domingo, 24 de junio de 2018

El almirante flotante de The Detection Club

Un cadáver exquisito a la inglesa.

¿Qué pasaría si las mentes más creativas de la edad de oro de la literatura policiaca, miembros de The Detection Club, escribieran una novela conjuntamente?

El resultado se conoce como El almirante flotante. Una novela escrita a 28 manos, donde cada cabeza pensante pone toda su inventiva para mantener la coherencia en la línea argumental y a la vez destacar sus habilidades para lucir con brillo propio.

El hecho de que nadie, solo quien lo concluya, sepa el final le da un plus de interés ya que la escritura de cada capítulo no está encaminada linealmente hacia un fin sino que abre expectativas a cualquier sorpresa.

Así estableciendo unas pautas convenidas por todos, que eviten que este cadáver exquisito tenga vida propia, se escribe esta novela que recoge la muerte del almirante Penistone, cuyo cuerpo es hallado en una barca a la deriva en el río Whyn, y la investigación que debe resolver el misterio.

Como toda novela coral los capítulos son dispares aunque no en exceso, pero los estilos particulares de redacción y el tono otorgado a los diálogos transfieren el  carácter de quien escribe y se nota a autores más cómodos que a otros.

G. K. Chesterton inicia el caso con un prólogo muy esclarecedor de lo que va a suceder, y le siguen Victor L. Whitechurch, G. D. H Cole y su esposa M. I. Cole, Henry Wade, Agatha Christie, John Rhode, Milward Kennedy, Dorothy L. Sayers, Ronald A. Knox, Freeman Wills Crofts, Edgar Jepson, Clemence Dane y lo finaliza Anthony Berkeley.

Los miembros del Detection Club en uno de sus encuentros

El resultado, a pesar de su heterogeneidad, ni es tan apabullante como se esperaría de tanta ciencia infusa junta ni es insustancial como se deduciría de lo que, a priori, parece un juego. Una variante inglesa del método del cadáver exquisito.

El conjunto resulta muy digno y supone una obra muy ingeniosa que no solo entretiene, y mucho, sino que es ejemplo de estereotipo de la novela policíaca clásica.

Un experimento curioso y que merece prestarle un ratito de atención ni que solo sea por reconocimiento histórico a quienes hicieron tanto por el género.


Ol’ Man River por Paul Robeson  o Swing low, sweet chariot

domingo, 17 de junio de 2018

No soy un monstruo de Carme Chaparro

El monstruo, cuando se mira al espejo,
harto de verse cada día igual, no aprecia
ninguna anomalía y se ve normal.

Hay películas que son, y aún con generosidad, para televisión; del mismo modo que hay novelas que son, y aún, solo para matar el tiempo. Lo siguiente en progresión sería pasar el rato, luego vendría entretener y después entusiasmar y así seguiría en la escala de interés.

Y la razón de esta clasificación se sustentaría en el equilibrio entre su calidad literaria, su planteamiento argumental, su habilidad en el desarrollo de la trama, la encarnación de sus personajes, las descripciones y los diálogos.

Si No soy un monstruo fuera un curso estudiantil y los elementos antes citados las asignaturas, habría casi equilibrio entre las progresa adecuadamente y las necesita mejorar.

Es la típica novela que divide a la comunidad lectora: habrá quienes la lean enganchados desde la primera página, la vivan con el corazón en un puño, sufran con las situaciones dramáticas, se identifiquen con el dolor de la pérdida, encuentren en la protagonista una gran humanidad y no respiren ante el insospechado y desconcertante final.

Luego habrá a quienes les duela el poco contenido literario de su prosa, el estilo apresurado, las descripciones repetitivas, lo poco creíble de algunos sucesos, exceso de detalles que nada aportan, personajes tópicos y la inconsistencia de un final apresurado y previsible por eliminación.

Y ambos grupos tendrán razón. Lo cierto es que la novela es todo eso.

