domingo, 15 de octubre de 2017

Marvin el detective de Berardi y Milazzo

Marvin el detective tiene una
nariz que sangra por nada; de ahí
que le moleste enormemente que
se la golpeen.
Marvin era un actor de cine mudo especializado en películas del Oeste que seguramente la aparición del cine sonoro, y otras preferencias del público, han desplazado del plató perfectamente delimitado de los estudios cinematográficos donde se vive la ficción para arrojarlo al plató abierto que es la vida real donde se vive sin guión ni posibilidad de repetir tomas.

Hoy Marvin es un detective privado que malvive como buenamente puede ¿hay acaso algún detective privado que no lo haga? (malvivir me refiero) y que sigue moviéndose entre las gentes del cine como si estuviera en su casa, ya que su mundo es el del celuloide.

De ahí que el caso que se presenta en este cómic tenga relación con actores y actrices. Marvin debe investigar la desaparición de una joven aspirante a actriz; nada extraño en Los Ángeles donde cada día llegan jóvenes de lugares que casi no existen en los mapas dispuestas a hacer lo que sea para triunfar en Hollywood, la gran fábrica de sueños donde pocos se cumplen y acaban haciendo solo lo que sea para mantenerse en el lugar por si pueden tomar algún tren.

Sueños rotos antes de despertarse. Ilusiones de niña en cuerpos de mujer mancillados por la soberbia de quienes están acostumbrados a usar y tirar porqué en Hollywood abundan los carroñeros, los que envilecen el poder y los que manejan las luces iluminando a su antojo.

Marvin es un detective honrado que por saber con qué dientes muerde la vida empatiza con los que arrastran marcas de mordiscos y de ahí que a pesar de saber que el caso que lo emplea no es para enriquecerse y que se va a volver más que peligroso a medida que avance no piensa abandonar.

Giancarlo Berardi escribe un guión brillante de aparente sencillez para narrar una aventura de las de antes de cuando Chandler, Hammet y compañía asentaban los principios de la novela negra. La subtitula El Caso de Marion Colman como si fuera el inicio de casos de una serie que lamentablemente no ha tenido continuidad.

Da cancha a la figura del detective privado que compensa con su verborrea cínica su falta de físico y de pegada y que no puede esconder ni su sensibilidad ni su humanidad. Con su propio código moral y su particular manera de administrar justicia.

Un guión perfectamente ajustado a los clásicos, un homenaje al cine negro. Con suspense, final sorpresivo y donde las artes de todo detective que se precie salen a relucir.

Marvin el detective, página 17 de
El caso de Marion Colman
Ivo Milazzo dibuja con plumilla con trazo desmañado cuya discontinuidad procura arrugas en la ropa y  movimiento fugaz en el gesto y lo hace empleando línea delgada dejando amplios espacios en blanco en cada viñeta y demostrando conocer el dominio del claro oscuro al trabajar solo con blanco y negro, sin grises: solo empleados en una evocación fílmica. Remarcable es también su facilidad para cambiar de secuencia y de escenario sin que la línea espacio temporal, alterna tiempo presente y pasado con un preciso empleo de flash-back, donde sucede la parte dramática se vea alterada.

Bajo su aparente simplicidad encontramos una verdadera delicatesen que hay que saborear como se merece.


domingo, 8 de octubre de 2017

Miserere de Manuel Sosa

Novela negra de las de 8 por docena.
Hay novelas que relatan hechos, otras que describen ambientes y personajes, incluso las hay que se atreven a interpretar sentimientos pero hablar, lo que se dice hablar muy pocas novelas hablan.

Y Miserere habla. Sus personajes hablan desde su interior, lo hacen sus emociones y sobre todo su dolor, sus miserias, su egoísmo, su soberbia y su codicia; habla su alma, si es que existe y si no ¿quién habla entonces?

Horacio Misericordia es un juez al que la vida no le ha sonreído ni de pequeño y él, claro, no le sonríe ni a la vida ni a nadie, ni a sí mismo. Él y no otro es el causante de sus desgracias y su autocompasión lo es de su autodestrucción.

El cadáver hallado de una joven, muerta por sobredosis, hace remover ese sentimiento de pérdida que le lleva a buscar en cada rostro el de su hija desaparecida hace años; una búsqueda que persigue un reencuentro como única opción redentora y que hasta ahora ha acabado en nada o en el fondo de una botella vacía, de ahí que haga de este caso su némesis para saldar cuentas con su inconsistencia como hijo, como hermano, como esposo y sobre todo y ante todo como padre.

Justicia retributiva se le llama a eso.

Hay policías que quieren cerrar el caso con rapidez: es solo un suicidio, uno más; hay políticos que no quieren interferencias en su posicionamiento para ser elegidos presidente, hay traficantes, hay sicarios, hay corrupción y especulación. Hay ese halo pecaminoso que enturbia la realidad y que permite amoldarla al gusto de los deseos de los pudientes.

