domingo, 12 de abril de 2020

No está solo y El ángel de Sandrone Dazieri

Novela negra italiana:
No está solo.

El spaghetti crime es la renovación de la novela negra italiana más tradicionalista. Toma del thriller lo más sobresaliente y adictivo: mucha acción, personajes carismáticos con atractivo físico y personalidad excepcional, tramas conspiranoides, ramificaciones tentaculares de la maldad, disparos, explosiones, persecuciones, traiciones… y las obras de Sandrone Dazieri tal vez sean el ejemplo más ilustrativo de esta corriente.

Más o menos spaghetti western vs western americano. Y han conseguido revitalizar un género aunque el resultado sea pasarse al lado más comercial y más globalizado, lo que no implica necesariamente pérdida de calidad pero si sometimiento a producto.

Novelas que son como los spaghetti al plato: combinan bien con cualquier salsa.

No está solo es la primera novela con Dante Torre y Colomba Caselli de protagonistas, El Ángel es la segunda y habrá más. Tiene que haber más.

Los protagonistas tienen en común el ser damnificados sin cura. Ambos traumatizados por sendas experiencias dolorosas con secuelas irreversibles pero con un sentido de la justicia hipertrofiado que les lanza una y otra vez contra cual sea la pared que tengan delante.

Novela negra italiana:
El ángel
Más que una serie estamos ante una saga de thrillers que explotan la inexplicable química que une a estos dos seres y que aborda temas atractivos para las personas que leen ávidas de que el bien gane, aunque salga malherido en el intento o precisamente por eso.

En la primera entrega, en la que los protagonistas traban conocimiento, se investiga la desaparición de un niño, después del asesinato de su madre, e inicia un caso que en su desarrollo evoluciona hasta derroteros que nadie sospecharía al principio de la lectura.

La segunda sigue los pasos de la pareja que, a pesar del tiempo transcurrido, mantienen una peculiar relación personal y un prurito justiciero que los lleva a meterse de nuevo en líos extraordinarios.

Sandrone Dazieri escribe de forma sencilla para que no haya que interpretar, solo leer y no perder un ritmo narrativo pasado de revoluciones. Obras bien conjuntadas con alarde de imaginación y que entusiasmarán a quienes busquen chutes de adrenalina.





miércoles, 8 de abril de 2020

La vida fácil de Richard Price

Novela negra en travelling.

No es Alabama, Luisiana o Georgia en tiempo pretérito: es Nueva York en tiempo presente; no son inabastables campos de algodón: son anchas avenidas y estrechas calles; no se vive en cobertizos solo en pisos resquebrajados como voluntades y hacinados como pateras. No es lo mismo pero es igual. O parecido.

Negros, portorriqueños, latinos tanto da el origen si no se es blanco. Todos en el mismo saco, todos eternos sospechosos, todos víctimas de un sistema que no quiere darse cuenta que los convierte en verdugos.

Respirar, andar, fumar, fornicar, robar, matar. Nada distingue una acción de otra. Todas acaban en ar. Primera terminación verbal de acciones necesarias.

Su vida no es un proyecto de futuro, su vida es ese pedazo de tiempo que media entre el anterior y el siguiente. Un confuso presente atemporal. Y para vivir este momento que se repite en bucle, hace falta dinero.

Una noche tres blancos regresan de una especie de celebración y se encuentran con dos no blancos que les exigen el dinero. Un blanco se resiste, el dedo en el gatillo se encoge y la bala se lleva una vida. Así de simple. Así de absurdo. Así de innecesario.

La vida fácil no es solo una novela, es un único e inacabado travelling, en donde el homicidio aparece en las primeras secuencias y su investigación ocupa la atención a lo largo de todo el resto de metraje. Inacabado porque la vida sigue mal que bien para unos, mejor que mal para otros.

Richard Price
Las novelas tienen final. Las personas también. La vida no y sigue entonando un lánguido y lastimero blues para los oídos que lo quieran o sepan escuchar.

Richard Price demuestra que no todos lo que andan arrastrando los pies, con los brazos flácidos a los costados, cabeza ladeada y mirada perdida son revividos, pero sin excepción también son zombis.

Describe una vida poblada de personas que dan lástima, que se interpretan a si mismo revertidos a personajes a su vez lastimados. Los hace hablar con las palabras que se repiten cada día buscando justificar sus acciones y queriendo creer que todo es por un fin. Aunque nadie sepa cuál es ni nadie acierte la respuesta.

