domingo, 26 de febrero de 2023

El Caso Bramard de Davide Longo

Davide Longo nos ofrece una novela negra convencional y tradicional; si bien en el inicio da la impresión de que se está ante un intento de presentar la trama de forma novedosa, pronto encadena templates de solvencia contrastada y se lanza por el camino del medio.

El Caso Bramard es una novela negra que indica claramente que lo es, al no tener reparo alguno en ir incorporando tópicos de aquí y de allá no solo para armar el argumento, también para desarrollar la trama, para definir y caracterizar los personajes y las relaciones entre ellos, e incluso con el pretendido golpe de efecto.

Inevitable pensar en tantos títulos de libros, de series y películas que parecen haber dejado su huella en este argumento. Pero como todos han funcionado, es de suponer que esta novela también consiga facilmente sus parabienes. 

Es de lectura rápida por ser ágil en el manejo de los tiempos y de los escenarios y de fácil comprensión ya que va anunciando cada paso y no requiere esfuerzo alguno de interpretación de intenciones.

Su novedad radica en que no es una novela negra italiana al uso ni, por extensión, mediterránea, al presentar un personaje al que la comida no le despierta interés, no fuma y es abstemio.

Corso Bramard dejó el cuerpo de policía hace veinte años y malvive aquejado de malos recuerdos en una casa destartalada que no puede llamarse hogar. Da clases, sin mostrar entusiasmo, en un instituto y se enfrenta a desafíos peligrosos escalando solo. Luego recupera fuerzas en un bar que para él no tiene cartel de cerrado.

De vez en cuando recibe una carta que le recuerda el caso que no pudo resolver. El caso que le apartó de una prometedora carrera policial y le rompió la unidad familiar. Un caso abierto como las heridas de su yo interior.

Ahora ha recibido otra carta y ejecuta el mismo ritual de siempre: la abre con guantes, la lee, la guarda en una bolsa de pruebas y la lleva a la comisaría a analizar. No espera nada nuevo del análisis, aunque lo desee con todas sus fuerzas. Y esta vez es posible que la suerte le sonría.

A pesar de su falta de originalidad resulta imposible no empatizar con el personaje, bondadoso en grado extremo, ni con su desgracia, atroz; ni con los secundarios en el bar, instituto y en la comisaria. Imposible no querer saber más de su día a día y de su incierto futuro, tanto de él como de los secundarios en el bar, instituto y en la comisaria.

La novela se presenta como la primera de la serie Los Crímenes del Piamonte, por lo que tendrán la oportunidad de seguir las andanzas de Corso Bramard y los secundarios, en el bar, el instituto y en la comisaría.

 

domingo, 19 de febrero de 2023

Al otro lado de Marc Betriu

El espionaje en tiempos de paz se nos muestra acompañado de cierta sofisticación y glamour ya que se debe acceder a información que suele estar custodiada por personas relevantes.

Pero el espionaje en tiempos de guerra alterna baldosas relucientes con el fango de las trincheras y la copa de champán con la pistola con bala en la recamara. Toda ocasión es buena para obtener información y toda celebración es digna de ser disfrutada pues no se sabe que deparará el mañana.

Siempre vigilante; atención al menor ruido; cuidado con lo que se dice; cuidado con quien se habla. Toda precaución es poca; en la ruleta del espionaje la apuesta es la vida.

A Mastreta, el servicio de inteligencia republicano, le ha encomendado la misión de recuperar una cinta de película que compromete su imagen. El peligro no solo está en el destino sino en el viaje. De Tarragona a Francia y del país vecino a San Sebastián.

Al otro lado es un thriller de espionaje y a su vez una novela negra que bordea el totalitarismo que se sospecha pero aún no se ha instalado. Muestra la relevancia que en la guerra tiene el frente y la retaguardia donde la propaganda libra y gana batallas invisibles. De las que nunca constarán en ningún libro de historia, pero tan trascendentales como las otras.

“En este negocio no se perdona a nadie” dice un coronel en un momento dado y es tan cierto como que en el espionaje la vida no tiene valor individual sino es en beneficio de la misión. Una misión que responde a una ideología, que a su vez se sustenta del inconsciente colectivo de una gente que lo único que desea es que el dolor y el sufrimiento se acaben.

Las guerras se inician con silbidos de trompetas y clarines y acaban entre silbidos de flemas tuberculosas. Mucho olvido para muchos.

