jueves, 15 de junio de 2017

Sicarios de Roberto Corroto y Ertito Montana

Sicarios 01: 'Olmito' una aventura en cinemascope.
Los que llevamos tiempo leyendo cómics vivimos enfáticamente la época de los crossover de superhéroes,  en la que los personajes salían de su zona de confort y se liaban a puñetazos unos con otros o, mejor aún, unían fuerzas contra un enemigo poderosísimo. Era la hora de las tortas como apuntaba Benjamin Ben Grimm.

Sicarios es algo nuevo; recupera ese espíritu de la aventura bizarre a estilo pulp y ofrece un crossover de géneros de lectura apasionante por los giros inesperados y muy medidos con los que sorprende y secuestra la atención en cada una de las cuatro entregas publicadas hasta ahora.

Los protagonistas, Phil Anselmo, grandote trozo de pan, divertido y valiente y Riot Girl, menuda, desconfiada y malhumorada capaz de interpretar rápidamente las situaciones y actuar instintivamente, son unos sicarios. Unos asesinos a sueldo a los que no les mueve ni el placer de la violencia ni el dinero sino aplicar su concepto de justicia a quien esté necesitado de ella.

Un aspecto relevante que humaniza su oficio de sicarios y lo acerca al de justicieros.

Roberto Corroto tiene una historia en la cabeza y la va desgranando con el guión de cada entrega; un guión que es igual a acción. Marca el tempo de los acontecimientos mediante diálogos que permiten ir conociendo la personalidad de los dos protagonistas principales e ir conociendo la intención del argumento.

No hay descripciones superfluas, ni subtramas que compliquen el hilo conductor de la historia. Un trabajo de apariencia minimalista pero muy complejo y lleno de referencias y guiños culturales de procedencia multidisciplinar (que seguro que todos, todos, solo los pillan los autores).

Ertito Montana dibuja con un estilo que, aunque a simple vista puede parecer apresurado, muestra el afinamiento de quien borra y rehace buscando siempre el mejor efecto ajustado a la narración. No se corta en emplear viñetas, algo cada vez menos habitual, y a modo de fotogramas llena las páginas encadenando imagen con imagen para crear la atmósfera adecuada en cada escena y los movimientos anatómicos precisos a cada momento de acción.

KoH aplica el color tomado de la realidad; no pretende suplir ni al dibujo ni al texto, no hay exageración ni protagonismo más allá de iluminar correctamente lo que ayuda a visualizar el cómic como si fuera una película en cinemascope.

Sicarios 01: Olmito

Phil y Riot se dirigen a Olmito, en Texas cerca de la frontera con México, para cumplir un encargo. En el pueblo, en medio de la nada, la suspicacia del sheriff les obliga a reajustar sus planes para poder cumplirlo a satisfacción. Serie negra y western en cinemascope.

Esta primera entrega ya da muestras del elenco de referencias que va a mostrar la obra, por ejemplo: se evoca a Acorralado, el lugar de encuentro Elmore’s lleva el nombre del gran escritor de novela negra, que la matricula del Cadillac sea KILL, que el tono de móvil de Phil sea la acelerada canción Cowboys from hell en las estrofas en las que cuenta como todos se esconden cuando ellos llegan a la ciudad y como de rápido disparan y ganan siempre y que la cerveza que se consuma sea Mahou.

Sicarios 02: Colgados en el desierto

Saliendo de Olmito con destino Austin, el Cadillac se queda sin combustible y Phil y Riot siguen a pie hasta una gasolinera cercana. El local parece abandonado pero alguien, una rareza, un fenómeno inexplicable y ominosamente hospitalario está decidido a seducirlos para que se queden.

Asociado a los géneros de road movie y terror inexplicable. Aquí el homenaje es para Lovercraft, para el comic Powers y escenas de Alien 2 y en especial la travesía de Moria de El señor de los anillos.

Sicarios 03: Saint Rose

En su peculiar viaje a ritmo de road movie hacia Austin, Phil se permite la licencia de interpelar directamente al lector, mientras su compañera echa una cabezadita y aprovecha para explicar cómo y donde conoció a Riot y porqué están en lo que están. Escenas de represión, exaltación del sentido de la amistad y lucimeinto de superpoderes en un homenaje al género carcelario y al nombre propio de Tyler Cross y si vemos a los personajes como mutantes, también a la Patrulla X.

Sicarios 04: Lo maté por el yogurt

La llegada a Austin les enfrenta a un nuevo encargo donde la misión, si es que deciden aceptarla (ese guiño a Misión imposible), les ha de permitir desmantelar un laboratorio y centro de distribución de droga que emplea a niños (ese Templo Maldito ,-) dirigido por la Yakuza (con esa lucha a muerte que recuerda que antes hubo el enfrentamiento con los 88 maníacos de Kill Bill) que homenajea al cine oriental de acción de los '70. La planificación del asalto se muestra con otro estilo de dibujo (Darwin Cooke) y la pelea de Phil es un agradecimiento a los videojuegos arcade de lucha.

