domingo, 4 de agosto de 2019

La bestia de Chabouté

Todos llevamos una bestia en nuestro interior.

Un cuerpo destrozado ha sido hallado en un bosque cubierto de nieve. Los pocos habitantes de un pueblo pequeño viven atemorizados y los hombres van armados a todas partes, incluso al bar.

La llegada de un inspector de policía encargado de esclarecer el caso no inspira confianza: los métodos policiales son demasiado neutros y parsimoniosos; ellos prefieren actuar de forma contundente y terminar con la bestia, lo que sea que sea, que ha atacado de manera tan feroz.

Se proponen batidas: se han visto lobos merodear por las lindes; incluso podría haber un oso. Hay que terminar con todo lo que suponga peligro. Hay que exterminar toda alimaña. Hay que preservar la vida de las gentes.

Cuando un nuevo cuerpo aparece descuartizado con heridas similares, nada va ya a detenerles y, estando aislados por culpa de la nieve, ni la policía va a poder llegar por lo que se encuentran solos ante esta encarnación del mal a quien pretenden encontrar y escarmentar hasta su muerte.

Nadie puede predecir lo que el comportamiento humano bajo fuerte presión es capaz de hacer. Ya casi hay más miedo al hombre que a la bestia.

Chabouté materializa una historia que extrae de las gentes sus temores ancestrales llegando a creer incluso en lo que se sabe imposible: el mal no existe como ente, si acaso como concepto ético y siempre como opuesto al bien. Y aún y así están convencidos de su materialización en esos cuerpos destrozados que les recuerdan que todos pueden morir en cualquier momento.

Chabouté "La Bestia"
Y esa incomoda e indeseada sensación, Chabouté la transmite en diálogos pesarosos y reflexiones trágicas sobre lo tremebundo de los hechos pero sobre todo con unas precisas líneas de negro sobre blanco. Sin grises ni tramas. Negro y blanco, oscuridad y luz, muerte y vida.

Los efectos lumínicos y la perspectiva se consiguen con los contrastes del contraluz y de la dirección del foco. Todo se combina para ofrecer una lectura reposada a pesar de lo escabroso del tema, su origen y su destino.

Lectura obligada de un ejemplar que no debe faltar en su biblioteca de comics noir.

martes, 30 de julio de 2019

El trío de la Dama Negra de Irene Adler

Sherlock, Lupin, Adler...
¡vaya pandilla!

Todas las persones, los personajes de ficción también, tienen un nacimiento, un desarrollo y a veces una muerte, aunque no se relate.

Esta novela es la primera de una saga de libros que con el título paraguas de Sherlock, Lupin y yo recoge el origen de una tierna e indisoluble amistad entre Sherlock Holmes, Arsène Lupin e Irene Adler, desde que traban conocimiento veraneando en Saint Maló en 1870 en esa confusa etapa entre la pubertad y la adolescencia, y que explica la procedencia y evolución de sus aptitudes.

El relato, perfectamente ajustado a la época tanto a nivel costumbrista como por el léxico empleado, es de corte infantil/juvenil, por lo que es perfectamente recomendable para quienes ronden los 10 años y más.

Es una magnífica oportunidad de introducirse en el mundo de Holmes y Lupin por lo que continuar luego con los libros para adultos con estos protagonistas es el paso natural. Y todo contado por Irene Adler, punto de vista femenino, esa gran desconocida y a la que vamos a poder conocer con el mismo nivel de detalle, o más, que sus compañeros.

El trío de la Dama Negra se inicia con el descubrimiento de un cadáver en la playa y a partir de ese momento y a ritmo de thriller se va a desarrollar una historia que si no fuera por la edad de los personajes y las concesiones inevitables al público a quien va dirigido, bien podría pertenecer a uno de los relatos intrigantes, esotéricos y misteriosos a los que nos tiene acostumbrados el Sherlock Holmes adulto.

Un gran mérito de sus creadores, ya que bajo el seudónimo de Irene Adler se encuentra un equipo formado por Pierdomenico Baccalario, director del proyecto, Alessandro Gatti, escritor y Iacopo Bruno ilustrador.

Lectura absolutamente recomendable. Léanla primero ustedes para adecuarla a sus naturales destinatarios y no se sientan mal por disfrutarla: es el niño que todos llevamos dentro y que se resiste a abandonarnos.

Si disfrutaron con Los Cinco, Los Hollister o Los Tres Investigadores, por citar algunas, esta es su serie. Con un Sherlock que ya apunta su capacidad de análisis y deducción, un Lupin que muestra sus habilidades físicas y su osadía y una Irene capaz de conquistar el mundo.

Aventuras veraniegas muy adecuadas para esta época del año donde hay que dar vida a muchas horas muertas, además esta novela tiene ahora el precio de un helado pero más contenido y con ella pueden ayudar a engrosar las filas de fans de la novela policiaca y la novela negra.

Hijos, nietos, sobrinos y primos se lo agradecerán. Si acaso pongan también el helado.

jueves, 25 de julio de 2019

Las siete muertes de Evelyn Hardcastle de Stuart Turton

Una novela negra que es un ejercicio
de virtuosismo literario.

