicado de referencias, algunas desconciertan por su erudición, para que el contexto quede perfectamente delimitado: desde objetos propios de una época y reliquias en la siguiente a locales de diversión y alterne, o a canciones e intérpretes que conforman ese retrato social que harán revivir emociones a quienes peinan o peinaban canas y que ilustraran fehacientemente a quienes aún gateaban o ya parvuleaban.


A Javier Menéndez Flores le sale el oficio por las orejas, emplea con soltura los recursos habituales para secuestrar a lectores sin pudor alguno desde la primera página, con un inicio generador de amplias expectativas y se vale de trampas de ilusionista, que a modo de making of se explican en el final, para dar satisfactoria explicación al caso.

Crea unos personajes absolutamente veraces que es lo que da peso al argumento; en el lado bueno predomina el lado humano con sus conflictos, sensibilidades y pasiones, que se contraponen con la maldad inacotable del lado oscuro, totalmente animal, que busca dar satisfacción a sus instintos primarios.

Prosa ligera, directa, fruto de trabajo de escribir y pulir, en la que prefiere los diálogos y las reflexiones introspectivas a las descripciones, con lo que aligera el contenido y consigue mantener en vilo la curiosidad por el desenlace a lo largo de más de 500 páginas. Novela, pues, pasa páginas, que se lee de un tirón y pensada para colmar a aquellos que suelen nadar solo en superficie.

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