miércoles, 29 de octubre de 2014

El ladrón en el armario de Lawrence Block

Bernard Bernie Rhodenbarr es ese ladrón de guante blanco que no acepta encargos, el último le trajo suficientes quebraderos de cabeza como para no olvidar su máxima, pero también es un hombre y de ahí que tropiece dos veces, como mínimo, con la misma piedra.

En esta ocasión el encargo lo deja con la boca abierta: robar unas joyas valiosísimas en casa de Crystal Sheldrake. De hecho la boca la tenía abierta desde antes de oír la propuesta ya que su dentista, que es quien le hace la propuesta, está trabajando en ella: en la boca.

A Bernie le puede una vez más el morbo y la descarga de adrenalina que conlleva el que no haya cerradura que se le resista y de nuevo entra en casa ajena para cumplir el encargo que le garantiza como pago quedarse con el botín integro y una vez más el azar se alía con el infortunio y le prepara a Bernie una trampa pegajosa, como tela de araña, en la que se ha metido él solito y no va a tener fácil librarse.

Esta segunda novela, El ladrón en el armario, desarrolla una trama de similar planteamiento con la anterior y primera de la serie: Los ladrones no pueden elegir, que hace que el acercamiento a la lectura sea reticente por temor a clichés que de hecho se repiten subrepticiamente con la participación del policía Kay, la referencia a la colección de monedas y la destacada colaboración de una atractiva joven que además de buena samaritana es capaz de satisfacer otro tipo de necesidades.

Pero la reticencia pronto se vuelve complicidad al entender que estamos ante un esqueleto argumental que busca precisamente establecer una melodía principal perfectamente reconocible para el lector.

Manteniendo la vivienda habitual en la Avenida Setenta y Tres con la West End y teniendo como ejemplar vecina a la señora Hersch, una anciana capaz de comprender con rapidez y preparar el mejor café de la ciudad, la trama se desarrolla con interesante sencillez.

El ladrón en el armario
Al hilo del título de la tercera El ladrón que citaba a Kipling, es un hecho innegable que los títulos de esta serie de novelas protagonizadas por Bernie Rhodenbarr ya demuestran el sentido del humor de su creador Lawrence Block.

Humor que trasciende el título y sigue presente en toda la trama, ya que la novela trata los robos, los chantajes y los asesinatos como puro divertimento intrascendente sin profundizar para nada en los temas sociales, morales y escabrosos de la novela negra.

Si acaso se permite, en su fina ironía, una sutil crítica a la clase bien estante neoyorkina al mostrar lo superficial de sus problemas y de sus inquietudes inmersos en sus burbujas llenas de veleidades.

Una variante del whudunit ortodoxo que resulta muy atractiva.

Recuerden aquí la reseña de Los ladrones no pueden elegir primera novela de esta serie.

viernes, 24 de octubre de 2014

Broadchurch, la serie de TV

Acantilado mortal en Broadchurch
Broadchurch, pequeña e imaginaria localidad costera del condado inglés de Dorset, situada al sur oeste de la isla, ofrece a la costa francesa, que tiene enfrente, poderosos acantilados cortados en ángulo recto. Peligrosos abismos desde los que una caída resulta mortal.

Y es al pie de uno de ellos, sobre la arena de la playa, donde se encuentra el cuerpo de Danny Latimer, un pequeño de 11 años. El cuerpo muerto de un niño que aún no había empezado a vivir. ¿Accidente o asesinato? y si es asesinato ¿Quién puede matar a un niño?

Alec Hardy (actor David Tennant) es el detective recién llegado a Broadchurch que se hace cargo de la investigación junto a Ellie Miller (actriz Oliva Colman), la detective a la que ha robado el puesto al que aspiraba.

La química entre ambos es soberbia, pasa por toda la gama de relaciones posibles, y los distintos puntos profesionales de vista enriquecen el ritmo narrativo. Sus chispas mantienen el fuego de la trama que enciende la serie.

