miércoles, 27 de marzo de 2019

Talión de Santiago Díaz

La novela que se convertirá en
serie televisiva de gran éxito.

Que tire la primera piedra quien nunca haya oído, o pronunciado, la sentencia ojo por ojo, diente por diente. Pero cuidado con darle a alguien ya que en virtud de esa sentencia la piedra volverá con idéntico propósito.

Es la ley de Talión recogida en las sagradas escrituras y no hay que ser creyente, en Dios, para apropiarsela; basta con ser creyente, en la propia capacidad de aplicar justicia, para materializarla. ¿Venganza o justicia? Pero ¿qué es la justicia sino una suerte de venganza oficializada?

Marta Aguilera, una prometedora periodista de sucesos, por una trágica, inesperada e indeseada circunstancia acaba encarnando a Talión.

Ante una inminente muerte programada y teniendo a favor la inmunidad, a ojos de todo Dios, que eso supone se deja arrastrar por sus impulsos, amplificados por los primeros síntomas de su enfermedad, y no duda en hacer de superheroína justiciera aunque no emplee mallas de fluorescentes colores, ni capa ni tenga superpoderes, pero a potra, visto como resuelve los escollos, no le gana nadie.

El argumento se sostiene a partir del dilema ético que supone elegir entre irse de este mundo postrada en cama o callejeando para librarlo de seres indeseables a los que la justicia, con sus retorcidos vericuetos, no ha podido alcanzar. Y Marta Aguilera lo tiene a huevo.

Como fácil lo tienen también los espectadores, perdón, lectores, ya que el autor ha elegido aquellos temas que más inciden en la piel y manipula con habilidad los sentimientos para buscar una respuesta que no puede ser otra que la absolución.

El argumento es sucinto y en su desarrollo el autor allana el camino para facilitar una línea recta de actuación, unida por varios puntos de intersección, que no resulta verosímil por la excesiva facilidad con que se ejecuta. Un ajustado mecanismo de precisión relojera que por ese motivo, su tecnicidad, no da lugar a errores y eso en humanos es demasiado pedir.

Santiago Díaz Cortés
A Santiago Díaz Cortés le ha podido el oficio y al escritor le ha traicionado el guionista, así pues la novela Talión acaba siendo la novelización de un guión de serie televisiva.

Y es que los puntos fuertes que muestra como guión son los puntos débiles que evidencia como novela. Incluso el final, más peliculero que literario y dulzón hasta el empalague, evidencia su verdadera naturaleza mass media abriendo puertas a una continuación o a claros spin-off.

Este thriller tiene la audiencia rendida de antemano y tanto da si sus lectores son de género o no ya que en cualquier caso todo el mundo lleva un justiciero dentro que no podría evitar despertarse ante la forma estentórea en cómo es invocado.

Talión acaba de ganar el Premio Tuber Melanosporum, otorgado por el certamen Morella Negra Como la Trufa, a la mejor novela negra escrita por un escritor novel durante el año lectivo 2017-18 y la productora audiovisual La Caña Brothers ya ha adquirido sus derechos para llevarla a la pequeña pantalla (o no tan pequeña, que hay quien tiene en casa lo que había en los cine-club de antaño) y el guión es tan bueno que le auguro, y deseo, mucho éxito.

miércoles, 20 de marzo de 2019

Carvalho, problemas de identidad, de Carlos Zanón

No me mires, no me mires
déjalo ya...
(Maquillaje, Mecano)
Es difícil para alguien saber quién es si, cuando se mira al espejo, el reflejo le devuelve la identidad de un joven y famoso detective de ficción con el que no comparte edad ni fama y si nombre y apellido y nada del glamour: una broma de un escritor con el que si compartió más cosas.

Pepe Carvalho se busca para no encontrarse, quiere conocerse pero sabe que no va a gustarse por lo que no pone demasiado empeño y juega a que es pero que no es mientras se da tiempo para saber qué debe hacer cuando ya no le quede más remedio que reconocerse y aceptarse.

Como diría Mafalda, está: "maquillando los ya para que parezcan todavía".

Para Pepe, Carvalho, problemas de identidad es como observarse en una rueda de reconocimiento desde detrás del espejo, como Alicia, e identificarse a si mismo, sin menor atisbo de duda, entre los cinco alineados. Estar alineado o estar alienado, he ahí el dilema aún no estando en Copenhague.

Lo que ha escrito Carlos Zanón es una novela negra y criminal y también, y más, una anti novela negra y criminal. El resultado es un diario personal que se va autoescribiendo desde la autocomplacencia de alguien a quien le está bien ser como es y que quisiera ser distinto.

