lunes, 19 de octubre de 2015

Manda flores a mi entierro de Ricardo Bosque

Una cubierta que no honra
su contenido
Las relaciones familiares multigeneracionales, las personales y las profesionales son los vasos comunicantes de una trama divertida, entretenida y negra de esta novela titulada Manda flores a mi entierro.

Arturo Sanromán, inspector de policía con pluriempleo como investigador, recibe el encargo de la acaudalada Mercedes Samper para localizar a su hija con la que rompió relaciones hace quince años. Los motivos que la impulsan quedan sugeridos pero no concluidos por lo que tanto pueden obedecer a reconstruir puentes o dinamitar los restos que aún queden de los que un día hubo.

Esa ambivalencia resulta de lo más estimulante para mentes negras malpensantes como suelen ser las de los lectores de género que nunca descansan.

El inspector Sanromán realiza el trabajo con rapidez y perfección pero, otra ambivalencia genial, a la luz de los acontecimientos posteriores le surge la duda de si cumplió con el encargo o este tenía cola y aún queda trabajo por hacer.

Misma ambivalencia al no saber si Cayetana Tana Marqués es una florista que propicia suicidios para vender más flores o si es una suicidadora que buscó con la floristería ofrecer el servicio completo.

¿Es cierto que de casta le viene al galgo? ¿Se es suicidadora por elección espontanea o por derivación genética?

Una Tana inteligente, aguda, irónica, sobreviviente y hábil conversadora que tanto consigue imponer su criterio en casa como en su negocio, el de las flores y el paralelo, haciendo que parezca que ha sido el interlocutor quien ha tomado la decisión. Una Tana que si conviene deja las tareas de coordinación para pasar a las de ejecución. Una Tana de armas tomar. Una mujer decidida y resolutiva.

Esas ambivalencias y reparto equitativo de protagonismos es una fórmula más que interesante para introducir distintos niveles de lectura y que arma la novela de forma original no desmereciendo en ningún momento y acorde con el prometedor inicio.

Ricardo Bosque
Ricardo Bosque, escritor y blogger, ha construido una novela policial fiel a los cánones pero con un tratamiento sui generis que la hace particular y para nada convencional. Una novela inteligente y sin fisuras a partir de la normalidad cotidiana más absoluta.

Sus personajes y las situaciones por las que transcurren son terriblemente próximos, familiares, extraídos de la realidad y tan bien perfilados que los reconoceríamos ipso facto si los encontráramos por las calles de Zaragoza o puntualmente por las de Tarragona.

No ha necesitado insuflar al inspector de policía de una personalidad compleja resultado de traumas infantiles ni asociarlo a vicios ni dependencias artificiales ni dotarlo de súper habilidades, ni tampoco ridiculizarlo con tics, ni dejes casposos o patrios.

El inspector Arturo Sanromán es normal como hombre, como persona, como hijo, marido, padre y como profesional y se agradece que toda la novela también lo sea.

Argumento, ritmo narrativo y lenguaje son asequibles, fáciles y sencillos, que a lo contrario de lo que parecería resulta sumamente difícil y complejo el conseguirlo. Igual como hacer que la agitación navegue por aguas tranquilas. Y también lo consigue.

El equilibrio entre descripción y diálogos resulta correcto y si bien, algún pero había que buscarle, recapitular forma parte de la confección de la novela policiaca y negra hay que procurar ajustar su extensión y en cualquier caso pecar siempre por defecto.

Un acierto encontrarse con esta novela cansados como estamos de tanto tópico y tanta imitación como si no hubiesen voces autóctonas cualificadas.