Hay novelas que cuentan dramas; hay dramas que se cuentan de forma novelada. Sea como fuere La vida fácil, que de fácil solo tiene el título, es una novela negra tan dura por la sinrazón y sordidez de sus actos y tan blanda por los personajes indefensos ante tanta sinrazón que parece de plexiglás.

Una porra extensible con la que la vida da latigazos que dejan marca ¿por qué a mí? ¿Por qué yo?

domingo, 5 de abril de 2020

Asesinato en la Plaza de la Farola de Julio César Cano

Dormir en el recinto de un cajero
automático no es seguro.

La primera novela protagonizada por el inspector Monfort que se desplaza de Barcelona, donde vive, a Castellón requerido para afrontar un caso que parece uno más que tiene como víctima a un indigente. Pero entonces sería carne de archivo y no precisaría ni de un sabueso, díscolo pero eficaz, ni de una perfiladora procedente también exprofeso de Valencia.

Hallan un sin techo muerto en el cerrado de un cajero automático de una entidad bancaria.

Su presumible deficiente calidad de vida es la causa probable de su fallecimiento, pero a veces un caso se explica del modo más simple. Otras no. Y en esta ocasión lo simple se vuelve complejo y lo complejo sencillo.

La investigación va de un lado para otro ya que hay indicios y aspectos que no acaban de cuadrar pero que tampoco parecen encajar unos con otros. Hay dudas y pasos en falso y atar cabos, cuando estos se mueven o están pringosos de aceite no es nada, pero que nada, fácil.

Y si encima el autor ayuda sembrando algún que otro despropósito argumental la verosimilitud salta por la ventana cuando se abre la puerta a un análisis exigente.

El inspector Bartolomé Monfort se toma el trabajo como una medicina, lo usa para paliar el dolor y por ello no sigue pauta de horas ni regula la dosis: tanto como sea necesario. Antes de ahora disfrutaba de la vida y le queda aún un paladar suficientemente educado como para apreciar la calidad en la comida y en la bebida, lo que permite al autor dar un repaso por locales y platos, más que sugerentes, de la zona.

Julio César Cano
Julio César Cano abre el fuego, con esta, de una serie de novelas, va por la cuarta publicada, protagonizadas por este tópico pero no por ello menos interesante inspector que es Bartolomé Monfort.

Al finalizar la lectura apetece conocer más y mejor a los protagonistas, y esto, en una primera novela, es motivo más que suficiente para darle valor en contexto.

El autor también ha escrito, en paralelo, sobre gastronomía y viajes y en sus obras, por su pasado relacionado activamente con el mundo musical, hay sonoridad.


lunes, 30 de marzo de 2020

Asesinato en el laberinto de J. J. Connington

Novela policiaca de la golden Age.

Un laberinto se ve siempre como un lugar donde algo o alguien indeterminado, con intención ominosa, parece acechar a cada paso. Por muy luminoso y colorido que sea siempre se presenta como un lugar donde enfrentarse a los propios miedos y del que nada más entrar ya se desea salir.

Un escenario concebido para dar cabida al misterio y la sorpresa. Un exuberante alarde de verde naturaleza dominada y moldeada con geometrías contranatura que se contrapone a la salvaje libertad de los bosques, pero además un eco de violencia y sangre proveniente de cuando el Minotauro.

Y si el laberinto tiene dos centros con dos recorridos distintos, aunque sean simetricos, la ansiedad se multiplica por dos. Y claro si tiene que cometerse un asesinato, justo en el centro, también va a multiplicarse por dos. Y el misterio también va a ser doble.

Estamos ante una novela policial, que no novela negra, de la Golden age británica respetando en su estructura argumental y su ambientación los cánones establecidos, incluso adoleciendo del parsimonioso ritmo narrativo al que le hubiera beneficiado mayor dinamismo y mejor comprensión dramatica.

Comprensión no por lo que sucede o se describe sino por el motivo del crimen y que por eso la explicación final, esclarecedora e imprescindible, es de por sí misma un pequeño e interesante relato.

Sir Clinton Driffield y su amigo Wendover, en un papel que recordaría el del Hastings de Poirot o del Watson de Holmes, encarnan la investigación mientras que el jefe de policía local aporta el cariz legal y oficial, y contrapunto a la inteligencia, a los extravagantes gestos y solicitudes de los citados.

