viernes, 30 de noviembre de 2018

Creepy (Escalofrío) de Yutaka Maekawa

Cada cual en su casa
y la maldad en la que pueda entrar.

La maldad que se ve es la que se manifiesta si ejerce dolor físico, pero también existe la maldad invisible y es la que supone agredir y dominar psicologicamente a alguien. Cuando eso sucede la persona sometida reduce su vida a la de un simple títere. Sigue con vida, sigue consciente, pero pierde la capacidad de decidir y sufre. Sufre lo indecible.

En la sociedad digital actual hace mucho tiempo que las relaciones con el vecindario se reducen a un ligero contacto visual y a unas frases hechas. Normas de cortesía forzadas que si se pudieran evitar se evitarían. La gente tiende a aislarse y no desea que nada ni nadie interfiera en su mundo.

Las relaciones humanas, en la época en que es más fácil establecerlas, se están perdiendo. Incluso con los amigos y los familiares. Poco contacto físico y contacto telefónico substituidos por whatsapps y otros mensajes de texto.

No es de extrañar pues que pueda desaparecer una familia sin casi levantar sospecha; que pueda alguien suplantar una personalidad distinta; que pueda alguien extorsionar alguien más débil.

Cada cual en su casa y la maldad en la que pueda entrar.

Takakura vive con su mujer en un barrio residencial de Tokio. Es psicólogo criminalista que trabaja de profesor en una universidad y que tiene alguna fantasía con una alumna de la que es tutor en su trabajo; un día Nogami contacta con él, un antiguo compañero de colegio y hoy inspector de policía, para que le ayude a entender un caso pendiente de resolver acaecido hace años.

Un matrimonio y su hijo desaparecieron sin dejar rastro y ahora su hija, que e libró del suceso por estar aquel día ausente, aporta nueva información. Nogami pide a Takamura que le ayude a estructurar los nuevos datos y poder perfilar la naturaleza criminal de quien fuera que hiciera lo que hizo.

Los años transcurridos desde aquel caso pasan como un suspiro cuando de nuevo se suceden asesinatos y tenebrosos misterios.

Sin sospecharlo, Takamura y su mujer van a participar de una investigación que va a alterar sus vidas y va a inquietar sus corazones. Una investigación que va más allá de localizar a un culpable y detenerlo.

Yutaka Maekawa
Yutaka Maekawa compone un thriller propiamente japonés. Donde ser educado y respetuoso marca la diferencia entre comunicar unas sospechas o no hacerlo; donde tomar unas decisiones tiende a provocar desastres y donde la reflexión puede explicar hechos aparentemente imposibles.

Creepy es novela negra japonesa, ya saben: de evolución lenta pero sin marcha atrás. Como una mecha prendida.

De lectura pausada, a veces irritante, a ojos occidentales, por la poca capacidad de reacción que muestra el protagonista, anodino y de monótonas rutinas, a veces confusa por giros que poco parecen aportar y ralentizan, aún más, el ritmo. Aunque todo tiene su razón y su motivo y es al final, cuando las piezas encajan, cuando todo tiene su explicación.


Hay más reseñas de novela negra japonesa en este blog. Pinchen aquí para ver la lista. Y si aún no la han probado ¿a qué esperan?

domingo, 25 de noviembre de 2018

Las mujeres de Bletchley (The Bletchley Circle)

Femicidios y denuncia del machismo
y patriarcado.

Durante la II Guerra Mundial, Bletchley Park fue el Cuartel General de Comunicaciones del Reino Unido, un centro operacional dedicado a descifrar mensajes cifrados por los nazis. Allí, por ejemplo, fue donde Alan Turing y su equipo consiguieron entender Enigma con el consiguiente impacto favorable a los aliados.

La serie Las mujeres de Bletchley (The Bletchley Circle) se centra en cuatro mujeres que por aquel entonces trabajaron allí de forma brillante y que ahora, mediados los ’50, con la guerra finalizada e intentando la sociedad volver a la normalidad con los hombres habiendo recuperado el protagonismo, viven vidas anodinas e insatisfactorias.

