viernes, 10 de noviembre de 2017

Mi nombre era Eileen de Otessa Moshfegh

Una muestra de realismo rural
embrutecido hasta el negro.
Estamos ante una novela de realismo sucio y rural estadounidense, ese movimiento que narra las formas, generalmente miserables, de vida que experimentan personas solitarias o en convivencia con familiares problemáticos, alcohólicos o enfermos, en medios rurales donde no hay otra vida social que no sea el emborracharse en el bar y procurar que nada acabe en violación o aún peor.

La violencia estalla como el trueno de una tormenta y tal como viene se va; la novela no tiene buenos ni malos sino seres vivos a cual más despreciable si cabe aunque no se les pueda achacar toda la culpa: el entorno lo condiciona.

La vida en esos villorrios suele ser no dura sino lo siguiente y por tanto los instintos primarios de supervivencia y el deseo de superar las pobres expectativas escritas antes de nacer condicionan de tal modo la realidad del día a día que decir que la vida es negra es quedarse corto.

La novela, tiene de novela negra, su punto de manipulación, su femme fatale e incluso su crimen pero no parece que sea la finalidad de la novela sino más una consecuencia de su evolución, siempre lineal y siempre hacia delante, y una exteriorización de frustraciones que desembocan en un momento de borrachera de poder que, para quien no lo ha tenido nunca, nubla cualquier razonamiento y el subidón permite asomar el descerebrado que todo ser lleva dentro con acciones a juego.

Estamos ante una novela muy conseguida a nivel vivencial; su apego a la realidad la hace ser minuciosa en la descripción de los personajes, en la de la ambientación doméstica y profesional, en la conformación del entorno y del modo de vestir y de comportarse, en el modo de hablar y de relacionarse.

En Mi nombre era Eileen la trama desgrana la sórdida vida de Eileen que trabaja de administrativa en un correccional, que fantasea con encontrar el hombre de su vida, que acarrea con un padre alcohólico, cuya madre ha fallecido lo que le permite vestir su ropa y su calzado y que sueña con desaparecer del pueblo y renacer en New York.

Otessa Moshfegh
La incorporación de una psicóloga en el centro correctivo tiene la virtud de activar estímulos en Eileen que la inclinan hacia el lado oscuro.

Otessa Moshfegh nos ofrece una muy buena novela, densa y asfixiante. Una muestra de realismo rural embrutecido hasta el negro. Lectura desasosegante que busca conectar con la parte oscura que a todo lector de género se le supone que lleva a dentro poniendo a prueba la capacidad para aceptar y relacionarse con esos lugareños.

lunes, 6 de noviembre de 2017

El castillo de Saint-Chartier de Ivo Fornesa

El hedonismo se instala en
la novela policiaca.
Es una de esas novelas pensadas para entretener, con una trama intrigante y bien estructurada y un enfoque bucólico y pastoril sobre lo bien que se vive en un pueblo, claro que solo cuando se tiene dinero para hacerlo, bien como privilegiado rentista bien comiéndote unos ahorros pensados para tal fin y no como pueblerino nacido y criado en el villorrio y teniendo que criar animales o cuidar huertos para vender producto y sobrevivir. Haga frío o calor las granjas y los campos no cuelgan nunca el cartel de festivo ni de vacaciones.

La idiosincrasia de los habitantes de la comarca, de sus tiendas y cafés y casas de comidas resulta tan placentero y agradable, aunque con sus peculiares rencillas, que más que en Francia se diría que la trama se desarrolla en la Inglaterra de primeros de siglo XX bajo la mirada atenta de Agatha Christie.

El castillo de Saint-Chartier data del siglo VII y está siendo restaurado, sin reparar en gastos, por su flamante propietario Carlos Shennan, un millonario argentino con un desarrollado gusto por la historia y el arte.

El día fijado para que el castillo abra sus puertas y muestre su rostro remozado con una gran fiesta y muchos invitados se comete un asesinato que trunca los actos previstos e instala un sentimiento de pesar y de sospecha del que Laurent de Rodergues, el forastero que acaba de instalarse en el pueblo, se hace anfitrión; lo que le exige investigar el crimen para demostrar su inocencia en un papel de detective aficionado que no se le da nada mal.

Ivo Fornesa, el autor de El castillo de Saint-Chartier
Ivo Fornesa elige un modelo de desarrollo argumental que recuerda afectuosamente al empleado en la edad de oro de la novela policiaca británica sin olvidar la lista de dramatis personae al principio y dedicar un capítulo a cada sospechoso.