Carvalho está enfadado y busca saber contra quién, está perdiendo el norte aún residiendo en él, puede estar gravemente enfermo y está envejeciendo y teme más que sospecha que vivir era una cosa distinta a lo que ha estado haciendo hasta ahora. Incluso se da cuenta que Biscuter le da sopa con hondas en temas, en los que hasta hace poco, él era el maestro.

El cinismo empieza a saberle a bilis y, Houdini de la ironía, se sorprende como cuando cocina no ya para comer aunque le queda el placer de hacerlo.

Zanón siempre ha tenido claro que a Vázquez Montalbán hay que respetarlo y que cualquier intento de imitación podría caer en lo patético, por eso con los mismos ingredientes ha elaborado un plato distinto, ha deconstruido al personaje, producto de primera calidad y kilómetro 0, para reinventarlo.

Se ha despojado de los apellidos y a calzón quitado Carlos ha entendido lo que a Manolo, siempre creativo, le hubiera gustado y ha escrito una obra mayúscula sobre Carvalho donde es a la vez reconocible pero diferente. Apela más a la complicidad entre poetas, que a la de narradores policiacos pero no puede evitar homenajear su capacidad para sintetizar la realidad social y política en cuatro pinceladas.

Carlos Zanón,
empleador de palabras.
Carlos Zanón emplea un léxico generoso en su diversidad y rico en su acepción, es un juglar de la glosa elíptica que otorga doble o triple significado a sus frases a discreción cultural e intelectual del lector ofreciendo una imagen del detective desde su interior y no desde el exterior.

Nadie puede afrontar una maratón sin haber entrenado antes; leer esta obra requiere también de entrenamiento lector previo, no todos quienes empiecen acabaran y no todos los que acaben habrán sido capaces de captar todos los guiños y sutilezas que el autor ha insertado, no como presunción sino como servidumbre al gran intelectual que fue el escritor.

Así el detective Pepe Carvalho de Zanón echa de menos a ese escritor que un día conoció y que lo proyectó a la fama, ese tal Manuel Vázquez Montalbán al que maldijo más de una vez y al que hoy echa tanto en falta como se echa en falta a un padre cuando se sabe que ya nunca más se le podrá tener.

Ese escritor que entre comida y bebida, le sacaba información que luego adornaba y publicaba en libros que hoy son de culto sobre todo para los incultos. El escritor reiría hoy si viera que la vida real de Carvalho es de mierda y que los casos que investiga son una broma pesada para los argumentos de género.

El asesinato de una anciana y su nieta, con un perro, que no ladra, como posible testigo y la desaparición de una joven discapacitada mental, drogadicta y por ello prostituta.

Que lejos de los casos de Marlowe, Spade, Carvalho, el otro, o Archer por citar unos pocos. No hay asesinatos mediáticos o mujeres diez o destinos exóticos como ese Bangkok que tanto mencionaba el escritor y desde que murió allí ya no quiere conocer. Hay marginación, explotación, drogadicción, ambición, egoísmo, ingredientes para cocinar platos de pena aliñados con decepción y desespero, platos de pobre, pero es que quien más quien menos está a dos velas y en los sueños ya ni ilusión queda; están más vacíos que la nevera de Carpanta.

Por eso, y a pesar de haberse cansado del escritor, que nunca le dijo que le depararía el futuro porque creyó que aún había tiempo para escribirlo, hoy más que nunca desearía que el escritor siguiera aquí y rememorara su pasado y escribiera su presente iluminándolo con focos que resaltaran su perfil bueno. Hoy Pepe Carvalho, el de ahora, quisiera ser Pepe Carvalho, el de entonces.

Pero sabe que no hay vuelta atrás y que el pasado, pasado, y el porvenir, por venir.



Post-Data:

A Manuel Vázquez Montalbán me lo presentó un amigo común, hoy también fallecido. Manolo, así lo conocí, me pareció la primera vez peculiar e inaccesible,  suspicaz, extremadamente inteligente, sensible y escéptico.

Por aquel entonces primaba la perestroika y le regalé un pin de Gorbachov, entendía perfectamente que la evolución es imprescindible, también la de los ideales, y que solo transformándose se puede transformar. Y lo lució en la solapa izquierda de su americana.

Quien se va siempre se pierde algo y a los que quedan siempre se les amontonan palabras que no se dijeron. Pero de estar aún aquí hay tres cosas de las que estoy seguro hablaría:

Manolo Vázquez Montalbán
El gastrónomo que era sonreiría disimuladamente con el fin de la deconstrucción y el regreso al origen y es que la comida había que tratarla como la vida: buscar buena calidad y manipular solo lo imprescindible. Y reiría por dentro a carcajadas al saber a Biscuter concursante de Master Chef.

El culé apasionado que era hubiera disfrutado como un loco con la era prodigiosa de Guardiola y sus catorce títulos en cuatro temporadas y seis, el máximo, en una sola tacada, algo aún no igualado y hubiera babeado con las filigranas y goles de ese jugador de dibujos animados que es Messi, ese al que solo se le puede parar dándole pause al vídeo.

