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martes, 9 de septiembre de 2014

Hablando con los muertos de Harry Bingham

Para entenderse con los muertos no hay más que ser uno de ellos. O, estando vivo, creerse muerto.

Fiona Fi Griffiths es una joven detective perteneciente a la Comisaría de Policía del Sur de Gales que participa en su primer caso criminal, un caso que involucra toda la comisaría de Cardiff al tratarse de un posible doble asesinato en las personas de una madre, aún joven, y de su hija de solo seis años de edad.

Fi anda un poco a su aire, lo que le supone broncas de sus superiores y alejamiento de sus compañeros. Su carácter reservado resulta casi antisocial y el no beber alcohol ni café tampoco predisponen a facilitar conversaciones ni dentro ni fuera de la comisaría, por lo que es la rara.

En todas partes hay alguien así y para ella no supone ningún problema representar este papel, mientras con ello pueda actuar según sus impulsos y seguir su ritmo.

Un particular ritmo que viene condicionado por una enfermedad manifestada en su adolescencia que le arrebató dos años de su vida y que explica las razónes de ser como es y de sentir como siente.

De haberse convertido en alguien que no comprende porqué en determinados momentos sale agua de los ojos de las personas y no desconocer si eso duele.

De ser alguien que necesita saber siempre la verdad y terminar lo que empieza. Y que conoce a los débiles y a los que sufren más que a su propia persona. Y que puede sentir y padecer como ellos.

Las muertes de Janet Mancini y la pequeña April que se presentan con un atractivo misterio añadido al descubrir una tarjeta de crédito junto a los cuerpos de alguien fallecido tiempo atrás en un accidente de aviación en alta mar. Y este inicio genera unas expectativas que pronto se diluyen en un caso que toma la vía convencional como camino para el despliegue de la trama.

Hablando con los muertos presenta un caso que empieza con dos cadáveres y que tiene detrás ramificaciones delictivas muy execrables. El desarrollo de la investigación va delatando las actuaciones criminales y permite el encaje de piezas en una mente privilegiada para estos asuntos como es la de Fiona.

La novela tiende a centrarse en la complejidad psicológica de Fi, personaje sobre la que pivota, y sobre el modo que tiene de implicarse emocionalmente en la investigación que a menudo queda en segundo plano al destacar cada unas de las reacciones que experimenta la protagonista en cada una de las situaciones que se le presentan, tanto en la manera de abordarlas como de vivirlas.

De esas novelas que las fajas promocionan como novela negra psicológica.

El porqué del enfoque acaba entendiéndose en las últimas páginas de la novela cuando el comportamiento de la joven detective se hace comprensible al darnos a conocer cual fue la enfermedad padecida y como eso trastornó su crecimiento mental.

También se facilita información sobre su infancia lo que también ofrece algunas claves para entender otros aspectos que la inquietan de forma permanente.

El desarrollo de la trama policial luciría más, pese a ser pulcramente ortodoxa en su justificación y despliegue, de no quedar eclipsada por las proyecciones de la protagonista que si resulta en exceso heterodoxa.

Al terminar de leer queda la sensación de que podría haber sido mejor, y que el título engaña, y que de haber continuidad en la serie hay que trabajar la integración de la trama exterior y las vivencias interiores de la protagonista. Ambos aspectos son muy potentes pero no se han beneficiado de su asociación.


Harry Bingham tenía un buen material de partida con esa enfermedad, ese síndrome, ese delirio de la negación, prácticamente desconocido y de trascendencia aterradora, y podría haberle sacado mucho más rendimiento creando una trama más compleja y turbadora, pero por algún motivo se le ha encogido el brazo.

Tal vez ahora, ya sin los nervios de la primera novela, consiga soltarse y ofrecer mayor riqueza en matices.

2 comentarios:

  1. Pues habrá que esperarse a que pasen los nervios de la primera novela.
    Gracias por tu sutileza.

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    1. Publicar la primera es díficil pero no imposible; la segunda ya es otro cantar.
      Saludos!

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