El lenguaje es educado y respetuoso y se diría que hay mucho de él, de lo que piensa, de lo que sabe y de lo que ha vivido, en esta novela; no en vano es el actual propietario del castillo de Saint-Chartier donde transcurre la acción y también tiene familia asiática, personal de servicio y atesora eclécticas colecciones de objetos diversos en sus dependencias igual como lo descrito en la novela, aparte de tener una biografía de aventura que ya quisieran para sí muchos personajes imaginarios de cualificados thrillers.

Leer la novela deja el sabor y el aroma del pan recién horneado en piedra con leña mientras se corta queso para que se vaya derritiendo sobre las rebanadas y se degusta el vino decantado previsoramente un rato antes. Hedonismo para que te quiero!

Una novela pues para ser degustada sin prisas. Sin otra pretensión que pasar un rato satisfactorio y vaya si lo consigue: Vive la France!

miércoles, 1 de noviembre de 2017

El soborno de John Grisham

Un thriller de autor.
Hace muchos años leía a John Grisham, soportando pullas ¿lees best-sellers? ¿por qué? me entretiene respondía yo más por educación que por justificación. En efecto me gustarme sumergirme en su lectura absorbente, me emocionaba la lucha desequilibrada del bien contra el mal y me entretenían sus vericuetos legales para sacar adelante los casos judiciales. Era la versión 2.0 del Perry Mason de Erle Stanley Gardner publicado por Molino e interpretado en blanco y negro por Raymond Burr.

Después de bastante tiempo, he vuelto a leer un libro de John Grisham, El soborno, movido por la curiosidad de en qué andaba ahora este autor y veo que sigue igual.

John Grisham se mantiene fiel a su universo y por tanto fiel a sus lectores.

Los que se acerquen a El Soborno se encontrarán con un thriller de autor.

Ritmo rápido, descripciones las justas, personajes maniqueos y por sus actos los conoceréis, diálogos que van al grano, documentación exhaustiva y un dominio de los protocolos de investigación policiales y del FBI y de las prácticas judiciales para arropar un argumento que despliega asesinatos, perjurio, corrupción, blanqueo de dinero y prevaricación.

Lacy Stultz y Hugo Hatch son dos abogados e investigadores de la Comisión de Conducta Judicial (CCJ) que recogen denuncias de malas praxis de jueces y dictaminan, previa recolección de pruebas, si procede o no elevarlas como acusación formal.

Por eso cuando Ramsey Mix, un abogado, les comunica que tiene información sobre una conducta judicial dolosa y que está dispuesto a firmar una demanda formal acuden a su encuentro para recabar información y datos que les permitan abrir un expediente. Lo que no suponen es que la investigación no es sobre una persona sino sobre toda una banda de delincuentes.

John Grisham un autor
fiel a su universo y a sus lectores
La trama transcurre en Florida, en tierra Tappacola, una tribu de indios Semínolas, que regentan casinos en zona con reconocimiento federal lo que convierte dicha zona en una nación en sí misma al dictado de sus propias leyes.

Territorio vedado para investigadores y policías ajenos a la tribu excepto si media delito federal.

John Grisham estructura el argumento de forma académica y las tres partes, introducción, nudo y desenlace están claramente diferenciadas. Del mismo modo que se muestra inflexible en dejar constancia de sus principios morales destacando el rechazo a la pena de muerte y la exaltación de la integridad.

Un thriller de autor con sus virtudes y defectos y una novela que una vez empezada te obliga a llegar hasta el final.

domingo, 29 de octubre de 2017

Los crímenes de la Academia de Louis Bayard

Edgar Allan Poe involucrado en
una investigación de asesinato.
En otoño de 1830 la Academia Militar de los Estados Unidos conocida coloquialmente como West Point está en entredicho: los valedores de su existencia ven como los detractores, los que quieren abolirla, ganan terreno al contar con la inesperada ayuda del Presidente de la nación.

Cualquier sonido desafinado puede precipitar los acontecimientos y cualquier ruido puede suponer la desaparición, de ahí que cuando aparece un cadete colgando de un árbol y luego su cadáver resulta profanado, los mandos de la institución deciden contratar a Gus Landor, un ex-detective de la policía neoyorkina que ahora reside, retirado, cerca de la Academia, para que lleve a cabo una investigación intramuros discreta y eficaz.