Y el columnista crítico que mostraba una ironía capaz de atravesar los cristales de sus gafas, hoy más que nunca ante la incuestionable evidencia de que el franquismo no ha muerto, y tal como nos recordaba Paco Camarasa en sus epístolas digitales, brindaría "¡Por la caída del régimen!” a lo que añadiría, en voz baja, como ya hizo en una ocasión en 1997: “Porque a pesar de todo lo que ha ocurrido desde el 75, algún día tendrá que caer el régimen..."

Y ojalá que sea pronto, Manolo.

domingo, 17 de marzo de 2019

El baile de los penitentes de Francisco Bescós

Novela negra que transcurre entre la
autenticidad de la Semana Santa
en Calahorra.

El asesinato de Nuria Isabel, una adolescente gitana, sirve a Paco Bescós para desgranar una serie de vidas de habitantes de Calahorra y esbozar un retazo de historia de la tierra y sus gentes.

Calahorra, enclave de la rioja baja, ha perdido parte de su esencia que le daba solera y hoy gran parte de la ciudad vieja está abandonada, okupada, mal vivida y con poco futuro.

El baile de los penitentes ilustra, al paso de los caperuzos, el orgullo de quien una vez fue y quiere seguir siendo.

La teniente de la guardia civil, Lucía Utrera, a quien y a sus espaldas apodan La Grande, es una cordobesa casada con un inglés, que espera recuperar en estas tierras parte de su vocación mancillada y nada más llegar se encuentra con el asesinato de Nuria Isabel.

Un asesinato en Calahorra cuando es más normal que llueva en el infierno. Desde este momento y solo en 72 horas, miércoles, jueves y viernes Santo, en la población varios, que no se lo esperan, van a despertar de un mal sueño para entrar en una pesadilla.

Sustentada en un marco costumbrista, donde el asesinato de Nuria Isabel no deja de ser un McGuffin, la novela encadena simultáneamente varias subtramas, cada una dedicada a uno de los protagonistas, hasta seis principales, que, como los ríos que van a parar al mar, acaban confluyendo en una madrugada transgresoramente maldita.

Y como los ríos que parecen adquirir velocidad cuando tienen su fin al alcance, las vidas de los protagonistas, condicionadas por las decisiones, tienden a precipitarse, atraídas por el imán del infortunio, hacia un final desolador o redentor según se mire.

En ese final hay quien gana y muchos que pierden. Hay quien sobrevive y hay quien no; quien seguirá con su vida y quien no podrá elegir. Un final cerrado para unos y abierto para otros. Pero nadie sale de esta historia como entró.

Todos los que algo tienen que decir en el pueblo y no es referencia a alcaldía, sino al anticuario, a los clanes gitanos de los Chamorro y de los Pajaritos, a Roque yonki y camello en horas bajas, a Fernando Rosas amo y señor de todo lo ilegal y sus guardaespaldas, y los satélites, a Roberto el médico del pueblo recién llegado de un trabajo agotador en África, a Vicente alcohólico regenerado o no, a los jóvenes con ganas de divertirse, todos sin excepción están presentes.

Paco Bescós
Claro ejercicio de novela negra coral donde lo importante no es tanto resolver el crimen como conocer el destino de los personajes. Unos personajes maravillosamente descritos y reconocibles en cualquier otra localidad. Prototipos autóctonos, que no tópicos, por ser tan reales como el calor del mediodía en medio de un campo a medio sembrar.

Paco Bescós enlaza frases cortas de gran impacto visual. Sus concisas descripciones tienen la fuerza de una imagen y por ese motivo, por ver además de leer, es por lo que permanecen en el cerebro durante y después de la lectura.

Lectura idónea para esta Semana Santa que asoma por la esquina..

jueves, 14 de marzo de 2019

Un invitado inesperado de Shari Lapena

Suspense amable y claustrofóbico.

A veces para despertar el asesino interior no es preciso un gran ruido basta un susurro a alguien con la autoestima destrozada para que emerja su yo más ruin, ese que en aquel momento no atiende razones olvida leyes y desprecia consecuencias y consuma impulsivamente un simple acto que tiene la capacidad de transmutar vida en muerte.

Cuando el rural, idílico y bucólico hotelito Mitchell’s se prepara para recibir sus huéspedes del fin de semana no se imagina de lo que será testigo y partícipe pasivo.

La climatología, terriblemente adversa, y el azar, malvadamente caprichoso, hace que los diez clientes que han llegado con diferentes intenciones: Ian y Lauren escapada romántica, Matthew y Dana consolidación de relaciones, Henry y Beberly recuperación de emociones, Gwen y Riley reforzar confianzas, David soledad terapéutica y Candice favorecer la capacidad creativa, vean frustrados sus anhelos aunque, eso sí, consigan, de acuerdo con la publicidad del lugar, no olvidar jamás ese fin de semana y eso solo si consiguen sobrevivir.

