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domingo, 29 de mayo de 2016

Adam Clarks de Régis Hautière y Antonio Lapone

Un cómic cartoon de mucho nivel
Régis Hautière aprovecha una coyuntura inexistente en época actual, ya que sigue presente el telón de acero y mantiene la guerra fría entre Estados Unidos y Rusia, para escribir Adam Clarks: un guión inteligente y trepidante de robos y espionaje que haría las delicias de cualquiera de las series televisivas que triunfaron en aquella época como Misión Imposible o Los Vengadores por mencionar tal vez las más conocidas y con las que tiene elementos en común.

Y para ello crea un personaje, Adam Clarks, un cronista de sociedad que usa seudónimo para ocultar su identidad del mismo modo que cuando ejerce de ladrón de guante blanco usa máscara para impedir ser reconocido. Y le hace compartir protagonismo con el rubí De Long Star, con la bella Irina, el programa de carrera espacial y los Servicios Secretos del KGB y de la CIA de las dos súper potencias mundiales.

Adam Clarks con su gusto por el vestir, su percha, aspecto de conquistador, osado y habilidoso ladrón y  perfil de espía tiene un poco de cada uno de los iconos que han cultivado el género, así recuerda, entre otros, a Gary Grant (en cualquier película de Hitchcock) y a Sean Connery (encarnando a Bond, James Bond) y a Tom Cruise (como Ethan Hunt en Misión Imposible) y cae bien desde el primer momento. Entiende la supervivencia como religión y como fiel devoto se ciñe a sus mandamientos sin protestar.

Adam Clarks un ladrón no tiene porque ser
un delincuente
El argumento es presentado por un narrador presencial que sustituye a la voz en off tradicional, con lo que aporta más credibilidad a la historia, en un recurso que sin ser novedoso es cuanto menos casi original por lo poco que ha sido utilizado. El personaje va relatando la trama colándose con apariciones puntuales por las viñetas.

La parte gráfica, por lo que se refiere al dibujo y a la composición evoluciona el Estilo Átomo que, surgido a raíz de la iconografía de la Exposición Universal de Bruselas de 1958, con el Atomium en cabeza, combina diseños de los años 60 con otros más vanguardistas dando lugar a una estética retrofuturista que tan bien casa con el género noir y sobre todo con el glamour atribuido al mundo del espionaje.

Antonio Lapone demuestra un gran conocimiento de la técnica y la emplea para construir unas páginas muy dinámicas con estructura de viñetas estilizada y dibujos de trazo de elegancia minimalista y mucha presencia geométrica, evolucionando brillantemente el estilo que tan bien sirvió para identificar en su momento a Yves Chaland y Serge Clerc entre otros.

El uso del color sorprende desde el primer momento por convertirse claramente en el tercer elemento narrativo por mérito propio, después del guión y del dibujo. Al sobrepasar las viñetas y extenderse por toda la página evita el salto de una viñeta a otra ofreciendo una lectura en continuidad, poniendo la luz en el lugar adecuado en cada momento.

Dibukks mantiene su alto nivel de calidad editando este cómic en cartóne, en un generoso tamaño XL de 24,5 x 32,5 cm y en un más que adecuado acabado en mate. Un cómic para admirar y releer una y otra y otra vez. Una pieza de colección.

New Frontier, jazz-rock  para minorías
La BSO, la señala el propio cómic y es inherente a la esencia del argumento y a su estética general, la conforma la pieza New Frontier. Escúchenlo y disfrútenlo en su video original y vean el guiño a la similitud de los rojos tejados con De Long Star y las referencias a la amenaza nuclear que supuso la guerra fría.

New Frontier del álbum The Nightfly (1982) de Donald Fagen

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