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jueves, 27 de marzo de 2014

Verano en rojo de Berna González Harbour

Sotanas y futbol: las primeras esconden vicios ocultos,  el segundo exalta sentimientos mundanos al tiempo que anestesia realidades.

La roja es como se denomina en España a la selección nacional de fútbol: la roja! si Franco levantara la cabeza.

Verano en rojo toma el color del calor del sol, del calor del fuego, de la sangre de las víctimas, de la camiseta de los jugadores de fútbol, de la pasión.

Todo coincide y se da cita en ese verano del 2010, aunque sea en lugares distintos y dispares por latitudes medibles y aunque sea por motivos distintos e intenciones dispares por medibles escalas de valores humanos y divinos.

A la comisaria María Ruiz la concertada comida familiar y la expectativa de sentarse ante un televisor para seguir las evoluciones de los jugadores de fútbol en un partido del mundial de Suráfrica (Waka-Waka) que se anticipa de resultado incierto aunque apasionante, se ve truncada ante una situación igual de incierta y más desesperante: la aparición de un cadáver en el estanque del parque Juan Carlos I.

El cadáver de un chico joven siempre es algo que se atraganta y que induce a dedicar el 150% a encontrar el culpable.

María Ruiz empezó como psicóloga en el cuerpo y ahora, desde hace un año, es comisaria. Aunque tenga que recordarlo constantemente a paisanos y compañeros y es que su aspecto de modelo: largas piernas, cuerpo de gimnasio, larga melena negra, atractiva, no cuadra con la imagen agria de gesto torcido que las series de televisión se empeñan en utilizar para describir al poder policial.

El personaje de María es el de esas mujeres, como tantas otras, que tienen que luchar y luchar para demostrar lo que ya se sabe pero no se reconoce: que su condición de mujer solo la resaltan los compañeros de trabajo masculinos envidiosos y pusilánimes. Los únicos que se sienten amenazados si se evidencia su incapacidad.

Por suerte cuenta con compañeros de investigación bien calzados y muy bien caracterizados por la autora: Tomás, Luna, Esteban,  Carlos... que enriquecen el componente humano de la trama policial con sus puntos de vista distintos y sus conocimientos especializados.

Berna González Harbour describe y desgrana con más estilo periodístico que literario una trama muy de actualidad en el momento en que se escribe y se publica.  Aunque ni las sotanas ni los trapos sucios que esconden debajo ni el futbol y las económicas corrupciones que esconden en despachos pasaran, lamentablemente, nunca de moda.

Es una novela que muestra lo que hay debajo de esa piel de toro a la que va a parar todo lo barrido y de la que nadie se atreve a tirar. Triste destino en lo universal de una España que parece empeñada en mirar siempre para el otro lado.

Y utiliza como metáfora el modo como la Iglesia dirige, bajo la sombra del palio, a los que gobiernan y como estos enaltecen una victoria en el fútbol para disimular sus ineptitudes, para describir lo lejos que estamos de la madurez europea.

Cuando Bruno Bauer escribió y Carlos Marx publicitó que la religión era el opio del pueblo, el fútbol aún no había hecho su irrupción mediatica. Éste y no aquella es el verdadero paraíso en la tierra y si no que lo pregunten por la calle.

Berna González Harbour ha escrito una novela negra de la España negra, se atreve con el poder religioso y su manto de santidad manchado de semen, ofrece un retrato de eclesiásticos cuyos pecados no se absuelven con cuatro Ave Marías y dos Salves al amparo de un confesionario.

La Comisaria Ruiz ya tiene su segundo caso publicado: Margen de error, próximamente reseñado en este blog.

Y si quieren pueden desayunar como ella y comer Corbatas de Cantabria, tierra por donde le lleva la investigación, recién hechas de un modo fácil y rápido:

Corbatas 

Ingredientes 

1 lámina de hojaldre
Almendra molida 
1 clara de huevo
150 grs de azúcar glaseado
aceite para freír 


Preparación 

Se alisa la masa de hojaldre con un rodillo y se corta en rectángulos de aproximadamente 15 centímetros de largo por 7 de ancho. Hay que retorcerlos por el medio un par o tres de veces.

Se pintan las puntas con la mezcla de la clara y el azúcar y se finaliza espolvoreando encima la almendra molida. 

Meter en el hormo precalentado a 200º y dejar cocer hasta que el hojaldre tome color dorado, aproximadamente 15 minutos.

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