En una línea claramente resultadista une ingredientes indispensables de todo best-seller y consigue uno. Los personajes femeninos, una periodista de televisión (terreno en el que la autora se siente cómoda) y una inspectora de policía, copan el protagonismo en una trama donde los hombres acompañan sin brillar. Las familias y los niños, los damnificados en la novela, atrapan la parte humana y sensible de una novela donde la inocencia es la perjudicada.

Carme Chaparro ha compuesto, más que escribir, una novela con la que consigue una apariencia bien lograda pero con poco relleno, resulta comestible pero no sabrosa. Se ajusta al meme de lo que te vendían en la foto y lo que realmente te llega a casa. Promete pero no acaba de cumplir.

Carme Chaparro
Todos hemos comido apresuradamente alguna vez sin mucho miramiento a la hora de elegir, pero hacerlo alguna vez no supone establecerlo como práctica. El precocinado debería ser una excepción. En la novela negra también. En los premios ni tan siquiera eso.

La desaparición de un niño en un gran centro comercial dispara todas las alarmas por su paralelismo con otro caso idéntico, aún no resuelto, de hace tiempo.

La inspectora Ana Arén será la encargada de la investigación, algo que se toma de forma muy personal por ser quien se encargara fallidamente de la anterior. Todo hace sospechar que se enfrenta a un monstruo ¿quién, sino, se llevaría a un niño?

No soy un monstruo se repite una y otra vez quien no se cree que lo es. El monstruo, cuando se mira al espejo, habituado a verse cada día igual, se ve normal.

jueves, 14 de junio de 2018

El silencio del pantano de Juanjo Braulio

Un ejercicio de metaescritura de
novela negra.

En la política la omnisciencia y corrupción son hábil pareja de baile y quien más quien menos se apresta a formar parte de la fiesta para salir en la foto de los que esperan, desean, ansían, sacar tajada de las envilecedoras acciones de prosperidad social y urbanística. Y todos prefieren guardar silencio como lo hace el pantano donde se asientan.

En un ejercicio de metaescritura, Juanjo Braulio, arma un relato con distintos niveles donde desarrolla dos tramas de novela negra paralelas siendo una ficción dentro de la ficción al corresponderse la primera con el texto de una novela que se va escribiendo.

¿Confuso? es lo que pretende el autor habida cuenta de que hay momentos en que hay que detener la lectura para identificar si se está leyendo la novela o la realidad, dentro del plano ficción claro está. Y lo pretende para que esa ambigüedad sea referente de que todo puede ser verdad y a la vez ficción.

Todo empieza al descubrirse un cadáver a la vera del río Turia, en Valencia. El cadáver no está solo, aparece acompañado de otros cuerpos en lo que se diría una especie de macabro ritual. Al pobre lo han dado por el saco.

Q es un escritor de novela negra, antes fue periodista, de una serie protagonizada por el brigada de la Guardia Civil David Grau, mimado por el éxito y de la que está escribiendo su tercera entrega.

Esta tercera novela es la que tenemos ocasión de leer a la vez que seguir las evoluciones del propio Q no exentas de riesgo al mezclarse con gente de poco fiar y mucho desconfiar. Ambas historias narradas en tercera persona. Dos tramas con Q como nexo; personajes de ficción y de metaficción.

Juanjo Braulio
Unos personajes que aguantan la novela y que hablan y critican socialmente sin tapujos, ¿hablan los personajes o habla el autor? ya que son distintas voces pero parecen tener el mismo timbre.

En El silencio del pantano el estilo es cuidado y rico en expresiones que dicen mucho con muy poco y sobre las que hay que volver para sacarles todo el jugo; por suerte, o no, el ritmo es pausado, se puede leer sin cinturón de seguridad, y eso permite recrearse con las imágenes que constantemente acuden a la mente.