Me lo he pasado tan bien leyéndola que voy a procurarme la segunda de la saga y que lleva por título: Suicidio a crédito. De momento no se dejen escapar esta.

martes, 13 de octubre de 2015

Los crímenes de Ardeshir Villa de Kalpana Swaminathan

Gastronomía india y criminal
Imagínense que Miss Marple se llama Lalli y que en lugar de un sobrino escritor tiene una sobrina escritora. Imagínense que en lugar de tomar te en St. Mary Mead, Inglaterra, lo toma en Bombay, India. Y por último que en lugar de entretenerse resolviendo crímenes circunstancialmente lo hace resolviendo crímenes de forma oficial por encargo. Con todo esto tendrán a la protagonista de una serie de novelas policíacas al más puro estilo whodonit de la escritora india Kalpana Swaminathan que evoca, sin duda alguna y por ella reconocido, a la sin par Agatha Christie.

Los crímenes de Ardeshir Villa es una novela policíaca en toda regla y es la primera de esta serie.

Lalli y su sobrina, cuyo nombre no sabremos, son invitadas a pasar un fín de semana gastronómico en Ardeshir Villa, una preciosa residencia campestre cercana al mar, por su amiga Hilla que la ha restaurado y redecorado después de haberla heredado inesperadamente.

El cocinero, que no chef, tiene dos habilidades además de saber cocinar todo tipo de platos; la primera consiste en interpretar los deseos de cada comensal y otra más malévola que emplea para cocinar un plato a medida para cada uno que les retrotrae a un recuerdo del pasado. Para algunos agradable y para otros un secreto inconfesable.

Otros invitados coinciden con ellas, además de la sobrina de Hilla que va a cumplir dieciocho años y el cocinero. También, y sin ser invitada, una lluvia torrencial, que los deja aislados, hace acto de presencia. Y cuando se descubre el asesinato está claro por las circunstancias climatológicas que el culpable ha de ser alguien de dentro de la casa.

Por descontado que Lalli, por su trayectoria como policía ya jubilada y su experiencia en estos asuntos, se hace cargo del caso y ayudada por su sobrina va a desenmascarar al culpable que resulta serlo de más muertes.

Cada uno de los protagonistas, de edades muy distintas, tiene su carisma asociado a su estatus y oficio y su comportamiento social refleja el sistema de castas aún imperante en la India y en la narración se va conociendo su forma de ser y de pensar a través de diálogos con referencia a su pasado. Un fin de semana encerrados por la lluvia da para charlar, reir, enfadarse, amar, odiar e incluso matar.

Así la novela va situando a cada cual a través de su vestuario, su comportamiento frente a la comida, sobre todo los desayunos, su paciencia o impulsividad, su necesidad de brillar o pasar desapercibido y permite al lector formarse una opinión sobre quienes llegaran al final como cadáver y quien será el criminal.

Siendo el eje del encuentro en Ardeshir Villa un recorrido por la historia gastronómica de la India, no pueden faltar descripciones de platos que, si gustan de este tipo de cocina, hacen la boca agua mientras se avanza en la lectura, lo que no sucede tanto con el avance de la trama que tiene momentos de languidez contemplativa propios de la forma de vida oriental.

Nada extraño teniendo en cuenta que la percepción del paso del tiempo transcurre de forma diferente en la India y que la importancia o relatividad de los hechos se mide por una escala muy distinta a la de los occidentales. Es lo que tiene leer novelas de otros países: que hay que empatizar con sus usos y costumbres para poder entrar en la atmósfera de la trama.

Lo que no resulta para nada difícil ya que la autora ofrece información más que suficiente para ambientarse sin excesiva dificultad.


Kalpana Swaminathab
Kalpana Swaminathan hace que la novela esté narrada en primera persona por la sobrina anónima de Lalli y contiene perlas de humor inteligente que enriquecen el relato y una resolución final que no desmerece y que para los seguidores de Agatha Christie tendrá el retrogusto de estar leyendo una obra de la escritora inglesa, con modismos indios y estilo distinto, eso si, pero con la misma esencia y planteamiento.