Hasta que una de ellas, para la que sus procesos cognitivos van a velocidad de vértigo y le son tan indispensables como respirar, cree ver un patrón geográfico de comportamiento en una serie de asesinatos de mujeres, cuyos cuerpos se están encontrando en distintas zonas de Londres, aparentemente sin conexión alguna ni entre los lugares ni las víctimas.

Ante el escepticismo de Scotland Yard no duda en contactar con sus antiguas compañeras que, tan ávidas como ella de poner algo de emoción a sus vidas y ayudar a evitar más femicidios, no dudan en aportar sus aptitudes y sumarse a la investigación.

Bajo el inocente motivo de encuentro como es la creación de un Club de Lectura, Susan, Millie, Lucy y Jean van elaborando hipótesis a partir de los análisis de la información que consiguen como hicieran al descifrar los códigos del ejército alemán.

El resultado da una miniserie de 3 episodios para este primer caso y una segunda temporada con dos nuevos casos de dos episodios cada uno.

El reparto lo conforman actrices y actores muy convincentes en sus papeles: Anna Maxwell Martin, Rachael Stirling, Julie Graham, Sophie Rundle, Mark Dexter, Hattie Morahan, Faye Marsay, Michael Gould, Steven Robertson y Nick Blood.

Una serie negra, que trabaja el misterio como una serie policiaca y el suspense como un thriller y que demuestra, como suele ser habitual en la BBC, que en esto del costumbrismo criminal los ingleses son los verdaderos especialistas y es que el misterio y la amenaza, como los asesinos, siempre son vecinos de alguien.

La serie desarrolla tres interesantes casos de intriga y denuncia el ostracismo al que los medios y los libros de historia sometieron a las mujeres que tuvieron un papel activo y fundamental en el modo en que evolucionó la contienda.

Las mujeres no solo fueron víctimas durante la guerra, habría que decir todas las guerras, sino también después: al quedarse sin trabajo, al tener que vivir bajo la opresión y violencia masculina, “sucede a menudo”, y a verse recluidas al triste papel de ama de casa sin aspiraciones ni intelectuales ni políticas. Este es el aspecto de fondo cuya denuncia es elocuente.

Serie policial, de intriga y espionaje, reivindicativa y de fuerte contenido sociológico que ofrece diversos niveles de lectura. Más que recomendable.

domingo, 18 de noviembre de 2018

En blanco y negro de Prado G. Velázquez

La lectura se convierte en algo tan visual
como un film noir americano de la dorada
época del blanco y negro.

En las décadas ’40 y ‘50 la novela negra americana, y por extensión el cine negro, tenían por protagonista único e indiscutible al hombre, encarnado en un detective privado. La mujer, o dulce esposa abnegada o femme fatale rompe corazones y hogares, de final fatale. Ambas comparsas sometidas al inseguro carácter masculino siempre veleidoso.

Mujeriego, alcohólico o casi, fumador, solitario, amargado, eterno paladín de la lucha contra el mal y en pro de la justicia. Un caballero sin más armadura que una gabardina y con la ironía como principal arma antes que puños y pistolas.

En blanco y negro es una novela ambientada en esa época. En la época dorada del noir americano. Y es típica del género pero sin caer en los tópicos o aun haciéndolo es capaz de darle un giro para que la lectura no sepa a más de lo mismo.

En primer lugar lo logra proponiendo a una detective privado en lugar de a un. Esto que hoy nos parece normal no lo era para nada en la América de esos tiempos; ni en la real ni en la ficticia impresa en pulp.

En segundo presentando una trama que va ofreciendo diversos reflejos según le dé la luz con una magnífica y melodramática puesta en escena final, digna del mejor film. Que sea poliédrica ayuda mucho, de ahí el mérito al componerla.

Y en tercer lugar lo consigue gracias a su preciso redactado, a su dominio del lenguaje y a un laborioso proceso de documentación que hace creíble lo que, no siendo real, bien hubiera podido ser.