Manuel Sosa
Y hay un juez, Misericordia, dispuesto a quemarse en el mismísimo infierno con tal de llegar hasta el final del caso.

Manuel Sosa ha escrito una novela negra densa, intensa y de una oscuridad que hay que cortar con navaja si se quiere que pase la luz y la ha escrito con una calidad tan remarcable como inusual. Tan distinta que habría que tenerla en un estante aparte.

Acaricia la prosa de modo que cada palabra se ajusta con mimo al contexto; parecería presuntuoso pero no se engañen, solo es respeto por el trabajo bien hecho. Una muy particular forma de narrar que requiere que el lector ponga de su parte lo que no la hace adecuada a todos los públicos.

Regala imágenes que congelan el tiempo:

“Al otro lado quedan los alógenos, los funcionarios sin saludo, el pasillo angosto de falsos tabiques. La respuesta que da el polvo es descolgarse por la oscuridad y alcanzar la mañana filtrada en las persianas. Lo ahuyenta el caminar de Misericordia evitando archivos y carpetas en la moqueta del despacho 17 de los Juzgados de Instrucción de la Plaza de Castilla.”

Pocas veces me verán recomendar con tanto entusiasmo: estamos ante una novela, Miserere, de premio(s) y un autor, Manuel Sosa, que en nada sonará con fuerza en todos los eventos negros.

La edición a cargo de Esdrújula está tan cuidada como la cubierta, un diseño de PerroRaro, esa navaja al cuello: ajustada pero sin apretar que a su vez hace juego con el contenido de las 379 páginas que saben a poco.

Corran a leerla.

miércoles, 4 de octubre de 2017

Ya no quedan junglas adonde regresar de Carlos Augusto Casas

Lúcida lección sobre como nos
tomamos la vida y la muerte.
Los jueves Mateo Acuña Galvez de 72 años, piloto de líneas aéreas comerciales y Olga Chilikov de 23 años, modelo internacional de pasarela y cuerpo de portadas de revista tienen cita para comer. Su encuentro semanal que dura una hora y donde combaten las insuficiencias de la realidad.

Cenicientas que saben que al despedirse el hechizo va a desaparecer y van a volver a ser calabazas.

Su breve encuentro es un rayo de sol en sus vidas, sobre todo para la de Mateo Acuña, Teo el Gentleman para sus conocidos en el bar donde el tiempo lo va consumiendo, por eso cuando se ve obligado a renunciar a ese mágico momento semanal por el asesinato de Olga, se reencarna en un nuevo ser que toma el control de su decrepito cuerpo y le infunde unas ganas de venganza que le empujan hacia adelante aunque sea para meterse en un callejón sin salida.

En ese camino habrá que cruzar puentes y sortear obstáculos como son la inspectora Inés Iborra, el subinspector Puertas, El Tigre, Herodes, cuatro abogados, guardaespaldas y Turón, alguien con quien debes rezar para que no te tenga jamás como enemigo y si así fuera para que no te atrape con vida.

Carlos Augusto Casas
Carlos Augusto Casas compone una novela negra de la calle y solo recorre a estereotipos y tópicos para determinados perfiles, lo que acentúa el contraste y consigue encandilar con unos personajes, a cual más sorprendente por su bien retratado carisma, y con una evolución dramática de la trama que combina generosamente con humor y suspense.

Sus personajes son personas y les aplica tratamiento de seres humanos y ese acercamiento a sus intimidades y sus problemas es lo que caracteriza esta ficción que se resuelve con satisfactoria maestría.

Ya no quedan junglas adonde regresar es una lúcida lección sobre cómo nos tomamos la vida y la muerte, sobre como la ilusión puede vencer la realidad si esta es adversa y de cómo a veces la justicia no es devolver el caos al orden sino aprender a vivir con él y sacarle partido. Si ya no quedan junglas adonde regresar habrá que aprender a vivir en sociedad.

Una novela negra de esas que debe figurar si o si en cualquier lista de recomendaciones que sea de fiar y que además se debe leer, sino ¿cómo van a disfrutarla?

Y hablando de recomendaciones, esta lo fue por parte de Miguel Ángel el librero de SomNegra, a quien agradezco su acierto. Fue comprada el día de la inauguración de la librería SomNegra en Barcelona. Doble buen motivo para el recuerdo.

La inspectora Inés Iborra, la atípica policía de esta atípica novela negra que tiene una particular relación con su marido a lo largo de toda la trama, le reprocha muchas cosas, entre ellas que le arrebatara su música. Contribuiremos a que pueda seguir escuchándola. Considérenla la banda sonora de su lectura:


Everything But The Girl – When All’s Well

En el momento de escribir esta reseña se comunica que su autor la presentará en SomNegra este viernes 6 de octubre a las 19:30. Buena ocasión para escucharle y pedirle una dedicatoria.

miércoles, 27 de septiembre de 2017

Cardinal serie TV

'Cardinal' cuando el frío conserva
el cadáver
John Cardinal detective de homicidios de Toronto, regresa a Algonquìn, cerca de Ontario, donde el hielo y la nieve son tan habituales como consecuentes su frío y su sensación de soledad.