Marc Betriu ha construido un relato que aúna lo novelesco con la realidad.

Le da merecido rango de héroes a quienes tienen el encargo de llevar a cabo misiones de espionaje y especialmente a las personas que sirven de apoyo.

Rescata el romanticismo, flor en el fango, en momentos en los que muestra que también tienen su lado humano y falible.

Y no duda en describir la violencia que lejos de peleas de artes marciales recogidas por múltiples cámaras suelen ser barriobajeras y contundentes.

 

miércoles, 15 de febrero de 2023

El Ladrón de Rostros de Ibon Martín

Los componentes de la Unidad de Homicidios de Impacto, la UHI, andan diseminados en tareas de atención ciudadana bajo los efectos de la pandemia del COVID, cuando reciben el aviso de reincorporarse a su función principal para investigar un asesinato que responde a un comportamiento propio de un ritual de origen desconocido.

Madrazo, Cestero, Julia y Aitor se desplazan hasta Oñati para encontrarse con el horror que representa el cadáver de una mujer joven, abierta en canal y vaciada de cualquier órgano. Un espectáculo espeluznante que haría las delicias de un retorcido pintor tenebrista.

Un asesinato que responde sin duda a un acto ritual y que satisface una necesidad, todavía inexplicable para los investigadores, que es la clave para solucionar el caso.

Y así en un lugar casi idílico, se mezclan asesinatos, con infidelidades conyugales, infidelidades ideológicas, desatinos ególatras, supersticiones ancestrales y deseos de recuperar la hermandad con la naturaleza.

Ibon Martín, es capaz de ubicar la maldad en un entorno pastoril entre vacas, ovejas y abejas. Consigue también que el mal no se amilane por moverse en un entorno de ermitas, iglesias, conventos y monasterios cuya sola presencia debería bastar para hacerle retroceder.

Logra conservar la esencia del whodunit clásico, gestionando cuidadosamente los descansos, que la trama necesita y merece, para ir dando tiempo al lector a asimilar los nuevos acontecimientos. Dándole carrete para tensar el suspense.

Y con todo eso no olvida profundizar en sus protagonistas principales, aquejados de los males de la soledad que conlleva el oficio, alejándolos de estereotipos y aún más de meras descripciones en un papel. Y todavía tiene tiempo para que los personajes secundarios tengan su protagonismo en voz y carne conformando un coro de caracteres complementarios que le otorgan a la obra la complejidad necesaria que la dota de máximo interés.

El ladrón de rostros recoge la dicotomía ancestral del bien y del mal para enfrentar al lector a reflexiones y preguntas sobre la impecabilidad. Si la fe mueve montañas ¿cómo no va a sacudir mentes? Si la religión ilumina ¿cómo no va a deslumbrar? Si se obra atendiendo la voluntad de Dios ¿cómo va a ser pecado?

El ladrón de rostros es una novela policiaca rural que advierte de que todo gallinero tiene su zorro.

Las dos novelas anteriores protagonizadas por la suboficial Ane Cestero y la UHI también se han reseñado en este blog. De nuevo cubierta bien cuidada: efecto gotas de agua cayendo y formando círculos sobresaliente; mapa imprescindible y grafismo para quien no sepa lo que es una argizaiola. No se conformen con leer una si pueden leer las tres:

La danza de los tulipanes

La hora de las gaviotas

viernes, 10 de febrero de 2023

A bocajarro de José Manuel del Río

Probablemente si les hablara de comer crudo, pensarían en fruta, hortalizas, un condimentado tartar o un colorido sashimi y les resultaría apetitoso y agradable a la vista.

No sería así si, en realidad, me estuviera refiriendo a la escena de un gran felino africano devorando una joven gacela o un gran cocodrilo del Nilo triturando, más que masticando, una cría de cebra.

No. No es lo mismo hablar de un asesinato calculado e incluso tal vez mal justificado que la muerte de una joven, casi una niña, asesinada a bocajarro. En crudo.

A Carla la han echado de este mundo antes de poder conocerlo, amarlo, aborrecerlo. A Carla la han asesinado y a Martín y a Toni, agentes del grupo de Homicidios de la Policía Judicial de Madrid les toca resolverlo.

Un caso de los que nadie quiere; por ser la víctima tan joven y porqué sin pistas ni testigos es de los que se enquistan y acaban en una carpeta acumulando polvo.

