Estamos ante un resultado no tan exitoso como hubiera podido ser; ante una intervención quirúrgica que se nos ha ido de las manos por mezclar innecesariamente churras con merinas, y claro el paciente no ha sobrevivido.
Y así es. Al autor y cirujano Alejandro Arís le sobra oficio médico y le falta oficio de escritor. Le sobra conocimiento de quirófano y de funcionamiento hospitalario, se nota, y le falta detalle en temas de narcotráfico, por ejemplo, donde se mueve por tópicos. Le sobran los conocimientos de comidas y hoteles buenos en donde también narra desde lo vivido en primera persona, se nota, y le falta cuando entra en otros ámbitos donde escribe de oído. Le sobra conocimiento arquitéctonico y le falta personificación del terrorismo.
Pero hay demasiadas temáticas mezcladas y con tantos hilos que seguir y de donde tirar, se pierde la verosimilitud y se queda en caricatura.
No había necesidad de complicarse tanto la vida, señor Arís. Solo con moverse en lo suyo, con el fascinante tema del anticoagulante, las luchas intestinas entre farmacéuticas, el intricado mundo de las patentes, los celos profesionales y las envidias personales, los asesinatos inherentes y entremezclando sus anécdotas (reales) del día a día: genial, aunque me esté mal decirlo, la de la monja de clausura con cirrosis hepática producida por sus excesos con ¡el Agua del Carmen!; solo con eso habría bastado para darle a su novela un toque redondo de género interrobang.
La idea de introducir el método asesino del matarratas que actúa a destiempo y posibilita así el desviar la relación causa y efecto es muy interesante y literariamente hablando podría haber dado mucho más juego.
Usted sabe mejor que nadie que cuando hay que cortar, hay que cortar; que no hay que tener dudas en suprimir todo lo que pueda enturbiar la trama principal. Y que después se cose, con hilo longevo, eso si, y no se nota nada.
Y aún y así consigue enganchar al lector, a quien entretiene e intriga a la vez, a quien ilustra de forma didáctica en temas de quirófano sin necesidad de acudir al diccionario. Y a quien, ¿porque no decirlo?, levanta la moral con ciertas escenas subidas de tono, tal vez innecesariamente largas y detalladas.
¿Lo han leído? Esperamos su diagnóstico. En comentarios, como siempre. Gracias.
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