Cardinal es una serie con una doble trama lineal, la primera la investigación que lleva a cabo John Cardinal de un más que probable asesino en serie: se ha localizado el cuerpo congelado de una niña de un caso que en su día se cerró en falso al considerar una huida voluntaria; y la segunda un caso de corrupción cuyo sospechoso es el mismo John Cardinal y cuya investigación, encubierta, la lleva su compañera.

Los protagonistas principales Billy Campbell (como John Cardinal) y Karine Vanasse (como Lise Delome) son sobrios, como demanda el argumento que para nada busca el sensacionalismo y si ceñirse a mostrar unos actos y relatar unos hechos que por sí solos ya demuestran que la violencia y la maldad no precisan de luces para mostrarse en toda su crudeza.

Las investigaciones se ven arropadas por los dramas familiares de la pareja de investigadores y por sus recelos a la hora de trabajar juntos aunque sea por motivos dispares que tenderán a confluir hacia una aclaración imprescindible para establecer su credibilidad.

Una miniserie de 6 episodios, suficientes para desarrollar una historia coherente y consecuente y para evitar dispersar la atención con episodios de relleno que fatigan y no enriquecen. Suficientes para mostrar que cuando se parte de un buen texto, muy malo se ha de ser para estropear el previsible resultado.

Una serie que no da tregua ya que tanto la investigación de los asesinatos como la de la trama de corrupción consigue que no haya respiro para el espectador. Si a eso le sumamos un guión de tensión bien dosificada y que trata a los televidentes como personas adultas e inteligentes no se puede por menos que certificar que se está ante un producto bien hecho y de calidad.

La serie es una adaptación de la novela “Cuarenta formas de decir dolor” (Forty Words for Sorrow) del escritor canadiense Giles Blunt, y que debería estar disponible en librerías.

Habrá segunda y tercera temporada, en la 2ª se adaptará Black Fly Season (tercera novela de la serie de John Cardinal) y en la 3ª “By the time you read this” y “Crime Machine” (cuarta y quinta de la serie respectivamente).


domingo, 24 de septiembre de 2017

Género de violencia de David Orange

Asco y vergüenza y terror en las
víctimas.
Género de violencia es una novela que se anuncia como inspirada en hechos reales.

Es desesperante y asqueroso pensar que lo que en ella se cuenta esté inspirado en hechos reales, ya que la magnitud de depravación es de tal nivel que pensar que en nuestra cotidianeidad nos cruzamos por la calle con especímenes, que no personas, tan psicópatas como las descritas es como para encerrarse en casa y vivir de servicios a domicilio.

Silvia Folch es la inspectora de policía que tiene a su cargo la investigación de la desaparición de unas jóvenes, perfil chicas de 16 años, que se van sucediendo sin que se tenga noticia alguna, descartado pues secuestro convencional, hasta que un cadáver aparece.

Su identificación es difícil habida cuenta de lo destrozado y mancillado, desgarrado y profanado que está el cuerpo pero se obtiene confirmación de que es el de una de las desaparecidas. ¿Cómo puede alguien que se llame persona hacerle a otra persona lo que le ha hecho? ¿Y las otras chicas? ¿Han seguido el mismo destino?

La desaparición, el secuestro, ahora es un asesinato. A partir de aquí todo se acelera y quien secuestra y quien persigue parecen emprender una veloz carrera donde todo vale y el que pierde paga. La apuesta es la vida.

La novela ofrece diversas historias cruzadas que van a ir confluyendo, no sin cierta ayuda, hasta llegar a un final absolutamente catártico que permite liberar toda la tensión acumulada en la lectura.

David Orange
David Orange ha escrito una novela que tiene un tratamiento angustioso de la violencia como arma y como defensa y que sería descorazonadora sino fuera por el atisbo de esperanza con el que saluda de tanto en tanto desde sus páginas gracias a pequeños gestos y detalles cariñosos de algunos de sus protagonistas que suponen un retazo de cielo azul visto desde el infierno.

El autor juega con habilidad con los tempos de las subtramas para mostrar como desde las campañas de adocenamiento publicitario hasta los posicionamientos de poder mundano que se creen que con dinero todo es posible, desde las relaciones de pareja hasta las convivencias familiares, en todas partes vive el engaño.

Explica como la publicidad insta a obtener felicidad; como el dinero se cree que puede comprarla; las parejas se piensan que es eterna y las familias la consideran implícita en su sino hasta el punto de que no tienen en consideración la repercusión de sus actos. Y resulta que la felicidad no es el que sino con quien.