J. J. Connington
17 novelas policiacas es el aporte de J. J. Connington (1880-1947), seudónimo de Alfred Walter Stewart, a la historia del género y Asesinato en el laberinto, Murder in the Maze, data de 1927 y sería la quinta publicada.

Y en esta hay que reprocharle que haya trabajado tan poco los personajes que cueste hacerse con ellos, que la trama presente algún salto temporal que no se acaba de justificar cuando podría haber empleado otros recursos narrativos más afables. Y la traducción, y eso ya no le corresponde, tampoco ayuda al emplear sustantivos y expresiones en desuso para el momento en que se ha publicado.

En el conjunto se evidencia la bisoñez de la obra y que probablemente a lo largo de su producción mejoró. Habrá que esperar a ver si se edita algo más.

Mientras pueden echarle un vistazo a las primeras páginas, gracias a la editorial, en este enlace

jueves, 26 de marzo de 2020

Los pistoleros o el caso Hamster de Fernando Figueroa Saavedra

Novela negra espectacular,
distinta, rabiosa,
transgresora, divertida
y apasionante;
desde la trama
amoroso-erótica hasta la policial.

Todo en la vida ofrece una cara ortodoxa y otra heterodoxa, simplificando: lo habitual y lo extraordinario. Bien hallados los heterodoxos por ser descubridores de nuevos caminos e iluminadores en la incierta oscuridad.

En la novela negra hay mucha, demasiada, excesiva, ortodoxia y no por falta de imaginación o empuje sino por aquello de asegurar. Que todo tiene un coste y las editoriales favorecen los experimentos si son de autoedición y con agua carbonatada.

Los pistoleros o el caso Hamster es una novela policiaca heterodoxa que transcurre en abril de 1892. Atrae la atención por su cubierta diferente, atrevida y sugerente a partes iguales. Ya en el inicio de la lectura y a la que el cerebro empieza a interpretar las palabras que conforman párrafos, que igual necesitan relectura, descubre que está ante algo inhabitual. La sorpresa expande la sonrisa y el deseo por querer más azuza el intelecto para que se esfuerce en interpretar correctamente tanta información y osados juegos de palabras.

Los pistoleros o el caso Hamster es una novela policiaca, negra, transgresora, divertida y estimulantemente erótica que transcurre en 1892 en Rabishpool, esa población portuaria cercana a Cardiff donde el galés barre el inglés (y se nota ya que la traducción ha requerido sordo trabajo para hacerse entender).

El johnnie Harold Maesnow, ex-inspector de policía y ahora solo agente, se encarga de investigar un asesinato, uno más, en el Distrito Rojo donde parece que las negociaciones entre patronal y sindicatos han entrado en un nuevo nivel y en el que los acuerdos ya no se redactan en papel sino que se escriben baleando cuerpos.

Polítiqueo, posible topo en el cuerpo, comunidad gay fuertemente representada, nada ni nadie exento de sospecha y por si fuera poco, la visita de su tío William Maesnow va a complicar aún más, si cabe, la vida del ex-inspector al presentarle un aspecto desconcertante de las relaciones humanas que incide en la que el mismo mantiene con una pelirroja actriz de teatro.

Una trama policial, negra por momentos y oscura siempre, muy bien presentada y magníficamente resuelta con un final que enlaza con el principio y transforma el interrogante en círculo. Una exhibición de realismo farandulero y de modus vivendi de las clases menos favorecidas y un retrato del cuerpo de policía en una situación de ambiente tensionado por los asesinatos y la incertidumbre del mañana. Sin olvidar situaciones caóticas, irónicas y delirantes que remiten a Henry Wilt.

Fernando Figueroa Saavedra
Dentro de su florido lenguaje de época, de esos que hay que leer y saber escuchar, destaca el atrevimiento y el esfuerzo por conseguir algo sorprendente y efervescente.

La edición viene trufada de dibujos del propio autor Fernando Figueroa Saavedra, incluido el de la cubierta, y el diseño de las páginas (con su hilo de Ariadna que te acompaña de principio a fin) ofrece un conjunto muy bien cuidado (es mi primera lectura de esta editorial, Alma Negra, y no sé si es costumbre o excepción) que merece reconocimiento y agradecimiento por su consideración hacia el público, que al comprarlo no obtiene un producto sino que recibe un regalo.

Una lectura que no van a olvidar ni se van a cansar de recomendar.