domingo, 29 de noviembre de 2015

Las cuentas pendientes de Gastón Segura

Novela negra de calidad
y de nerviosa exigencia
Reencontrarte con quien fuera el amor de tu vida y al que tu inmadurez te impidió retener es como si la vida te diera una segunda oportunidad. Lo que no sabes es que también es una nueva oportunidad para volverlo a perder y esta vez para siempre.

A veces la vida te sonríe y otras se ríe de ti. Broma macabra que no hace maldita gracia.

Ernesto se ha reencontrado con Raquel, su musa, su amor, su asignatura pendiente y se cree que el tiempo se detuvo cuando lo dejaron.

Fatal error: el tiempo ha transcurrido y el presente es consecuencia de ese pasado que desconoce y que se ha alimentado de inversiones inmobiliarias, desfalcos, intereses bancarios e intereses comerciales, corrupción, nepotismo, blanqueo de capitales y asuntos derivados que suponen un lastre con el que es imposible permanecer a flote.

Hay ajuste de cuentas que afrontar y Las cuentas pendientes sobreviven al paso del tiempo, incluso durante generaciones, si no le liquidan.

A Ernesto Urrutia se le ha helado la sonrisa en los labios. Ha vuelto a Madrid de México, apresuradamente por razones que no vienen al caso, donde vivía como guionista de culebrones y se ha visto envuelto en uno pero no como escritor sino como protagonista. En uno de esos que empiezan en cama y terminan en balacera y entremedias aparece medio billete de 500 pesetas con la cara de Zuloaga. ¿Que papel juega ese pedazo de billete tan obsoleto como la boina que luce el pintor?

Gastón Segura
Gastón Segura ha compuesto una novela donde las palabras fluyen como agua de una ancha boca de riego; tanta cantidad que no da tiempo a beber, ni a tragar casi.

En el chorro de palabras se entremezclan primera y segunda persona del presente de indicativo para explicar lo que ha pasado sin dar tregua ni pausa. Sin dar tiempo a que se enfríe el café.

En la demisuite de un hotel, Ernesto cuenta a dos policías, Javier y Cipri y de paso al lector, todo lo que ha sucedido desde su llegada a Madrid y porqué hoy se encuentra en esta situación, peligrosa, y en este estado, acongojado.

El ritmo narrativo es tan vertiginoso como grueso es el chorro de palabras. Los pensamientos se entremezclan con los hechos, la semántica con la sintaxis y el resultado da una novela negra con una narración tan atropellada como intensa, tan apasionada como visceral.

Una novela negra de factura contemporánea, acorde a los tiempos que vivimos no solo en estructura sino también por la temática y por la negra constatación de que la maldad es parasitaria del dinero.

Mitad izquierda del
billete de 500 pesetas
La estructura de la novela requiere atención y concentración, es un texto de calidad y de nerviosa exigencia y por ese motivo distinta a las habituales. Hay que entender y separar cuando es narración, cuando es suposición, cuando pensamiento y cuando es deseo.

Pero una vez superado el lindar que demanda el primer esfuerzo de comprensión, una vez establecido el canal entre emisor y receptor ya no se puede evitar continuar la lectura hasta el final.
Mitad derecha del
billete de 500 pesetas


Un final que para darse hay que completar el billete encontrando la otra mitad y entender porqué y quién lo rompió en dos.

Las cuentas pendientes hay que liquidarlas y Ernesto sospecha que seguramente costará mucho más que las quinientas pesetas del valor facial del billete pero no sabe hasta que punto va a salirle caro.

miércoles, 25 de noviembre de 2015

Dime algo sucio de Diego Ameixeiras

Oscuridad y de repente un flash de luz que dura unos pocos segundos permite entrever una escena y unos personajes. Fundido en negro y un nuevo flash ilumina ahora otra escena distinta con distintos personajes. Otro fundido y otro flash. Y así va avanzando la novela.

Dime algo sucio es una novela negra que no responde a los cánones tradicionales; no tiene investigación policial aunque tenga sicario, aunque haya habido violación y haya cadáveres.

Los hechos son narrados y expuestos al estilo de la novela negra japonesa y como mucho algunos se explican y otros se dejan a la interpretación.

Una novela negra que lo es por lo que en ella acontece; por sus desmadejados protagonistas, sus ansiedades y sus deseos; por el entorno y el desarraigo. No busca justicia, no persigue denuncia y solo se limita a exponer un fresco social.

