Páginas

domingo, 20 de noviembre de 2022

La raíz del mal de Håkan Nesser

¿Cómo andarían muchas novelas negras sin apoyarse en el bastón del pasado? Cojas, lentamente, dubitativamente. El pasado es universal, lo tienen todos los seres inanimados y todos los seres animados, aunque probablemente solo sea el pasado de las personas el que se pueda recordar de forma plenamente consciente y el único capaz de condicionar el efímero presente y decidir el destino del futuro.

En La raíz del mal queda claro que éste, el mal, si tiene raíz es porque lleva tiempo plantado y sus frutos aunque interesantes por ser asesinatos no lo son tanto como conocer su raíz ya que es la que va a identificar al culpable de esos amargos frutos.

La novela, por nórdica, no todas pero si la mayoría, adolece del mal del peso y no le hubiera ido mal una dieta. Las dietas son ideales para eliminar lo sobrante y dejar lo magro sin llegar a pinchar en hueso.

Håkan Nesser descubre su argumento en las primeras páginas, queda claro quiénes serán las víctimas y pronto el porqué. Este planteamiento que reduce el suspense a cuándo y cómo, es valiente. Pero precisa de un gran esfuerzo lector para seguir manteniendo la atención y a todo esfuerzo le sucede un cansancio que si llega antes de lo previsto puede echar al traste el planteamiento al no conseguir alcanzar el objetivo.

El autor recurre a un prolífico relato de las emociones del inspector, de sus recurrentes comidas y vacuos pensamientos; de su proyecto amoroso, felicidad no exenta de dudas, como recambio a su soledad y de sus dudosas aptitudes como padre, para mantener el hilo narrativo ante la más que evidente endeblez del argumento criminal, pero solo consigue que se hundan ambos. Demasiado peso para tan endeble barca.

El final, un plot twist que no consigue el descoloque pretendido si acaso un atisbo de sorpresa mostrado en un levantamiento de cejas, es precipitado y poco concreto y confirma la impresión, que desde el inicio ha ido acompañando la lectura, de que el libro no sabía a qué atenerse.

Segunda entrega del inspector Barbarotti, cuya edición original es de 2007 y aquí acaba de llegar y tal vez esos 15 años pesan lo suyo al mostrarse un desarrollo argumental antiguo y carente de tensión y suspense y que seguramente en aquel momento encajaba con lo que demandaba el mercado pero que hoy, con el amplio abanico de ofertas sobre la mesa de novedades, sin duda queda desfasado.

Un inspector Barbarotti que aparece sobrepasado por todo lo que le rodea. Tanto sus compañeros en la comisaria, como su pareja sentimental, su ex-mujer, sus hijos y su psicóloga se comen la pantalla en las escenas en las que aparecen y a él no le queda ni el triste consuelo de ser el protagonista en la resolución del caso. Una lectura excesiva de sabor agridulce.

domingo, 6 de noviembre de 2022

Yo no soy Hércules Poirot de Javier Cosnava y Teresa Ortiz-Tagle

El mundo de los homenajes y pastiches está lleno de buenas intenciones y no tan buenos resultados. Quienes se dedican al mundo de la imitación saben que el secreto está en identificar y evidenciar los pequeños detalles sin pasarse de frenada.

Quienes quieran aventurarse por ese camino de la suplantación consentida deberían leer y aprender de esta novela: Yo no soy Hércules Poirot.

Un brillante ejercicio de metaliteratura que se atreve a combinar la ficción y la realidad y que ofrece un repertorio de interesantísimos guiños, adecuando los tonos de voz y los comportamientos para conseguir una obra redonda dentro de lo que se conoce como novela enigma.

Agatha Christie y su obra y su personaje Hércules Poirot participan de una de sus tramas clásicas de crimen en entorno cerrado. Aunque no sea en una habitación sino en una pequeña urbanización y a pesar de que el investigador siendo un detective belga, no sea el orondo Hércules Poirot sino Héracles Amadeus Polrot.