Un enloquecedor viaje temporal que tiene por objeto descubrir quién es el asesino. Pero no se alarmen, no se trata de montar en una máquina del tiempo y viajar atrás y adelante, nada de eso: se trata de rememorar el mismo día una y otra vez.

¿Recuerdan la película Atrapado en el tiempo, conocida popularmente por el día de la marmota? pues lo mismo pero cada vez en un cuerpo distinto. Para los más jóvenes hay que imaginar una situación en Westworld donde se vive lo mismo que el dia anterior pero encarnando un personaje distinto.

Pero vayamos por partes. Aiden Bishop, el protagonista, ni recuerda quien es ni por qué está donde está ni que ha venido a hacer. Amnesia. El principio puede resultar desasosegante e intricado, no se alarmen que va a ir a más.

Las siete muertes de Evelyn Hardcastle, siete porque ese es el número de veces que Evelyn muere, transcurre en unos espacios en los que la oscuridad ha barrido la claridad; un ambiente decadente, tenebroso y ruín que alberga criaturas a imagen y semejanza y que se relacionan entre ellos de igual censurable manera no despertando ni la más mínima simpatía ni obteniendo ninguna muestra de aceptación o comprensión a sus actos.

Todo empieza en medio de un bosque, el que rodea la casa de campo Blackheath, propiedad de los Hardcastle en una celebración por el compromiso de su hija Evelyn. Hay un asesinato, un asesino y alguien, por razones en principio desconocidas, que debe resolverlo. Todo muy policiaco, excelsamente whodonit.

Solo que hay circunstancias espacio tiempo que cambian las reglas de juego y convierten la vida de los personajes y la investigación en la más intrincada, sofisticada y enconadamente difícil composición de un puzzle formado por octaedros que giran de cara aleatoriamente.

Ocho caras puesto que son ocho las que tiene Aiden Bishop para solucionar el caso y para recuperar su propia identidad que, con tantos cambios, no acierta a saber ni cuál es ni a qué pasado está atada aunque si pueda, con el tiempo, imaginar parte de su futuro.

Adelante, atrás, adelante pero distinto, atrás pero distinto, adelante pero distinto distinto, atrás pero distinto distinto y así. Cada vez un hilo narrativo distinto pero semejante. Puntos de vista distintos para una misma visión. Una enloquecedora cordura, malabarismos neuronales, inmersión en aire.

¿Les parece exagerada esta reseña? Eso es porqué aún no han leído la novela. Una novela policiaca que tanto puede ser novela negra como thriller. Como también novela de ciencia ficción, como costumbrista y de época.

Todo calificativo es válido según que camino se elija andar de los que ofrece el laberinto. Porqué ahí es donde van a descubrirse nada más empezar a leer: en un laberinto que en lugar de plantas verdes y lozanas, muestra hojas muertas, podridas y nauseabundas.

Stuart Turton
Stuart Turton no solo ha sido capaz de pensarlo sino incluso de escribirlo y de forma que se entienda aunque, eso sí, no sea una lectura fácil ni evidente. Ayuda que su prosa es limpia, comprensible y de académica composición.

Descripciones muy medidas para favorecer la acertada descripción de ambientes y lugares y la enfocada visualización del contexto y diálogos precisos con voces ajustadas al perfil de cada personaje (oírla en versión original debe ser de una riqueza extrema).

Un ejercicio de virtuosismo literario que seguro va a gustar a rabiar o va a ser abandonado a las pocas páginas de su lectura. Cualquiera de las dos opciones no les librará de que les explote, virtualmente, el cerebro.

domingo, 21 de julio de 2019

Hierro, serie tv

Hierro es una serie de televisión
que no hay que perderse.
Hierro es de esas series que puedan tener poco eco eclipsadas por las de alto presupuesto, con actuaciones mediáticas e intereses comerciales de toda índole.

Sucede como con la isla, El Hierro, donde transcurre la acción. Una isla pequeña del archipiélago canario eclipsada por las de alta oferta turística, intereses hoteleros y comerciales de toda índole.

El Hierro es una preciosa y extraterrestre isla descolgada del mapa del archipielago. La casa al final de la calle, alejada del resto, en una esquina. No está de paso a ninguna parte. Se va a ella queriendo ir a ella.

Este parcial anonimato puede ser bueno para la isla frente a sus hermanas más solicitadas, populares y populosas: Las Palmas, Tenerife, Lanzarote, Fuerteventura… preserva su identidad. Malo para la serie, cuando menos reconocimiento menos capital para nuevas realizaciones.

En la mañana en que se anuncia una boda, el novio no aparece; el padre de la novia, por sus manifiestas desavenencias con su futuro yerno, es señalado como el responsable del retraso y todos sospechan que el novio se lo ha pensado dos veces por su carácter juerguista. Ceremonia prevista en medio de los preparativos de la bajada, un acto religioso, simbólico y devoto para todos los isleños que se realiza cada cuatro años y, por si fuera poco todo se combina para suceder cuando acaba de tomar posesión de su cargo una nueva juez proveniente de la península.