Cada capítulo va desarrollando unas vivencias de forma inconexa; breves apuntes que iluminan con mortecina luz vidas que transcurren en paralelo. Cada vida es un mundo y cada vida tiene su propia historia.

Y esas historias simultáneas poco a poco se van entrecruzando para configurar un gran mosaico que al final ofrece una visión completa y por ello una perspectiva distinta de lo que se ha ido contando.

Los personajes viven sus anodinas vidas con intensidad y todos comparten el sueño de remontar ¿no es acaso ese deseo inherente a la condición humana? Cada cual, con su propia escala de valores, determina sus prioridades: sexo, amor, dinero, libertad; todo lo que mueve el mundo y que algunos gozan y otros sufren.

Un vendedor de una tienda de armas con pareja estable que desea alguien más joven para una aventura, una preadolescente que busca una relación con suspense, un taxista ético, unos jóvenes que viven su amor con intensidad, una abuela deliciosamente senil, una joven despechada por el amor de su vida, un fotógrafo casi retirado, un africano que arrastra su manta y el material falsificado como quien arrastra kilos y kilos de frustración y rabia a partes iguales…

Para algunos de ellos la suerte final ya ha sido echada y les ha salido cruz y moriran; los otros han tenido suerte y seguirán vivos ¿o la suerte la han tenido los muertos?

Diego Ameixeiras, el autor, ha decidido quienes deben vivir y quienes no y lo ha contado de tal modo para que sepamos que el desenlace podría haber sido cualquier otro y que incluso nosotros, ajenos al argumento, no estamos exentos de sufrirlo.

El autor ha plasmado realidad en un mosaico costumbrista y le ha salido crudo no por provocar sino porqué la vida, y más en los arrabales de una ciudad, sea esa Oregón que no es otra que Ourense o cualquier otra, es así.

Y lo cuenta con economía de medios, sin palabrería y con los adjetivos precisos que por si mismos contienen frases enteras tal como funciona la poesía y tal como sería si ésta estuviese escrita en prosa.

Es un sentido y hermoso blues urbano.

domingo, 22 de noviembre de 2015

En el país de las sombras de Gilbert Gallerne

En el país de las sombras el claroscuro
es el rey
En el país de las sombras existen dudas, confusión y desapego de la realidad. En el país de las sombras el claroscuro es el rey.

¿Cómo superas el suicidio de tu mujer en vuestra propia casa con tu arma reglamentaria? ¿Cómo lo supera tu hija de doce años?

La ingesta de alcohol hasta perder el sentido cada día no te ayuda a superar nada pero consigue inhibir los sensores que activan los recuerdos y los sentimientos. Pero tu hija no bebe y a su sufrimiento de orfandad no deseada y terriblemente temprana se le une el de verte hundirte cada día un poco más.

Te mueves entre las sombras mentales que te provoca el alcohol con recuerdos de tiempos felices y de proyectos de futuro enterrados. Sentimientos de frustración y de rabia por no haber detectado nada, tú que eres tan buen policía, por no saber, por no poderlo evitar.

Eres Vincent Brémont y estás con tu hija Julia de vacaciones. Lo suficientemente lejos de París como para ganar con la distancia física lo que no se puede ganar con la distancia emocional. Pero no lo suficientemente lejos como para que alguien no pueda turbar esa incipiente paz y remueva todo el pasado.

Todo el pasado. El pasado reciente y uno anterior, tan anterior como para no pertenecer más que a quien lo vivió o mejor lo padeció. Tan ausente que su presencia es notoria.

Eres Vincent Brémont, capitán de la policía judicial de París, un buen policía que fuiste investigado y absuelto por la muerte de tu mujer y vuelves a estar ahora en el punto de mira policial porque el hallazgo del cuerpo sin vida de un hombre cerca de tu casa de vacaciones te vincula de nuevo a ese caso cerrado policialmente pero abierto aún en carne viva. En tu carne y en la de tu hija.

En el país de las sombras todo es confuso e interpretable. Mientras tú lo interpretas desde el conocimiento de tu inocencia, la policía, tus compañeros, lo interpretan desde el procedimiento de causa y efecto y acción y reacción y por eso no les basta que les digas que no tienes, que no tuviste, nada que ver: quieren pruebas. Y se las vas a tener que entregar.

Intuyes una maquinación en todo lo que vas descubriendo pero no obtienes luz sino más y más sombras.

Tienes una semana antes que te acusen formalmente y te encierren. Una semana y serás libre o juzgado y condenado. ¿Qué va a ser de tu hija, sin madre y con un padre entre rejas?