Gus elige a un cadete, que no es otro que un joven Edgar Allan Poe, para que sea sus ojos y sus oídos allí donde él, por su condición de civil, no tiene acceso.

Y la investigación adquiere un lirismo curioso al realizarse al alimón entre dos almas con fuerte personalidad, atormentadas y solitarias.

Los crímenes de la Academia es una novela policíaca de gran calado que reinterpreta las líneas maestras del género para aprovechar al máximo sus posibilidades y no duda en saltarse alguna.

El resultado es una obra muy inteligente, muy original y muy intrigante que sorprende más allá del final: cuando el lector ya no espera más sorpresas.

Louis Bayard
Louis Bayard el autor, novelista de notorio recorrido periodístico, ofrece un brillante trabajo al relatar los hechos a modo de diario de Gus Landor al que intercala memorándums correspondientes a las investigaciones y opiniones de Edgar Allan Poe y lo hace imitando la particular forma florida y onírica de escribir del maestro del misterio.

El resultado es una lectura que sorprende y maravilla a la vez que requiere de atención, adecuar el estilo narrativo a la época puede suponer un esfuerzo adicional de atención para no perder detalle y disfrutar del registro de cada voz.

La combinación de hechos históricos, los pertenecientes a la biografía de Edgar Allan Poe, con unos hechos ficticios que bien podrían ser verídicos, y más propios de la imaginación del padre de la novela policiaca, por su aspecto oscuro y macabro, logran un equilibrio fascinante.

Una novela que va creciendo hasta agigantarse. Para disfrutarla en cada párrafo. Incluido el del acertijo:

RO
HA A
O VEN T
EN V

¿Se atreven a descifrarlo?

domingo, 22 de octubre de 2017

Un pequeño favor de Darcey Bell

Hacer "Un pequeño favor"
conlleva una gran responsabilidad
Tener secretos significa no contarlos nunca. Si se cuentan ya no es un secreto y quien ahora lo conoce lo atesora como un capital a largo plazo, una inversión de la que, en algún momento, esperará cobrar su rentabilidad.

Todos tenemos secretos. Y que todos deberíamos tenerlos ocultos es algo que tanto Stephanie como Emily aprenden pronto.

Stephanie es una Mami blogger que escribe en su blog lo que quiere que sus seguidoras lean y oculta todo aquello que pudiera distorsionar la imagen que se ha creado. Es una Capitana mamá porqué vive para y por su hijo  pendiente de todo, sufriendo por todo y cuando consigue una Amiga mamá, su aspiración casi enfermiza, su vida tiene otro eje sobre el que girar.

Su nueva amiga es Emily, una mujer que parece tenerlo todo en la vida y que resulta ser además la madre del mejor amigo de su hijo. La relación entre ellas es armoniosa y cada vez más cercana hasta que un día todo cambia.

Lo malo sucede el día en el que Emily le ha pedido que recoja su hijo ya que llegará tarde del trabajo, el tarde se convierte en muy tarde y al final desesperadamente tarde y cuando no contesta ni a llamadas ni a mensajes la sospecha que tal vez no vuelva nunca más se torna tangible.

Es el momento en que la vida de color de rosa y las autocomplacencias se vuelven suspicacias teñidas de gris.

Darcey Bell
Darcey Bell incursiona en el mundo literario con un domestic thriller, un puro ejemplo del chick noir, una novela en la que los protagonistas pueden ser cualesquiera de nosotros o de nuestros conocidos y aunque por el argumento encontrará rápida complicidad con las lectoras tendrá también conexión con los lectores.

En la novela, escrita con la afabilidad con la que se escribe en un blog, la autora aúna las voces de Stephanie como blogger, empleando la técnica del narrador no fiable y clavando el empalagoso redactado, y las de, otra vez Stephanie como narradora directa, Emily y Sean, esposo  de ésta, que aportan los otros puntos de vista para conocer la historia en sus 360 grados.

La autora conforma un argumento maquinado a partir de la premisa premio y castigo; así alterna a discreción revelaciones que coinciden con lo esperado por los lectores con otras que aún, mereciéndolas más, no las concede en un juego perversamente manipulador de giros y requiebros que van dando interés al asunto desembocando en un final en el que cada cual deberá cerrar sus ventanas.

La novela, de lectura liviana, es un claro ejemplo de condescendencia positiva que empatizará con los lectores. Hacer un pequeño favor a un conocido es algo que todos hacemos casi a diario pero después de leer esta novela nos lo pensaremos dos veces.