Nada es cómodo en este caso, ¡cómo si alguno lo fuera!, no ayuda que la jueza sea exigente, que el comisario Cañas esté a punto de jubilarse, que los padres de la víctima hayan pasado del hundimiento por el llanto a una determinación alarmante, que alguien con un anillo reluciente y vinculado a la prostitución aparezca de repente.

No, nada ayuda y Martín, el veterano de los dos, intuye como se puede llegar a complicar todo y teme que se le vaya de las manos.

José Manuel del Río emplea un léxico actual, callejero, de pandillas, de bandas; construye frases como salivazos; emplea las palabras como pinchos, buscando el lugar donde clavar. Y adereza la historia con el calor del que hace gala Madrid cuando se pone en cinemascope, para que la angustia y la urgencia se sumen al sudor.

A bocajarro es una novela negra servida cruda, que muestra el peor de los lados malos que tiene quien es capaz de asesinar. Transcurre por barrios que si están en los mapas es para que nadie vaya a ellos por error. Evoluciona entre gentes de mal vivir, mal pensar y peor toma de decisiones.

Es en la periferia de la periferia donde empieza el abismo que equipara a humanos con fieras salvajes y no importa quien sea la víctima.

Y lo peor, tampoco importa el motivo.

domingo, 5 de febrero de 2023

El Tiempo de las Moscas de Claudia Piñeiro

Una mosca, ese díptero odiado por muchos y venerado por algunas culturas remotas, aparte de poder volar tiene la ventaja de poder ver a cámara lenta lo que en realidad transcurre en un, tal vez, nanosegundo.

Inés envidia esa capacidad. Poder ver, foto a foto, todo el alcance, la importancia y la trascendencia de un gesto. Tal vez por eso, porque nunca la tuvo ni tendrá, le gustaría tenerla.

De haberla tenido tal vez no hubiera disparado y ni Charo hubiera muerto ni ella hubiera lanzado su vida por la borda. Asociar la cárcel con el mar solo es bueno si puedes mantenerte a flote durante el tiempo que allí estés.

Hay que aprender a socializar y a empatizar, algo que para Inés resulta tan abstracto como interpretar un Pollock cabeza para abajo.

Inés ya está en la calle, lo que se puede entender como estar en libertad si no fuera porque las cadenas que la atan no son físicas.

Ha abierto un negocio de fumigación amable y comparte oficina con la Manca que va de detective privado básicamente investigando a quien pone cuernos. Ambas eliminan bichos.

En una de sus visitas desparasitadoras, Inés recibe una propuesta, no exenta de un buen pago, en dólares, que tiene su riesgo. O sale rica o sale presa. Le dicen que ella, que ha matado, está capacitada para entender que la venganza es el mejor remedio para curar la vergüenza.

Y entre las dudas y las decisiones y las consecuencias va transcurriendo la novela para encarar un final que Thelma y Louise contemplan desde primera fila comiendo palomitas.

El Tiempo de las Moscas es una novela negra que refleja un estado social donde la contradicción humana es la base de las acciones. Es una novela que no pretende dar respuestas ni soluciones, si acaso generar interrogantes que tienen a la mujer en el ojo del huracán, ¿quién decide cual es el comportamiento correcto? ¿es madre quien pare o quien quiere? ¿por qué la igualdad y los derechos han de ir de la mano del feminismo y no pueden generarse por el solo hecho de ser persona? ¿por qué los oficios discriminan por sexo o por género y no por aptitud?

Claudia Piñeiro, hace que El Tiempo de las Moscas la protagonicen mujeres. Todas, a su manera, supervivientes. Es una novela femenina por su condición, feminista por su intención y humanista por vocación.

Cada uno de nuestros actos es consecuencia de pensamientos que no son lineales. Los neurotransmisores tienen voz propia, cada cual la suya, distinta, y en esos nanosegundos que se tarda en decidir un gesto, ha habido decenas, cientos, miles de conversaciones cruzadas de partidarios y detractores, ¡votemos! Se oye de vez en cuando para aplacar la discusión y para elegir una acción.

No es una novela fácil pero una vez establecida la sinapsis ya no hay vuelta atrás. Hasta el final. No, dejémosla. Tal vez unas páginas más. Hay que leerla toda sin dudar. ¿Tú crees? ¡Votemos!