Rachel Bladovich, para el oficio de detective R. J. Bladovich de la quien dice ser esposa y ayudante, es una ex-policía a quien le pudo la honradez y el cuerpo, el de policía, se lo agradeció quitándole el peso de la placa. Viste a lo Hepburn, es rebelde, bocazas, no como soplona sino como incontinente verbal de pullas, legal con quien lo merece y lesbiana.

Un rico empresario del mundo automovilístico que está siendo objeto de chantaje acude al despacho para que descubran el entramado. Desde el primer momento hay algo que no huele bien en el asunto pero el dinero es un magnífico desodorante y Rachel no va a tardar en comprobar que los cadáveres huelen peor metiéndose en una investigación que, como la vida, le viene un poco grande.

Rachel lo cuenta todo en primera persona, no podía ser de otro modo, y demuestra un sentido del humor contagioso, aún en circunstancias extremas. Que las hay: no se olviden que estamos ante una novela negra como las de antes, donde una vida vale pocos centavos.

La lectura se convierte en algo tan visual como un film americano de la época. Glorioso cine negro en blanco y negro. No falta ninguno de sus ingredientes y es una verdadera gozada revisitar sus señas de identidad y sus recovecos desde un punto de vista atípico.

Y es que la detective Rachel comparte con sus homónimos masculinos el gusto por meterse en líos, por el alcohol y especialmente por las mujeres.

Prado G. Velázquez
Hay ocasión de recordar y homenajear a grandes de Hollywood como Katherine Hepburn, Gene Tierney, Joan Crawford y Veronika Lake; a las productoras, las majors, y a los castings. También hay un sentido recuerdo por La Dalia Negra y un guiño a una escena de La ventana indiscreta del gran Hitchcock.

Prado G. Velázquez escribe de modo que las palabras se convierten en imágenes. Echa mano a recursos literarios con habilidad, alternando acción con reflexión y diálogos con monólogos para acelerar y desacelerar la trama y demuestra un dominio de la ironía y del humor rebelde que hacen que En blanco y negro sea una apología de la novela negra clásica, esa en la que el cinismo se disparaba a ráfagas. Léanla sin dudar siquiera ni un ápice.

jueves, 15 de noviembre de 2018

Nunca bombardees Pearl Harbor de Javier Hernández Velázquez


Tercera edición ya de una gran novela.
Los japoneses aprendieron tarde y dolorosamente que su gran victoria en Pearl Harbor no fue sino el principio de su más devastadora derrota. En una batalla todos pierden algo pero alguno más y otros incluso todo.

Hay una excepción y es el hierático personaje, El Hombre sin Nombre, que encarna Clint Eastwood en la Trilogía del dólar de Sergio Leone y es que él no tiene nada que perder. Tal vez por eso fue por lo que cuando Eastwood empezó a dirigir le dio más protagonismo a sus personajes que a la acción. Sin temor a perder no se puede querer.

Y Mat Fernández, que quiso, que quiere y que seguirá queriendo, sabe que en la guerra que está a punto de entrar seguro que perderá a alguien o a algo.

Mat Fernández es el detective privado canario que acepta investigar la muerte de un chaval en Barcelona. Un caso de violencia en el Raval. Uno más.

A Mat la vida se ha empeñado en ofrecerle, mediante este caso, respuestas no deseadas a preguntas que nunca se formuló. Reencuentros con fantasmas del pasado que no se cubren con sábanas pero si arrastran cadenas; de recuerdos, de ausencias y de incertezas.

En el mundo del hampa existen los hampones, los rastreadores y los capos. Los primeros son prescindibles, los segundos son ejecutores y los últimos son dirigentes. Tan dirigentes que no solo dirigen a los segundos sino también otras empresas solventes y políticamente correctas para aumentar el poder y el saldo propio y de otros. Que tu mano izquierda no sepa que hace la derecha aunque ambas estén gobernadas por el mismo cerebro. Corazón no hay.