Escribir dos novelas a la vez, muy bien documentadas y cohesionarlas es tarea difícil que Juanjo Braulio resuelve satisfactoriamente. Lástima que la soltura que demuestra con esa metaestructura no se acabe trasladando con la misma brillantez al final.


domingo, 10 de junio de 2018

La Mantis

Thriller de hermosa fotografía y
tenso e intrigante desarrollo.

La mantis es un insecto mundialmente conocido por ser la única especie animal en el que la hembra devora al macho después de la copulación. A partir de aquí el imaginario colectivo lo extrapola, rápidamente y con cualquier excusa, al género humano buscando notoriedad en la noticia.

Alguien ha esperado 25 años para aparecer. Para asesinar. Para imitar a quien fuera una gran asesina en serie: La Mantis. Hay un copycat en las calles que la policía tiene que encontrar, con o sin ayuda.

Jeanne Deber, La Mantis, fría e impávida, en prisión cumpliendo cadena perpetua, se ofrece para ayudar. No soporta que alguien pueda estropear sus puestas en escena, lo más parecido a una obra de arte, con actos chapuceros.

Esta es la razón principal que alude, pero no la única, tiene varias condiciones y otras intenciones: quiere salir de la cárcel, quiere tener acceso a información, quiere poder visitar escenas de crimen y sobre todo y ante todo quiere colaborar con su hijo Damien Carrot (un correcto Fred Testo) a quien dejó, la ley fue inflexible, siendo un crío de diez años y hoy es un reconocido investigador en la policía, lo que le permitirá estar a su lado y empezar a conocerlo y quien sabe, tal vez recuperar los años de separación.

Pero Damien, que rehízo su vida olvidándola no va a ponérselo nada fácil, lo que va a traer consecuencias insospechadas tanto en su equipo policial como en su entorno familiar.

Carole Bouquet en el
papel de La Mantis
Carole Bouquet se muestra perfecta en su papel de La Mantis. Da el perfil de una asesina calculadora e insensible, justiciera, fría, metódica y exquisita; pero también el de una madre preocupada y el de una mujer que ansía vivir.

Su personaje, el de una psicópata con visos de remisión ¿acaso pueden redimirse los psicópatas?, que va quitándose la armadura con la dificultad por el peso y la incomodidad que eso supone, es tan escalofriante como su mirada fija en el espectador: no saber que está pensando ni cómo reaccionará es de lo más estremecedor de la serie. Ese es el misterio desorientador que confiere a la serie un punto diferencial para crear un thriller que no necesita ser trepidante para ser consecuente.

Hay perversión manifiesta en las mentes criminales pero no siempre los actos son consecuencia de perturbación mental, los que hay que responden a una necesidad catártica de recomponer las relaciones agrietadas y malsanas. Aunque sea rompiéndolas del todo. La Mantis mató, cierto es pero ¿las razones y las víctimas elegidas, a su vez verdugos, justifican sus actos? ¿Es un asesina o una justiciera?

El suspense y la intriga se mantienen, como no podía ser de otra manera, afortunadamente, hasta el final de este absorbente e hipnótico (esa mirada capaz de anular cualquier pensamiento) thriller de fuerte dramatismo; los paisajes tanto exteriores como interiores, estan bien elegidos y cuidados hasta el detalle. Contrasta, evidentemente así pretendido, el hogar familiar con el hogar carcelario. A uno le sobra lujo pero le falta calidez. Al color blanco y negro de las ropas de una se le anteponen otras de escandaloso colorido. A las risas, tristeza.

Una temporada. Seis episodios. Truculentas escenas, enrevesada trama y mucha investigación y muchos nervios. Para empezar a verla y no parar hasta el final en una sola sesión.

Jeanne Weber (a quien de alguna forma recuerda la serie) fue una asesina en serie francesa y real nacida en 1874 y fallecida por estrangulación autoinflingida en 1910 en una institución mental donde cumplía condena desde 1908 como culpable de 1 asesinato, de los diez de los que era sospechosa.

