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domingo, 18 de diciembre de 2016

Olmos y Robles

Olmos y Robles similares pero distintos.
Agustín Gus Robles (Rubén Cortada) es un teniente de la Guardia Civil curtido en peligrosas misiones orientales que por un acto temperamental, que según el código del cuerpo se corresponde con una insubordinación, es abandonado en la casa cuartel de Ezcaray, donde tendrá que relanzar su carrera trabajando codo con codo con el cabo primero Sebastián Sebas Olmos (Pepe Viyuela).

Olmos y Robles, la serie.

Los vecinos de Ezcaray, pueblo de La Rioja cercano a Logroño, encarnados por los actores capitulares y secundarios de lujo, acogen cariñosamente la incorporación del teniente a la gran familia, al tiempo que siguen dirimiendo sus contiendas cotidianas que nunca tendrán fin.

La clave de comedia se sustenta precisamente en estos personajes y sus cuitas y aunque por momentos emplee ese humor simplón y chabacano que parece que es el único que entienda la audiencia, durante la primera temporada está lo suficientemente dosificado como para que la comezón no llegue a urticaria aunque en la segunda temporada, como agua sin dique, se desborda la verborrea y el populismo y hace aguas por todas partes incluida su parte policial.

Hay excesos interpretativos y sobreactuaciones y paradójicamente se descubre que sea precisamente Pepe Viyuela el más comedido y quien aporte el humor más inteligente con guiños al género negro y policíaco.

En ese sentido destacar el episodio 10 (el 2º de la 2ª temporada) ‘Los asesinatos del Murder Club’ en el que la muerte busca escritores durante la celebración de un festival de novela negra en el pueblo.

Olmos y su pizarra de investigación a la española
La parte policial bien resuelta en la primera temporada y mal tirando a peor en la segunda tiene a Olmos y sus aficiones a leer novelas de género y ver series de televisión en el único capaz de aunar imaginación y lógica a sus investigaciones y atinar en la mayoría de conclusiones. Resulta perfectamente veraz que hoy por hoy la formación de un agente, en un pueblo alejado, se sustente más en los in-puts mediáticos, a los que está más y continuamente expuesto, que en cursos formativos organizados por el propio cuerpo. Pasa hasta en las mejores empresas.

No se consigue, sin embargo, que la química entre Olmos, a pesar de los atinados esfuerzos de este, y Robles de sus frutos; si bien el antagonismo está bien planteado para buscar la complementariedad de los polos opuestos, la exigida actitud distante y por momentos despreciativa de Robles por los asuntos mundanos de un recóndito pueblo, añadido al problema de dicción del actor, hacen que sea el bicho raro de la serie y tan poco útil como dotar de audio a una linterna.

Es lo que tiene vivir al límite en operaciones donde está en juego la estabilidad mundial y de repente haberse de preocupar en un pueblo por si alguien ha matado un cuervo blanco (episodio ‘El negro augurio del cuervo blanco’; cuervo blanco, por cierto, emblema de Getafe Negro, aunque sea casualidad).

Y si bien Robles ofrece, a pesar de su hierático aspecto o precisamente por tenerlo, una imagen de Guardia Civil moderna, amiga de la tecnología y preparada para eventos de exigente nivel formativo muy contrario al que el imaginario popular asigna a los agentes rurales de este cuerpo, son precisamente sus compañeros de la casa cuartel quienes se encargan de rebajar expectativas y con su escaqueo, indolencia y aparente poca capacitación insisten en darle la razón al pensamiento negativo.

Si la serie pretende homenajear al cuerpo casi que pierde en el envite.

El ritmo de la serie es de lo más destacado ya que han sabido llenar el largo metraje con acciones que complementan, pero que inevitablemente distraen la investigación y acaba como tantas otras series que aburren por el relleno, acentuado en la segunda para hacer bueno aquello de que nunca dos segundas temporadas fueron buenas.

Olmos y Robles y el resto de secundarios de la primera temporada
Por último destacar que en las diversas tramas conclusivas las hay que resultan inteligentes, exclusivamente en la primera temporada y es todo un logro habida cuenta de la poca capacidad de maniobra que ofrece un pequeño pueblo y aprovechan la diversidad de voces de los habitantes con los que cuentan para despistar y no caer en resoluciones previsibles.

Renovar la serie Olmos y Robles y no El Caso, crónica de sucesos y si El Ministerio del Tiempo pero después de mucho run-run mediático indica el nivel que el Gobierno de España le supone o quiere tenga la ciudadanía, RTVE mediante. Esa misma corporación que pagamos entre todos y que solo contenta a unos pocos.

4 comentarios:

  1. He visto las dos temporadas de esta serie y a mí me han gustado. No excesivamente, pero me han entretenido, si bien comparto tu reflexión de que no es una serie que vaya a pasar a los anales de la historia de la ficción televisiva.

    Hay capítulos, sobre todo de la segunda temporada, mejor planteados y perfilados que otros y tramas que cobran un protagonismo que para mi gusto no deberían tener...

    Un saludo!

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    1. Totalmente de acuerdo. Es lo que pasa con algunos platos y es que una buena materia prima necesita poco tratamiento y un exceso de salsa distrae el sabor y acaba provocando indigestión ;-)
      Gracias por comentar y un abrazo!

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  2. No te olvides de Los misterios de Laura. Otra buena serie relegada.

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    1. Nadie es profeta en su tierra ;-) The Mysteries of Laura

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