Pudiendo seguir tomando té y sin echar en falta una didáctica charla sobre diversas clases de veneno con aplicación práctica.

jueves, 8 de octubre de 2015

La misteriosa botella de Petrus de Jean-Pierre Alaux y Nöel Balen

Solo en Francia se podía dar una serie policial que tuviera el vino, sus variedades, sus bodegas, sus viñedos y sus gentes como protagonistas. Si el vino en Francia es una forma de vida, era lógico que tarde o temprano se le diera la vuelta y se convirtiera en una forma de muerte.

La serie La sang de la vigne, La sangre de la vid, tiene a fecha de hoy 23 novelas de las cuales solo dos se han traducido al castellano, entre ellas la que nos ocupa: La misteriosa botella de Petrus; que, secuencialmente, ocupa la novena posición.

Benjamin Cooker es una enólogo de renombre y autor de una exitosa guía de vinos que cuenta con la ayuda del joven Virgilio Lanssien, un buen aprendiz aún en formación y tienen por costumbre no solo poner su nariz en las copas sino también en asuntos criminales por lo que queriendo o sin querer participan activamente en los casos con los que topan y a pesar de la reticencia policial.

El planteamiento argumental de La misteriosa botella de Petrus resulta francamente cautivador y en la línea de novela policiaca más clásica: un anciano es asesinado en su casa, en algo parecido a un crimen ritual ya que se encuentran doce copas, once vacías y una con vino. Petrus para mayor exactitud. De 1940 a primera impresión de Benjamin Cooker.

Petrus, palabra muy, pero que muy mayor cuando se habla de vino. Un vino que trasciende al vino. Un Pomerol excepcional que debe beberse con servil agradecimiento y en honor al santo que preside la etiqueta, con devoción casi religiosa.

Pero a medida que la trama avanza y los asesinatos se suceden, no en balde hay tantas copas expuestas, e intenta volverse compleja para explicar los motivos de tales crímenes y se remonta a la segunda guerra mundial va perdiendo su forma y su compostura como beber sin saborear. Una lástima echar a perder un vino así.

Jean-Pierre Alaux y Nöel Balen, sobradamente conocedores de la cultura vinícola y del jazz, a quienes hay que envidiar por esas razones, derivan hacia el chauvinismo, bien entendido, y dedican más páginas a explicar y elogiar al vino que a tejer la trama criminal. Y en este caso y teniendo buenos elementos: vino, jazz e Historia, el resultado final no está a la altura. No es un vino redondo. Y esto en un Petrus no es aceptable.

En estos tiempos en que la novela negra y policial vende hasta lo que no está escrito resulta curioso ver como esta serie no tiene tirada por aquí; claro que si la leen los lectores habituales del género les va a saber a poco  y si los lectores son bebedores de buenos vinos la cata les resultará igual de insustancial.

La primera novela de esta serie, Muerte entre los viñedos, ya fue tratada en este blog. Pinchen aquí para leer la reseña. En esa ocasión el vino escogido fue un Sauternes, nada más y nada menos que un Château d’Yquem.

Yo aún no he tenido ocasión de probar ni uno ni el otro y para evitar seguir babeando durante las lecturas y poner las novelas perdidas voy a dejar de leer esta serie caso de que se sigan traduciendo.

lunes, 5 de octubre de 2015

Pero hermoso: una historia de jazz de Geoff Dyer

La música es la parte externa que
el instrumento arranca del
interior del interprete
Un descatalogado que ha vuelto a la vida y que no hay que dejar de leer.

Para la mayoría el jazz es esa música que se toca con trompeta y saxofón y que a veces es placida y otras enervante, sin saber muy bien porqué. Para algunos es ruido. Para otros es la música que acompaña las películas de cine negro. Para los menos el jazz es una forma de entender la vida. Para unos pocos es simplemente el camino del que no puedes alejarte. Para los elegidos lo es Todo.

Pertenezcan al grupo que pertenezcan después de leer Pero hermoso: una historia de jazz, cuando oigan una pieza nunca más les va a sonar solo música. No solo por referencia al pasado, ahora que han leído y saben, sino en las sucesivas sesiones que le dediquen porqué después de leer habrán entendido.