Una isla es una prisión sin celdas ni muros. Sus habitantes viven encerrados en espacio abierto, una condena de libertad con poca o ninguna salida para los jóvenes.

En una isla, cuanto más pequeña más, no hay secretos y aunque se actúe a voluntad siempre hay alguien que ve, alguien que oye. Los secretos son a voces, pero la lealtad los esconde; en una isla la hermandad es lo más y la defensa ante el forastero es cerrada y orgullosa. El isleño tiende a enrocarse; a retorcerse sobre sus convicciones y sus sentimientos.

Isla El Hierro
Parece extraño que un espacio con un paisaje tan espectacular, mágico y tan abierto contenga una atmósfera tan opresiva y unas relaciones tan subordinadas como si se estuviera en el interior de una mansión victoriana.

Candela (magnífica Candela Peña), la jueza recién llegada a la isla, no entiende el universo de Hierro y poco hace para conectar; su rigidez, su ética y su carácter, cincelado como las piedras volcánicas de la isla, son el obstáculo principal, su coraza para no dejar entrever su fragilidad solo liberada con la sonrisa de su hijo Nico.

Un personaje memorable, como también lo son Díaz (Darío Grandinetti) principal sospechoso del asesinato acusado por pruebas circunstanciales y capaz de empatizar perfectamente con la audiencia y el sargento Morata (Juan Carlos Vellido), de esos guardia civiles que todo el mundo quisiera tener cerca, incluso los gitanos.

Y el resto de secundarios. Todos sin excepción, algunos con la sobriedad que confiere la veteranía otros con el desparpajo del inicio. No hay disonancia, todos suenan con el mismo tono, todos actúan de forma verosímil y todos tienen su punto atractivo e interesante. Les han dado voz para que se oiga, no para hacer ruido (una voz con acento isleño por cierto, donde las palabras flotan por su suavidad fonética). Los responsables son su director Pepe Coira y sus guionistas, el propio Pepe, Alfonso Blanco, Coral Cruz y Araceli Gonda.

Una serie comedida, nada de efectos especiales; honesta, nada de engaños al espectador para generar audiencia; humana, basada en los caracteres y no supeditándolos al argumento; respetuosa, aprovecha el entorno para enaltecer sus virtudes sin caer en vulgarismos turísticos y sobre todo incidiendo con rigurosidad en el enfoque criminal, el procedimiento policial y el posicionamiento judicial.

Hierro es una miniserie de 8 episodios que no deben dejar escapar.

jueves, 18 de julio de 2019

Muerte contrarreloj de Jorge Zepeda

El color amarillo es el que luce en
el maillot del corredor que va líder.
Julio. Calor excesivo. Cualquier movimiento supone un esfuerzo doble. Cualquier gesto supone una gesta. Y sin embargo es el mes elegido para disputar cada año el Tour de Francia.

Esa dantesca aventura que supone recorrer en bicicleta durante tres semanas, con etapas diarias que promedian 5 horas, cerca de 3.500 km con notables desniveles y compitiendo al más alto nivel.

Una exigencia brutal de cuerpo y mente equivalente a correr, en el mismo periodo, más de una decena de maratones o subir tres veces al Everest.

Este evento deportivo precisa que cada corredor tenga los cuidados alimentarios, fisiológicos y psicológicos adecuados para no solo acabar la carrera sino incluso para aspirar a ganarla.

Y si a toda esa presión se le añade la coincidencia de supuestos accidentes con funestas consecuencias para corredores es evidente que el temor a morir supone un componente desestabilizador difícil de gestionar.

El miedo se ha instalado en los equipos y se respira a cada momento, en cada etapa, entre los componentes del pelotón: ciclistas y equipo técnico y directivo. La presencia policial con sus interrogatorios y registros lejos de tranquilizar agudizan la sensación de inseguridad. Los corredores se saben en peligro.

Muerte contrarreloj es una novela negra ambientada en el mundo del deporte de alta competición. En ese Tour de Francia que desde tiempo impretérito asoma a la pantalla del televisor cada verano y otorga grandes alegrías a los amantes del ciclismo, del deporte y del sentimiento patrio.

Una novela negra que habla de amistad y del espíritu del ganador que no entiende de razones que le impidan su objetivo. Habla de sacrificio, de amor, de envidias y de traiciones. Habla de la belleza de una ruta por donde se transita sin verla. De unas inclemencias del tiempo que no respetan a nadie. Y habla de asesinatos.

Jorge Zepeda
Jorge Zepeda demuestra amplio conocimiento del mundo deportivo y del Tour pero no dosifica adecuadamente las fuerzas, no hay que olvidar que son tres semanas, y el desgaste le pasa factura. Ajustar correctamente plato con piñón es la clave para obtener un buen ritmo.

Y no se puede atacar en la subida a todos los puertos, profundizar en la trama criminal, y también en las etapas llanas, profundizar en la trama personal; ya que lla lectura se acaba resintiendo y con el final elegido, no gana la carrera.