No puedes permitirle pasar por esa experiencia. Debes dejar la bebida y despejar la mente. Debes alejarte del país de las sombras y entrar en el de la luz para poder ver claro y actuar. Ahora más que nunca tienes una razón para seguir viviendo.

Gilbert Gallerne
Gilbert Gallerne ha escogido para el argumento de su novela el vía crucis que le supone a un policía y padre revivir la muerte de su esposa, el lacerante dolor que supone ver vilipendiada su memoria y la lucha personal por resurgir de una hibernación alcohólica. Ha empleado para ello una trama facilona y convencional y por ese motivo previsible pero que ha tratado con solvencia al limitarse a una redacción sin complejidad y a incidir en el componente humano.

Con esta novela ganó en París el prestigioso Premio Quai des Orfèvres 2010 como mejor novela policíaca del año. Pero con los premios ya se sabe: son como los vinos, hay buenas añadas y otras no tan buenas.


La lectura de En el país de las sombras hay que agradecerla a la Librería SomNegra que me la mandó gratis por haberla ganado en uno de sus periódicos sorteos. Síganla en blog y twitter.

domingo, 15 de noviembre de 2015

CSI Cyber

Bluetooh, la conexión inalámbrica,
es el paraiso para un hacker
¿Es usted geek amante de la novela negra y del thriller? Sin duda esta es su serie de televisión. No porqué la tecnología se trate a un nivel friki sino porque es su eje central y tiene todo el protagonismo y eso es para los amantes de la tecnología informática como polen para las abejas.

Aunque es serie también para los seguidores habituales de CSI y cualquiera que disfrute con series de procedimiento policial. Los guiones de serie negra y thrillers catastrofistas están servidos.

Cada episodio es un caso auto conclusivo y en cada caso el instrumento electrónico aparece como víctima o causante de ellas. A veces muchas.

Y detrás hay una mente informática brillante, cibercriminal, capaz de interferir el correcto funcionamiento del instrumento y convertirlo en un obediente pseudo robot que no atiende ninguna de las leyes que instruyera Asimov.

El Malware se introduce en
nuestros programas y los gobierna
Webcams, ordenadores portátiles y de sobremesa, tablets, impresoras, sistemas de alarma, móviles y sobre todo y por encima de todo smartphones, es decir elementos que forman parte de nuestras vidas y de nuestra cotidianeidad pueden, hábilmente manipulados, desde actuar por libre y desnudar nuestras intimidades a la red a convertirse en instrumentos de muerte.

Todos los nombres que muchos identifican, algunos conocen y otros reconocen solo haber oído pero no tener ni idea de su significado se materializan en esta serie con presencia física e importancia capital: algoritmo, antivirus, virus, cortafuegos, freeware, navegador, bluetooh, WiFI, gusano, código fuente, cracker, hacker, dirección IP, malware, módem, dominio, phishing, spyware y muchísimas más.

No es un curso de cibernética aplicada para dummies, ya que lo supera, pero sirve para entender que estamos en un mundo que además de las leyes jurídicas estamos sometidos también a las leyes que la informática ha ido creando y sigue haciéndolo ya que el avance de la tecnología es imparable.

La red tiene más información nuestra
de lo que creemos e imaginamos
13 episodios completan la primera temporada de CSI Cyber que ha resultado ser lo suficientemente entretenida e interesante como para continuar y seguir viendo la segunda.

Y todo gracias al interés que despierta saber lo indefensos que estamos ante ataques cibernéticos; todo lo que sucede es técnicamente factible y por ello resulta tan probable que estremece.

El pero lo pone la interpretación de las personas que ha sido cedida a los elementos informáticos. Actores conocidos (Patricia Arquette que viéramos interpretando a la médium, es ahora la agente especial del FBI Avery Ryan al cargo de la unidad de Ciberdelito) no consiguen hacer creíble su papel y construyen unos protagonistas cliché demasiado rígidos sin aspectos de vida privada y que resultan meros instrumentos para el lucimiento del caso tecnológico de cada episodio.

Si CSI se hizo famosa en su inicio por su meticulosidad forense, esta spin off lo es por tratar de forma forense los equipos electrónicos y, como hiciera la otra, con todo detalle y explicaciones. Siempre hay un gadget informático al que realizarle la autopsia.