Él, forastero y desconfiando de todos ante la conocida capacidad humana de hacer el mal; ella, residente y conocedora de todos los habitantes, humanamente preocupada por el resquebrajamiento de las relaciones entre los vecinos.

Danny Latimer en la cornisa del acantilado
Ambos con el claro objetivo de encontrar al culpable cuanto antes, por el bien de la familia y de la comunidad. Por poder enterrar a Danny en paz.

A lo largo de la investigación, que dura meses aunque no haya referencia explícita sobre el paso del calendario, las debilidades de los residentes, sus miedos, sus frustraciones, sus historias pasadas, van punteando momentos de la historia, añadiendo y despejando desavenencias e interrogantes igual que emergen rocas puntiagudas en el mar cuando baja la marea y vuelven a desaparecer en horas.

La filmación y la fotografía de la serie se soporta en planos largos, generando una calma ficticia; buscando un sosiego que no puede hallarse en ninguna parte.

La clara intención de que no solo veamos lo que sucede sino que lo sintamos como lo hacen los protagonistas, se alcanza plenamente provocando la misma sensación de desconcierto por lo sucedido y desesperación por no haberlo podido evitar.

El ojo de la cámara se recrea en los primeros planos mostrando rostros tan inexpresivos como objetos y realza con travellings los paisajes urbanos, rurales y del mar que ofrecen mayor elocuencia que los comportamientos de las personas.

Y con gran habilidad, realza a cámara lenta las escenas de movimiento rápido haciendolas bailar con una música cadenciosa, angulosa y lánguida para explicar que el tiempo fluye a su ritmo por mucho que hagamos para que pase más rápido.

No hay posibilidad de superar el dolor. Si acaso de convivir con él. De aprender a conocerlo y pactar para que añada el mínimo daño posible a la lacerante herida que nunca ha de cicatrizar.

La serie Broadchurch acaba calando hondo; muy hondo. El pesar por la muerte de un hijo solo lo pueden entender quienes lo hayan pasado, pero la serie consigue acercar muchísimo esa sensación al resto de los espectadores. Con respeto, con delicadeza, con amor. Sin hurgar en el sensacionalismo.

Una serie criminal con el enfoque televisivo más cercano a la lectura de una novela que hoy se pueda encontrar. Un caso whudunit a la inglesa.

Donde cada espectador dispone de información suficiente para ir alimentando sospechas y atreverse a apostar por alguno de los múltiples sospechosos.

Resulta extremadamente tentador jugar a detectives en casa como para no elegir culpable.

Un whudunit que evidencia que alguien de la serie no es tan inocente como hace creer.

La opresión a medida que avanzan los episodios va sometiendo a los habitantes del pueblo y a los espectadores a una sensación de ahogo, a una sensación de claustrofobia que necesita rasgar el cielo para que entre el aire.

Y al acabar los 8 capítulos, un final especialmente sorpresivo, por inesperado, y absolutamente desgarrador por lo que supone a nivel de convivencia y traición.

Serie premiada con tres BAFTA y rodada integramente en escenarios naturales en el mismo perídod, julio, que transcurre la seire y a merced de los cambios de tiempo y de temperaturas buscando el máximo realismo en las actuaciones de los protagonistas.

Mientras se trabaja ya en la segunda temporada de Broadchurch, en EEUU se ha estrenado ya un remake con el título de Gracepoint con actores que repiten papel.

Post scriptum: parecería que en esta serie estaba todo dicho pero se ha hecho una segunda temporada reseñada aquí

lunes, 20 de octubre de 2014

El rey de los juegos de Marco Malvaldi

El rey de los juegos es la tercera novela de la serie del BarLume, firmada por Marco Malvaldi, en el marítimo, vacacional e imaginario pueblo de Pineta en la costa de Livorno italiano, y que tiene a Massimo Viviani, el dueño; Tiziana Guazzelli, la joven y bella empleada; y los cuatro abueletes clientes habituales: Ampelio, Aldo, Del Tacca y Rimediotti como protagonistas.