Un cómic de lectura gratificante y del que ya deseamos saber con qué nos sorprenderá el próximo número. Ansiosos, estamos.

Más información y compra en la web de Zona 00  Sicarios también se publica en la prestigiosa Aces Weekly

De Roberto Corroto ya se reseñó su novela 'Mi novia es un zombi'. Recuérdenla aquí

domingo, 11 de junio de 2017

Rosewood

Rosewood: vegano y metrosexual.
Terminada ya la segunda temporada y con ella el final precipitado de la serie (ya saben que la audiencia y las ganancias en EEUU son implacables y determinantes) es hora de pasar reseña a una serie concebida para pasar el rato y buscar la sonrisa tontorrona.

Rosewood viene a ser como si a CSI se le extrajera todo el envaramiento de sus personajes y su tecnología de ciencia ficción y se le distendiera un poco el ambiente dándole más color populachero.

El Dr. Beaumont Rosewood Jr., Rose (pronúnciese Rosi; interpretado por Morris Chestnut) para los amigos, es un forense adinerado de Miami a quien la policía contrata cuando quiere una autopsia express minuciosa y tecnificada. Rose no es barato pero sabiendo que los fondos de la policía no son ilimitados a veces colabora gratis para no perderse ningún fregado. Aunque nunca sale caro ya que prácticamente siempre es él el que resuelve el caso.

Y es que Rosewood no solo es forense habilidoso, con un equipo de profesionales, prácticamente familia, envidiado hasta por los extraterrestres, si es que tienen forenses, sino que además está dotado, y cómo ¡vaya músculos!, para la investigación y pegado como una lapa a AnnaliseVilla (Jaina Lee Ortiz), la inspectora con la que trabaja, resuelven los casos con más del 100% de efectividad, si ese porcentaje es posible.

La primera temporada de tanteo para lucimiento de cuerpos, el de Rose torso al desnudo y el de Villa con camiseta ajustada de tirantes y pantalones segunda piel, y de sonrisas: a ver quien la tiene más grande, sirve para presentar unos casos de poco calado criminalístico y poca complejidad investigativa.

Tanto es así que todo parece girar en torno a la química entre todos los protagonistas ya sean pareja o estén a punto de serlo. La subtrama líneal recae sobre la muerte del marido de la inspectora Villa que podría haber sido asesinado contrariamente a como se presumió en su defunción.

Rosi y Villa
En la segunda temporada, la posible inocencia de un convicto por quien la madre de Rose, Donna Rosewood (interpretadada por Lorena Toussaint) siente cierta estima mantiene la tensión como trama lineal hasta el episodio 9 y a partir de ahí se inicia otra que tiene la salud del simpático forense en vilo. Y es que Rose sufre una enfermedad congénita que le obliga a llevar estricta dieta y hacer ejercicio ya que su cuerpo, resulta una máquina con obsolescencia programada.

Los trastornos amorosos de Rose y una tremenda decepción con repercusión económica han tambaleado sus convicciones y relajado su ritmo de vida por lo que podría haber acelerado su fin.

Una nueva subtrama se desarrolla en la familia de Villa, su madre tiene sus minutos de fama y también su hermano, un hermano que va a copar la atención hasta el final.
Y por si fuera poco hasta el capitán, el actual, tiene su pasado; como el anterior también lo tuvo y ambos tienen su presente.

Una serie noir para veganos y metrosexuales; una serie donde todos los protagonistas tienen sus minutos de gloria merced a giros argumentales adaptados para tal fin y que representa una clara exaltación a la unidad familiar y al poder curativo y aglutinador que tiene conversar sobre todo lo que le pase a quien sea. La familia unida jamás será vencida.


domingo, 4 de junio de 2017

La trilogía de Lewis de Peter May

Bajo la sensación inquietante que
sugiere el ver acercarse una fuerte
y oscura tormenta.
La isla de los cazadores de pájaros, El hombre sin pasado y El último peón son, por este orden, los títulos que conforman esta trilogía protagonizada por Finlay Fin Macleod.

Lewis es la mayor y más septentrional de las Islas Hébridas exteriores, las más alejadas de tierra firme, un extenso archipiélago de la costa oeste escocesa formado por un centenar largo de islas habitadas y más de cuatrocientas deshabitadas.