La subtrama líneal se sustenta en encontrar al hacker sombrero negro que siendo Avery Ryan una doctora en psicología con consulta propia entró en sus archivos se apoderó de toda su información y asesinó a una de sus pacientes. Avery dejó la consulta y entró en el FBI para impedir que estos intrusismos tuvieran lugar y en su fuero interno espera encontrar a quien le destrozó la vida lo que se resuelve, como no podía ser de otra manera, en el último episodio de la temporada.

El cibercrimen está a una tecla
de distancia
Los hackers sombrero negro son los malos; los sombrero blanco son los buenos. Maniqueísmo con delgada línea roja sobre la legalidad. La red tiene más información nuestra de lo que creemos y cualquiera, un poco avispado, puede hacerse con ella.

Vayan con cuidado con sus palabras de paso y no se tomen eso de la seguridad informática a la ligera. Es un ciberconsejo. Disfruten de la serie.

lunes, 9 de noviembre de 2015

Maldita nostalgia de Juan Luís Marín

Violencia cruda e irreversible
Frases cortas, algunas de una palabra. Párrafos cortos, algunos de una frase. Como respiraciones en estado de agitación, cortas y seguidas. Como puñetazos. Como disparos. Como pérdida de sangre por corte arterial: a cada bombeo un chorro que te acerca al final.

Sabes que avanzas en la lectura porque cada giro de página viene acompañado de un mordisco. Es el propio libro que también busca su venganza: sabe que morirá cuando la lectura llegue a su fin y se resiste como gato panza arriba. Como aquel que sabe que su vida, si lo encuentran quienes le persiguen, valdrá menos que un caramelo de restaurante chino.

Tres hermanos son los protagonistas de esta historia. Ángel es el mayor, Gabriel el mediano y Alex el pequeño. Ángel se fue y ahora ha vuelto, Gabriel sigue pero hay incertidumbre en su continuidad y Alex se ha ido y no volverá.

Las relaciones entre ellos se rompieron siete años atrás y solo la nostalgia actúa de puente y permite que Ángel vuelva y dé el primer paso para el reencuentro. Ángel como un ángel vengador; como un ángel redentor.

La nostalgia reblandece el alma y se inventa justificaciones para encontrar razonable lo absurdo. La nostalgia vuelve blandengue al más pintado. Maldita nostalgia.

Maldita nostalgia es una novela negra rara avis. De las que corren poco, lamentablemente, en este país. Es una novela negra que abordando un tema del que muchos preferirían no saber que existe, pero que existir existe, le sirve de vehículo para construir una venganza donde nadie sale indemne.

Con el incendio de los camiones empezó todo
Una venganza que se convierte en sí misma en escenario y ambiente y en protagonista. Algo que no había visto en novela alguna: todos y cada uno de los protagonistas humanos tendrán sus motivos y razones para participar.

Una venganza que explicita la clase de violencia que mueven los negocios sucios a su alrededor: seca, áspera, dura e irreversible. Violencia personal y violencia social, extorsión y corrupción y por todo eso es una novela muy, muy negra.

Por eso y por que no esconde bajo subtítulos ni subterfugios ni sutilezas el retrato crudo del comportamiento inhumano de quienes se mueven por ese mundo de corrupción asquerosamente podrido que busca el placer y el poder por encima de todo y de todos. Sin importar nada ni nadie.

Dónde la vida humana es un bien. Vale por el uso que de ella se pueda hacer. Por lo que de ella se pueda sacar.

La novela se mueve en un mundo sin concesiones donde todos los protagonistas viven solo para si mismos. Capaces de venderse por nada, capaces de todo por poco, capaces de ser capaces de lo que sea si no hay otra salida.

Juan Luís Marín es el autor
de Maldita nostalgia
Juan Luís Marín ha bordado un guión de cine negro presentado en formato de novela negra. La ha escrito con textos cortos y secos como disparos, como la violencia que muestra, como escupitajos de saliva mezclada con sangre.

Es un estilo propio distinto a lo que se puede encontrar en general y lo conduce con un ritmo narrativo acelerado ya desde el principio y donde las situaciones que se describen no dan tregua.

Es sin duda una muestra de cómo deber ser una novela negra creativa ya que se atreve a combinar y superponer según convenga dos tramas paralelas que a veces se leen como si viésemos dos puntos de vista de una película en una sola pantalla partida en dos mitades. Dos planos de actuación que explican dos historias y cuentan dos finales o quizás solo sea uno. Más no puedo decir. Para saberlo lean la novela. Léanla de todas formas.