El bar vuelve a ejercer de despacho de investigador privado y lugar donde formular las hipótesis, realizar las pesquisas y elaborar la teoría definitiva para la resolución de un caso que se inicia con un accidente y concluye con un asesinato.

Unas elecciones políticas son algo parecido a la prueba del algodón: los candidatos no solo deben parecer libres de cualquier sospecha sinó que además han de ser inocentes de los malintencionados cargos que se les imputen, ya sean probados o imaginados.

Y no todos pasan la prueba. Y luego pasa lo que pasa.

La trivialidad del argumento criminal de este tercer caso de investigación policial con epicentro en el BarLume refuerza la deriva que tomó la serie en la segunda novela más encaminada a la comedia costumbrista de pequeña población que a la trama policial.

Pero si podía resultar negativo acaba siendo fresco. Y si el lector se acerca a la serie sabiendo en que tipo de bar se mete, no tiene porque quejarse.

Y sea porqué este blog lo pidió al reseñar la primera novela (falsa modestia), sea por decisión del autor, o por consecuencia lógica de la evolución de los protagonistas, hay que agradecer que en ésta, El rey de los juegos, los verdaderos artífices de la investigación e impescindibles sustentadores de la trama sean los cuatro vejetes que en esta ocasión han cambiado sus partidas de cartas por emocionantes partidas de billar (como bien refleja la cubierta; las tres de las cuales muy elocuentes, coloristas y acertadas).

Y aún y así no se aprovecha al máximo las posibilidades de cuatro voces tan distintas entre si y tan ricas en matices y experiencias vividas.

En esta ocasión sus atinadas observaciones sobre los hechos y su afilada lengua sobre los chismes acaban configurando la práctica solución del caso.

También la guapa Tiziana tiene su momento de gloria en la investigación y sus minutos de gloria y de protagonismo particular por una decisión privada.

Marco Malvaldi construye una vez más una novela que entretiene y favorece la sonrisa pero su encorsetamiento localista no le da para seguir inventando asesinatos por lo que o acaba la serie aquí o tendrá que abrir miras para poder mantenerse.

Si no han leído las anteriores y quieren recordar sus reseñas, aquí las tienen, novela vacacional para leer al fresco:





sábado, 18 de octubre de 2014

Lady Killer de Masako Togawa

La novela negra japonesa, no nos cansamos de decirlo, es de otra negrura. Distinta y atrayente como un abismo sin fondo. Requiere otro modo de afrontar la lectura, más pausado y despierto a otras sensaciones. Otras emociones.

De planteamiento simple y cotidiano por lo general, se lee con la naturalidad de lo que, por ser cercano, nos resulta próximo. Y guarda para el sabor final el giro ingenioso y sorpresivo.

Lady Killer es la historia de una venganza. Una venganza abordada cuidadosamente para infringir daño de la forma que pueda dar más sufrimiento al que lo padece; el daño no entendido racionalmente. El daño  sumado al desconocimiento del quien y sobre todo del porqué.

Es una tortura refinada y pensada hasta el mínimo detalle para dar placer a quien la practica. Un placer reposado y sensual. Pensada para proporcionar miedo e impotencia resolutiva a quien la sufre. Un castigo anónimo.

Lady Killer es la historia de una venganza. Un complot urdido para desarmar los mecanismos equilibrantes del comportamiento, para desquiciar a la víctima. Un maquiavélico plan de fuerte componente psicológico y gran resentimiento próximo a la locura.

Honda es un cazador que ha desarrollado sus habilidades para ligar con mujeres solas en las noches de Tokio donde pasa la semana trabajando ya que el fin de semana transcurre en Osaka con su mujer.

Es un ligón circunstancial, inducido por unos accidentes derivados de su matrimonio. No es violento ni agresivo. No fuerza la situación, elige y espera a ser elegido. Es un maestro en el arte de la seducción.