Un apunte conveniente, tal vez innecesario, sea el mencionar que Hércules y Héracles son la misma persona solo que nombrados en latín y griego clásico respectivamente y hacen referencia a un héroe, que no dios, de la mitología griega.

Héracles Polrot ha sido contratado por John Rider, un enfermo terminal, para que descubra que sucedió hace dos años con la desaparición de su hija Lily, de 8 años de edad, mientras vivían en la urbanización Styles Mansions.

Allí coincidirá con Miranda Hartings que ve en él a su héroe literario de incognito y que no duda que el destino lo ha puesto en su camino, ella será su Hastings, para ayudarlo a resolver un caso que desequilibró la armonía vecinal.


Javier Cosnava y Teresa Ortiz-Tagle
han escrito esta novela de apariencia sencilla y que resulta ser una maravilla que encantaría a la mismísima Dama del Crimen y satisfará a todas las personas que la tienen en un altar.

Y es que han conseguido recrear no solo la atmósfera propia del género, que tan bien cultivó la escritora inglesa, sino homenajearla mimetizando sus tics narrativos, su estructura argumental y su desarrollo de la trama sin olvidar ese final, monologo teatral con los sospechosos como convidados de piedra, seña de identidad de Hércules Poirot que copia a la perfección Héracles Polrot.

Huelga decir que quien ame la obra de Agatha Christie debe ineludiblemente leer esta joyita Yo no soy Hércules Poirot, una novela policiaca canónica.

Esta novela es un prometedor inicio de la serie Los casos de Héracles y Agatha que ya cuenta con una segunda entrega titulada Yo no soy Agatha y no puedo resistir tanta curiosidad. Por suerte no soy un gato.

martes, 1 de noviembre de 2022

¿Qué ocurrió en Undiano? de Yolanda Almeida

María Garmendia, la vocalista de una banda de música, yace muerta con veinte puñaladas perforando su cuerpo.

María Garmendia, cantante, amiga, novia y a su tiempo carne de cañón en las redes sociales.

Puy, Amaia y David están culpabilizando a la muerta de su muerte, sacándose los ojos entre los tres buscando exculparse de cualquier responsabilidad a costa de achacarla a quien esté más cerca.

Se confunden con el avatar que navega por las redes y rehúyen la implicación personal por la comodidad que supone un clic impersonal a distancia.

Pero en la vida las cosas no se resuelven con un clic pero si pueden empeorar. Tampoco el estado de ánimo cambia con un like pero puede ayudar. Vivir tanto tiempo en la red impide madurar con consciencia en la vida real.

Undiano no es solo un lugar, es un estado de ánimo. Es la conexión inconsciente de la suma de frustraciones, envidias, recelos y odios.

En ¿Qué ocurrió en Undiano?, Yolanda Almeida desnuda a las personas de su apariencia para mostrar su yo interior. El nic sirve para el mundo virtual pero es un yo alternativo que nunca hay que confundir con el yo real.  

¿Qué ocurrió en Undiano? Es un libreto teatral de contenido orgánico y a la vez cerebral, una obra breve con tres protagonistas despreciables, por múltiples razones, que impele a ser leído hasta el final, como el visionado de su representación en escena. 

Los cambios de registro que sufren las tres personalidades a lo largo de la obra indica la lucha interior de su yo primitivo ante la necesidad de mostrarse frente al razonamiento de que la exposición suponga vulnerabilidad.

Es una catarsis colectiva, un ejercicio de introspección proyectada hacia el espectador que busca su complicidad en un acto criminal, porque, al fin y al cabo, aplicando una falacia, todos somos culpables puesto que todos estamos en una o varias redes sociales y la autoestima de muchos está directamente relacionada con su éxito.

Y como con toda obra de teatro que incita a la reflexión, y más en este caso por su componente noir de denuncia de esas herramientas que en manos equivocadas se convierten en fusiles de francotirador, su naturaleza humana se verá agitada tras su lectura o su visionado. No se quejen, ¿es lo que habían venido a buscar, no?

Yolanda Almeida es una escritora de distancias cortas como ya demostró, sobradamente, con el relato noir La cuarentona y también en su anterior obra teatral La sombra