A Mat Fernández entrar en guerra con esa gente no le ha resultado difícil, salir de ella indemne si se antoja complicado. Gente que no se detiene ante nada, que no muestra atisbo alguno de sentimentalismo. El dinero no entiende de eso. Y a Mat le importan las personas y sabe que sus decisiones ya no solo le atañen a él y eso inspira temor.

Nunca bombardees Pearl Harbor. Nunca despiertes a un gigante dormido. Nunca te vanaglories de tumbar a alguien hasta estar seguro que no volverá a levantarse.

No haber leído las dos entregas anteriores con el mismo protagonista, Los ojos del puente y Un camino a través del infierno, se antoja ahora, después de leer esta tercera Nunca bombardees Pearl Harbor, un fallo afortunadamente reparable (que solucionaré de inmediato). No porqué haya continuación en la trama, si la hay no se detecta y no afecta, sino porqué el personaje se lo merece.

Javier Hernández Velázquez
Y el escritor, Javier Hernández Velázquez, también. El ritmo narrativo lo marcan sus frases cortas. Cortadas. A bisel, como hojas de navaja. Sus descripciones ceñidas a lo esencial, a lo reconocible y sus diálogos ajustados para que digan lo que tienen que decir. Y sus guiños culturales y su particular manera de cruzarlos con el argumento.

Esos son los rasgos característicos de la novela de Javier Hernández Velázquez. Alguien cuya obra deberían admirar.

No deben dejar pasar esta novela sin leerla. Sergio Leone, Ennio Morricone y Akira Kurosawa lo harían si pudieran y Clint Eastwood seguro que lo hará si la recibe.

lunes, 12 de noviembre de 2018

La tragedia del girasol de Benito Olmo

El girasol como parte del
engranaje cósmico.

Al inspector Manuel Bianquetti, a quien conociéramos en La maniobra de la tortuga le han suspendido de empleo y sueldo, y no ha sido a la ligera: lo ha estado buscando, queriendo o sin querer, con su comportamiento de niño consentido y su insolente independencia. Su efectividad resolviendo un asesinato o destapando corrupción no contrarresta su insubordinación. Y eso, en según qué sitios, empleos o estamentos, lo es todo.

Ahora es detective privado. Ha cambiado la placa por una tarjeta. No ha variado ni un ápice su mal humor y sus malos modos. Su egoísmo y su inmadurez también se mantienen, luciendo como faros en la niebla y deslumbrando a quien le importa hasta apartarlo.

Necesita sintonizar su emisora afectiva para escuchar a quienes le rodean y le quieren en lugar de escuchar ruido de la estática, que no se entiende, que molesta y pone de los nervios.

Tiene un caso entre manos: encontrar una chica que se dedica a la prostitución; pero como que sus manos son talla XXL le cabe uno más: hacer de guardaespaldas de un importante hombre de negocios.

Y como si de una peli de Hollywood se tratara, Manuel Bianquetti pronto se ve formando equipo con un grupo de trajeados con mucha pose y ensayados gestos pero sin experiencia.

En esta segunda entrega de la serie, la primera, como ya se ha dicho, fue La maniobra de la tortuga, la trama principal se presenta mucho más compleja y estructurada, los diálogos son más convincentes y las acciones más consecuentes. Todo tiene un aire más redondo.

Los dos casos avanzan a buen ritmo y tienen cuerpo suficiente cada uno para no ser relleno del otro como para mostrar ambos un nivel de tensión y suspense alto. Esta segunda novela consagra a Bianquetti, con todo lo bueno y malo que tiene como individuo, y a su autor que ha sabido afianzar al personaje.

Bianquetti el detective, el ex-policía, es un tópico con largas patas: duro, cínico, bocazas y un inconsciente. Bianquetti el ser humano es inmaduro, niño grande, carece de disponibilidad y no ha resuelto sus conflictos con su yo afectivo.

Benito Olmo confirma la línea ascendente apuntada en su anterior trabajo y ya no solo apetece leerlo sino que genera espera ansiosa para conocer su próxima novela.