Se diferencia del personaje de la serie de que solo asesinaba a niños, de ambos sexos, y mediante estrangulación.


jueves, 7 de junio de 2018

El peor de los tiempos de Alexis Ravelo

Hay un tiempo para nacer
y un tiempo para morir.

Dice el capítulo 3 del Eclesiastés: “Todo tiene su momento oportuno; hay un tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo: un tiempo para nacer, y un tiempo para morir;…

Es tiempo de morir también es lo que sentencia Roy Batty, el Nexus-6 que busca respuestas desesperadamente, antes de fallecer.

¿Cuál es el peor de los tiempos? En este país para los que lo perdieron todo en la guerra fue aquel el peor de los tiempos; para los que lo perdieron todo con la crisis y para los que están en paro o trabajan de precario, es este; para los millonetis, los poderosos, los don, no hay tiempo malo solo oportunidades de enriquecerse aún más.

El peor de los tiempos no existe o acaso sea el que supone morir.

El peor de los tiempos es la quinta novela protagonizada por Eladio Monroy. Ni la edad, a nada de cumplir 60; ni los souvenirs de casos pasados en un su cuerpo, puntualmente excitados por la meteorología; ni nada de lo que se le diga, por parte de sus queridos; ni nada de lo que le digan, amenazas vanas de pudientes o matones; evitará que Eladio sea leal.

Leal a su código, a su manera de entender la vida, a sus amigos y a su ética, a su personal manera de impartir justicia y al axioma existencialista y solidario que supone procurar irse de este mundo dejándolo un poco mejor que como se encontró.

Y a Eladio lo encuentra su amigo Pepiño Frades en el Casablanca el miércoles a la hora del cortado, puente entre el día de la Constitución y el de la Immaculada, y lo encuentra porqué lo está buscando.

Y quiere de él que busque y encuentre a su hija Elvira, la segunda, la pequeña que hoy es ya adulta pero que para un padre no llega a serlo nunca. Y la quiere ver porqué se está muriendo. En su última despedida no se dijeron lindezas y quiere arreglarlo y verla volver a sonreír aunque sea por última vez.

Eladio, que hace tiempo quiere abandonar este oficio no clasificado, no tipificado en las tablas del IRPF, y que le proporciona quebraderos de cabeza, en figurado y en real, duda lo justo para darse cuenta que no puede negarle nada a Pepiño. Y a pesar de que sabe que las complicaciones surgirán a poco de empezar entra en el cuadrilátero dispuesto a dar más que a recibir.

En esta novela, Alexis y Eladio están más que hartos de la situación política que poco de política tiene y de los políticos que usan los artículos de la Constitución según les convenga para mejorar su expectativa de votos; los estadistas han desaparecido y su lugar hoy lo ocupan los partidistas. Mala cosa es cuando los políticos no tienen política a seguir y se mueven al son que se oye en la calle, pero peor es que la poco que tienen tenga mala fe y mala leche.

Por eso es que esta entrega tiene un grado alto de negrura. Estamos en el peor de los tiempos desde el franquismo y el tiempo no se puede desperdiciar. Tal vez sea  por eso que nos encontramos con un Eladio más visceral y resolutivo.

A quien le guste el cine no podrá evitar encontrar cierto paralelismo en el punto de partida y
Alexis Ravelo
en el planteamiento argumental desarrollado por Garci en El crack. Germán Areta y Eladio Monroy tendrían mucho que contarse, aunque solo fuera empleando la mirada.

Para quienes conozcan a Eladio Monroy de otras lecturas, esta les permitirá amar aún más a un personaje generoso hasta el infinito. Para quienes conozcan a su autor Alexis Ravelo esta lectura les confirmará, más allá de toda duda razonable, la enorme capacidad literaria de este tipo y el porqué de sus premios y de su inexcusable presencia en todo evento noir que se precie. No quedan calificativos para ninguno de los dos.

Otro roncito, por favor.