Tampoco James, propietario y chef del hotel, ni su hijo Bradley chico para todo van a salir indemnes de la experiencia. El resto del personal de servicio está ausente. Y desde luego para la reputación del hotel tampoco es buena publicidad que se descubra el cadáver de uno de los huéspedes.

Esa muerte, fruto de un asesinato, es la desencadenante de una crisis traducida en nervios, sospechas, miedos y acusaciones ante la terrible convicción de que, aislados como están por la tormenta de nieve y hielo, conviven con un asesino que, tal vez, pueda volver a matar. No son diez, son doce, pero el homenaje a la Gran Dama del crimen es más que notorio.

Shari Lapena
Shari Lapena huye de la complejidad argumental y escribe de forma llana, práctica y muy funcional. Prima a quienes tienen poco tiempo para leer, ya que ofrece simplicidad e inmediatez, y a los que no quieran tener que pensar mucho ya que lo da todo hecho. Sabe pulsar los resortes adecuados mantener el interés con los que ha conseguido fidelizar muchos seguidores.

Un invitado inesperado ofrece una trama de suspense que potencia al intercalar los distintos puntos de vista de todos los habitantes del hotel e intensifica con la sensación de claustrofobia que supone estar encerrados y aislados durante un breve espacio de tiempo en una atmósfera criminal, aunque la trama sea en conjunto ligera y especialmente en el tratamiento de las coartadas y la exposición de motivos.

Si bien la novela es argumentalmente un whodunit, se echan en falta pistas para deducir la identidad del culpable y mayor atención a las historias de los sospechosos para dejar acreditada su condición.

Un invitado inesperado es una novela de suspense amable que cumple perfectamente con su intención de atrapar la atención y entretener durante el ratito, se pasa como un suspiro, que dura su lectura. Un inocente guiño a Agatha Christie.

domingo, 10 de marzo de 2019

El intercambio de Rebecca Fleet

Hay quien intercambia su vivienda
con naturalidad envidiable por quienes
no lo harían y no lo harán jamás de
los jamases.

Cada vez más gente intercambia su vivienda por cortos periodos, fines de semana, vacaciones, es una forma barata de viajar a otro lugar y te da libertad de acción. Es como alquilar un apartamento pero sin pagar alquiler. Pero pagar se paga: tu vivienda habitual, con toda tu ropa, tus cosas en tus cajones, tus papeles, tus fotos, tu historia, en fin toda tu intimidad la expones a desconocidos que no sabes cómo se van a comportar ni que van a hacer, ni si sus actos pueden tener consecuencias.

Hay quien por su honradez, su respeto hacia lo ajeno y sus nobles intenciones cree que los demás actuarán igual. Y puede ser que si o puede ser que no. Esta novela es un claro exponente.

Caroline y su marido, Francis, están intentando superar lo que empezó siendo un bache y ha acabado siendo un profundo agujero en su relación, por eso cuando, a través de una web de intercambio, Caroline recibe un email que le propone una casita cercana a Londres y en una zona residencial, no duda en aceptar a fin de comprobar si su convivencia marital es algo deseado y no solo soportado. Y se preparan para afrontar su semana decisiva.

El intercambio es un thriller de suspense psicológico que busca ahondar en la incomodidad de ceder tu hogar y habitar uno ajeno en un momento donde está en juego salvar tu matrimonio, y en la complejidad de las relaciones humanas.

Y lo consigue mediante el recurso literario de intercalar capítulos del pasado, ese en donde se inició el derrumbe familiar, con presente, este en el que se encuentran reconciliándose en casa ajena, para ir desmenuzando un argumento que resulta convincente.

Rebecca Fleet
Rebecca Fleet desarrolla con gran habilidad, potencia y de forma muy verídica la compleja relación de una pareja en la que Francis tiene un derrumbe que arrastra a Caroline quien se resiste a sucumbir pero a la que acaban fallando las fuerzas en su intento de salvar a quien no quiere ser salvado.

Recelos, dudas, traición, todo converge y se sucede casi sin remedio. La autora describe los sentimientos contradictorios que afronta Caroline y su necesidad de ser considerada persona y mujer, con inquietudes y deseos. Y es aquí donde el aspecto psicológico se luce. Se diría que la autora está bajo la piel de la protagonista, lo que no sucede lamentablemente con el resto de personajes.

Al resto de la trama, la que daría pie al suspense, le cuesta aparecer, más asentarse y no acaba nunca de despegar y eso se debe a que los giros, bien pensados, tienen corto recorrido para desarrollar todo su potencial.