El clima de Lewis es áspero y desapacible, casi inhóspito, conformado a base de viento, lluvia y frío. La vida es supervivencia, cualquier otro anhelo es casi inalcanzable. Las opciones de divertirse escasas. El contacto con el resto del mundo mínimo de ahí que la juventud solo desee alejarse cuanto antes de lo que se antoja sufrimiento y aislamiento.

Alrededor de Fin, el protagonista central, se desenvuelven una serie de relaciones sociales que van conformando las subtramas que acaban conectando con el caso policial que se tiene que resolver en cada entrega.

Caso que actúa de detonante para darnos a conocer episodios de la historia de la isla en un alterne de capítulos en presente y pasado que busca, a través de las vivencias de los protagonistas, contextualizar una sociedad que por su vida isleña tiene mucho de nombre propio y poco de nombre común y todo de ancestral.

Conocemos al grueso de los personajes recurrentes desde pequeños, maravillas del flashback, y vamos a ir siguiendo su evolución hacia mayoría de edad y su madurez y viendo como sus virtudes y sus defectos van a supeditar sus relaciones personales y sus dependencias individuales, siempre condicionadas por su ascendencia isleña.

Su relación como amigos, como amantes, como empleados y como rivales se describe con tanta vivacidad que no hay duda que sin no son personajes reales se dan mucha maña en parecerlo.

En cambio si es real el McGuffin que en cada una de las tres novelas sirve de referencia histórica y que son por este orden: la matanza de crías de albatros, los niños recolocados en familias y las piezas de ajedrez encontradas del siglo XIX.

Peter May
Peter May anuda el suspense y la intriga para crear una tipología particular de novela negra articulada. Donde el localismo histórico le permite comparar el tamaño humano con el de las tradiciones y los rituales y todo bajo la sensación inquietante que sugiere el ver acercarse una fuerte y oscura tormenta.

Si bien es cierto que la trilogía va de más a menos, las tres novelas conforman un bello relato vivencial sobre lo que supone pasar de la infancia a la edad adulta, lo que significa conciliar tradiciones y lo que representa.



Reseñas de cada novela por orden de lectura:


01 La isla de los cazadores de pájaros

Un macabro asesinato en la isla de Lewis con una puesta en escena muy parecida a la de otro, acaecido en Edimburgo y aún sin resolver, hace que el detective de policía Finlay Macleod, oriundo de la isla y por tanto de habla gaelica, se desplace para ver si existe correlación.


02 El hombre sin pasado


Los restos momificados de un joven son hallados en una turbera que encoge el paisaje replegándolo sobre si mismo como los recuerdos se pliegan en una mente enferma. La falta de recuerdos son como un paisaje desolado. Finlay es requerido por una familia amiga para resolver el caso que tiene sus razones en un turbio pasado.


03 El último peón


Cuando un extraño fenómeno natural vacía un lago se encuentran en el fondo los restos de una avioneta con un cadáver que retrotrae a una época de la juventud de Finlay Macleod y de otros habitantes de Lewis. La investigación cerrará un caso con consecuencias imprevistas y a su vez despide la trilogía.

jueves, 1 de junio de 2017

Un gramo de odio de Frantz Delplanque

Hay oficios de los que nunca te jubilas.
¿Pesa igual un gramo de odio que un gramo de amor? Para Jon Ayaramandi no, decididamente no: llevar un gramo de odio encima es como cargar una tonelada de peso a sus 68 años de edad, en cambio un gramo de amor le hace levitar como si tuviera veinte años y estuviera en gravedad lunar .

Pero aparte del peso, compaginar simultáneamente un gramo de odio y un gramo de amor, algo a lo que no está acostumbrado, lo hace impulsivo, descuidado y vulnerable. Algo a lo que no está acostumbrado.

Jon Ayaramandi era un frío y meticuloso asesino que vive su retiro voluntario de la profesión en una pequeña localidad costera del País Vasco francés.

Su única pretensión, como cualquier otro jubilado es pescar, beber, escuchar música, tomar el sol, enfin encadenar tantos ratos de ocio placentero como sea posible para conseguir lo más parecido a un estado de permanente felicidad.

Ha sido bueno en lo suyo y nada puede relacionarlo con la treintena de muertes limpias que puede acreditar de ahí que viva dispuesto a disfrutar sin temer persecución ni represalia alguna.

Pero como el título de aquella película de James Bond, El pasado nunca muere y cuando Jon se topa con Burger, un antiguo compañero de oficio, en un café, debería haber anticipado que su visita tendría relación con algún encargo y que con él, una parte de su yo anterior iba a revivir para decidir que la jubilación no responde a una edad sino a una condición.

Y que hay oficios de los que no te jubilas, simplemente te mueres.

Un gramo de odio es una novela negra con una trama muy exigente y arriesgada que sabe integrar la ironía a las situaciones más tensas, consiguiendo un efecto agridulce cuya lectura lleva además a reflexionar sobre temas de calado como los que se establecen en las relaciones humanas.