De repente empiezan a aparecer mujeres asesinadas. Mujeres que han tenido relación con Honda. Mujeres con las que ha estado y con las que ha podido dejar rastro de su contacto.

Y éste, acuciado por los hechos, toma consciencia de que su rol de cazador, de mujeres necesitadas de afecto, puede derivar a cazado, por la policía y la opinión pública.

Masako Togawa ha confeccionado esta novela negra como si bordara una preciada ilustración sobre una seda: con delicadeza, femineidad y sensualidad.

La ha estructurado en forma de capas, con diversas voces, donde cada una aporta elementos que explican la parte de los hechos que les corresponde y enriquecen el conjunto al que van cambiando de significado con cada nueva aportación.

Aparentemente algo tan fácil como diseñar un jardín Zen. Pero tan complejo en su significado y tan rico en las sensaciones despertadas como un jardín Zen.

De Masako Togawa ya se comento la magnifica La llave maestra’.

Y hay más reseñas de novela negra japonesa en este blog pinchando aquí.

lunes, 13 de octubre de 2014

La chica que llevaba una pistola en el tanga de Nacho Cabana

Una novela actual, rápida, sorprendente y dolorosa como un gancho al hígado.

Las más que reprobables necesidades sexuales, no solo de violencia extrema no consentida sino en un nivel aún más alto de exclavitud total y anulación como persona para pasar a ser un puro objeto reemplazable, es algo que existe y está aunque no salte a la vista.

La trama de esta novela, La chica que llevaba una pistola en el tanga, es absolutamente actual y desarrolla un argumento que está vivo y culebrea entre varios lugares y varios países y avanza con tanta rapidez como desesperación.

Como lo hace la mente ambiciosa cuando ha cubierto una necesidad y ya está pensando como satisfacer otra. La ambición disfraza los medios empleados para engañar la conciencia y hacer que sus remilgos no interfieran en la consecución del objetivo.

La ambición es ambiciosa.

De ahí que una gran contradicción pueda empezar a partir de un simple viaje en taxi. A la calle Nilo, en una zona suburbial de México DF.

Nacho Cabana escribe una novela muy bien ambientada y documentada, narrada de una forma cruda y descarnada tal como es el mundo que describe y que resulta creíble en todo momento. A lo que ayuda, y de que manera, que las distintas nacionalidades hablen con su propio idioma, y esa voz localista es la que consigue ubicar la ficción en la realidad.

El autor desarrolla unos personajes que evolucionan al compás de la trama y maduran de la forma que solo la vida sabe hacer: a palos.

La novela es oscura como lo son las tramas que en ella arrancan a la vez, que aún empezando en lugares tan distantes como Madrid, México y Múrcia, las tres emes de Maldad, Misoginia y Muerte, acaban por unir sus cauces en una desembocadura donde no faltan ni pólvora ni cuerpos acribillados.

Pedro es un español que emigró a México donde hace de taxista. Está muy enamorado de su mujer Itzel y de su pequeña Olga de 12 años. Y quiere lo mejor para ellas, por eso no le importa hacer horas y horas en el carro e ir a los lugares más peligrosos a cambio de sacar el máximo de plata posible a cada jornada. Y si hay que implicarse en algún chanchullo, pues se implica.

Violeta y Carlos son dos policías que trabajan en Madrid y a quienes encargan un caso de agresión neofascista de violencia xenófoba con resultado de muerte.

Los chanchullos de Pedro, el taxista, en México y las motivaciones del ataque de los dos skinheads en Madrid acaban siendo hilos movidos por la misma mano.

Ninguno de los que salen con vida de la situación salen indemnes en su percepción. Y queda claro que salga la pistola de una sobaquera o de la tira posterior de un tanga, un disparo al plexo solar es mortal.


La chica que llevaba una pistola en el tanga ha sido premio L'H Confidencial 2014. Merecidamente, me atrevería a afirmar.