El jazz, de normal, nunca comunica igual ya que se mimetiza con el sentimiento y da más presencia a determinadas notas o instrumentos según sea el estado de ánimo con el que lo escuchemos a cada momento. Y no digamos ya si fuésemos intérpretes. Vocales o instrumentistas que ponen mucho de si en el conjunto y todo en el solo.

Después de leer esta novela el universo del jazz, en todo su significado, se muestra desnudo en toda su amarga miseria, despiadado desconcierto y terrible soledad.

Y en toda su grandeza y conmovedora trascendencia. Autodestrucción no deseada para alcanzar la inmortalidad no pretendida.

A través de una road novel protagonizada por Duke Ellington y Harry Carney como hilo conductor, el autor recrea de forma fabulada siete episodios biográficos de los grandes: Lester Young, Bud Powell, Charlie Mingus, Chet Baker, Ben Webster, Thelonius Monk y Art Pepper, y lo hace de forma descarnada pero cariñosa, si es que ambas cualidades pueden ser compatibles.

Todos momentos idóneos para desarrollar tramas de novela negra, todos de enorme dureza vivencial. El jazz puede ser a la vez hermoso como un ragg que canta a la vida y triste como un blues que la despide. Cada cual lo entiende a su modo y los que solo lo oímos o a lo sumo somos capaces de incluso llegar escucharlo a ratos no estamos capacitados para hablar de él sino es para decir banalidades cuando no tonterías.

Geoff Dyer, el autor
El autor Geoff Dyer ha estructurado la novela en tres partes. Dedica la primera, e imprescindible, a la parte narrativa mencionada; la segunda, que a mi modo de ver empaña la anterior, a un ensayo que ayudará a neófitos a contextualizar  y la tercera es, entre biografías y referencias, indispensable a toda obra que se precie que hable sobre música: discografía recomendada.

Empiecen por esta tercera parte, hagan acopio de la música y téngala a mano para ir acompañando la lectura de la primera parte y dejen la segunda parte, aparte (me ha salido muy Marx Bros. pero no tiene nada de contratante).

Hay que lamentar la innecesaria traducción del título que sin referencia a su origen pierde encanto: el título original But Beautiful lo coge del estándar de James Van Heusen (música) y Johnny Burke (letra) de 1947, balada sentida y emotiva, ampliamente versionada y en cuya letra se constata el paralelismo entre el sentido del amor, de la vida y del jazz:

Partitura de But Beatiful
Love is funny or it's sad
Or it's quiet or it's mad
It's a good thing or it's bad
But beautiful

En cualquier caso lo importante es escuchar la música y leer la novela. Y leer la novela escuchando la música.

Y al acabar su lectura no podemos por menos que saber que las cicatrices que nos ha producido nos han de acompañar ya para siempre. Y que nada de lo que ya oímos antes volverá a sonar igual y que todo lo que oigamos por primera vez lo haremos poniendo el oído en modo escucha.

La faceta musical del jazz, la que creemos conocer, solo es la parte externa que el instrumento arranca del interior del interprete.

Enorme respeto por el jazz por favor. Y desde mi ignorancia pido humildemente perdón por intentar postear al respecto.

viernes, 2 de octubre de 2015

Ladrón de ladrones 4

Cuando el guante blanco se tiñe de rojo
Robert Kirkman, el creador de la serie global, ha mantenido en esta nueva entrega al guionista del tomo 3, Andy Diggle, para que revolucionara la historia y cerrara al arco argumental iniciado (recuerden que una de las premisas de Robert Kirkman es ir relevando al guionista en función del tratamiento narrativo que pretende conseguir).

Y si bien Andy Diggle cerró con maestría en la entrega 3 el guión que empezaran James Asmus y Nick Spencer en el tomo 2, no ha salido tan bien parado al cerrar el suyo.