La novela está repleta de referencias musicales, tal vez demasiadas, de cantantes y grupos poco conocidos y alejados de los circuitos comerciales que supongo deben ayudar a estimular la imaginación durante la lectura, placer que no he tenido ocasión de saborear (ni conozco a la mayoría ni el libro tiene audio para poder compaginar).

Fratz Delplanque
Frantz Delplanque ha concluido una novela negra distinta a las habituales y ha tomado riesgos por lo que no encajará con facilidad.

Así, al conjunto le falta algo para acabar de ser redondo y todo viene de evocar recuerdos del pasado, que diluyen la tensión alcanzada; de profundizar poco en situaciones actuales, que no permiten que la tensión suba y de tratar a los personajes secundarios de forma demasiado ligera usándolos cuando Jon los necesita y no, como debería ser, cuando la trama lo precisa.

Jon es ese tipo de personajes que Clint Eastwood ha sabido interpretar tan bien en tantas ocasiones.


domingo, 28 de mayo de 2017

La gran odalisca de Vivès, Ruppert y Mulot

Acción desde la cubierta hasta
la última viñeta.
Alex y Carole, al final del cómic sabremos cómo se conocieron y decidieron seguir juntas, viven del robo de cuadros por encargo. Pero sus contratistas no se conforman con cualquier obra y así se enfrentan con retos casi imposibles o ¿acaso robar La gran odalisca de Ingres en el mismísimo Louvre no lo parece?

Robar La gran odalisca requiere una cuidadosa planificación que se va diseñando con desparpajo y en medio de otra aventura de idéntico calado o superior.

La complejidad del encargo les hace reclutar a Sam como tercer miembro del grupo y aprovisionarse de material muy específico que compran a su amigo Clarence lo que va a dar lugar a una aventura propia, una subtrama conclusiva tan excéntrica como surrealista, dentro de la trama principal, en la que las tres amigas van a tener que desplegar capacidades que no les suponíamos en una aventura con narcos en México, tal como si estuviéramos viendo una película de acción protagonizada por las mismísimas Ángeles de Charlie.

Dos cómics en uno; dos aventuras totalmente distintas que se complementan para perfeccionar el retrato psicológico de cada una de las protagonistas en medio de una realidad, a menudo exagerada, pero desbordante de emociones y sentimientos.

Robo en el Museo d'Orsay
La obra supone una revisión del género de ladrones de guante blanco, no solo por ser mujeres, desinhibidas y liberadas, las ejecutoras sino por el ritmo non stop, vertiginoso y desenfrenado a todo lo largo del comic más propio de un film de acción que de reflexión como suelen ser las películas de grandes robos, aunque ambas mantengan el suspense hasta el fotograma, o en este caso viñeta, final.

La comicidad, presente a lo largo de toda la obra, va permitiendo liberar tensión y relajar los músculos entre acción, acción y reacción que van sucediéndose con escenas violentas y de fuerte dramatismo, que también las hay, simultaneadas con momentos de confesiones íntimas entre las protagonistas lo que conforma un cómic muy particular y personal detectado ya desde las primeras planchas con el emocionante robo en el Museo d’Orsay a la par que una separación amorosa por SMS.

Y es que las protagonistas son personas de carne y hueso tan independientes como el equipo de la BD que las ha creado.

La pirámide en la entrada del Louvre
Difícil, si no lo explican ellos mismos, saber que parte del guión, que diálogos o que viñetas corresponden a cada uno del equipo que ha elaborado la obra de forma conjunta. Bastien Vivès, Florent Ruppert y Jérôme Mulot son todos padres y madres de La gran odalisca.

Pero es seguramente Bastien Vivès, abanderado de esta nueva generación de línea clara en el cómic franco-belga, quien tiene más presencia o al menos al tener más conocimiento de su obra permite reconocer su estilo de dibujo desdibujado. 

Su economía de trazos, que de tan indefinidos, su sello de fábrica, como tenues y delicados, por lo que, al no entrar en detalles se ve obligado a captar la esencia tanto de la anatomía humana como de fondos y edificios, ya sea en movimiento como en estático.

El guión combina la amistad, las relaciones y los sentimientos con la aventura en su sentido más lúdico y entretenido, así conforma unas escenas llenas de acción y acrobacidad que atrapan enseguida por su ritmo y suspense. Unas escenas llenas de ruido a pesar de ser mudas.

El color a cargo de Isabelle Merlet, muy bien elegido y ejecutado, es perfecto para realzar aquello que el dibujo, por inconcreto, no termina.

Obligada lectura. Ya me lo agradeceran luego.

Ya está publicado el segundo álbum Olympia.