Sin obligación de corresponsabilidad con planteamientos ajenos, solo con ser fiel a si mismo y a su propio guión, Diggle se ha dejado llevar y le ha salido el tomo más violento y salvaje de la serie. Lo cual no es malo en sí pero si lo es el caer en lo fácil y en lo previsible. Algo de lo que esta serie huía como de la peste y lo estaba consiguiendo.

Y también le ha salido el tomo más peliculero y esta subordinación al género grande confiere al cómic el papel de instrumento y no el de un fin en si mismo.

Quienes intuían que esta serie de cómics podía no ser más que un story board encubierto (su estructura de capítulos por arco argumental sería el equivalente a los episodios por temporada), que sirviera de presentación para ser serie de televisión deben estar diciendo aquello de” malo está que diga que ya lo dije, pero que conste que os lo advertí porque parece que la AMC ya está trabajando en el piloto y esto pinta que pronto tendrá más tele adictos que comic adictos.

Claro que todos sabíamos la vinculación de  Robert Kirkman con este mundo, por lo que no es raro que se de ese paso, más bien era el siguiente paso lógico.

Color de Adriano Lucas
Volviendo al cómic, en Ladrón de ladrones 4, lamentamos que la historia desarrollada en este tomo nada, o muy poco, de lo que sucede consiga sorprender y mucho menos despistar. La serie ha entrado en el trillado camino de supeditar el argumento a los efectos especiales y no al revés por lo que ofrece un cómic emocionante y trepidante de absorbente lectura pero poco estimulante por su previsibilidad.

Shawn Martinbrough repite al lápiz (el único que está desde el inicio) y aún manteniendo su estilo sobrio en cuanto a expresiones logra sacarle a Redmond su yo más agresivo y tenso necesario para la ocasión.

La salida de Félix Serrano como colorista substituido por Adriano Lucas ofrece a la serie tonos más oscuros contrastados y una amplia gama de rojos para realzar mejor la rabia, sangre y violencia que desbordan estas nuevas páginas.

A ambos, dibujante y colorista, Shawn y Adriano, hay que felicitarlos por las máscaras de los sicarios de Lola que representan perfectamente ese terror que se encuentra en lo cotidiano. Como los payasos de Stephen King. Son soberbias y fáciles compañeras inspiradoras de pesadillas de terror nocturno.

Venganza y traición son los ejes vertebradores de este tomo de ahí que la violencia sea indispensable. Nadie entendería que no fuera así.

Pero la violencia se ha apropiado de la serie y su empleo para resolverlo todo, en lugar de hacerlo con planes elaboradísimos, ha simplificado el argumento que es ahora más lineal que nunca y avanza a velocidad de torpedo.

Como payasos de Stephen King
Este cuarto tomo enlaza directamente con el final del tercero y manteniendo el tronco le corta las diferentes ramas que como frentes abiertos movían las subtramas existentes y deja la sorpresa de no saber hacia donde irá ahora. Tanto la trama como los personajes.

Estos han de recuperar su lugar predominante que en este tomo se han visto superados por las circunstancias y casi reducidos a ser meros desencadenantes de situaciones sin que lleguemos a conocer cuales son sus verdaderas emociones al respecto.

Se ha desaprovechado a Celia con una aparición tan determinante como decidida como fugaz; a Lola, con un potencial psicológico más que evidente y del que se explica su origen y sus intenciones de forma tan apresurada, como para cumplir un puro trámite, e incluso se ha marginado al hijo de Redmon al que no se le permite exorcizar su conflicto interior.

Ladrón de ladrones es una de las series de la década. Un cómic de lectura absorbente y hay que seguir confiando en Kirkman para que insufle nuevos aires que le permitan mantenerse por encima de la media.

Lean las reseñas de cada uno de los tomos anteriores publicadas en este mismo blog y no se pierdan una de las mejores series del mundo del guante blanco aunque a veces se manche de rojo:

  1. Ladrón de ladrones
  2. Ladrón de ladrones
  3. Ladrón de ladrones