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viernes, 5 de mayo de 2017

La ciudad de la memoria de Santiago Álvarez

Una novela negra que se lee como
se vería una película de cine negro
En La ciudad de la memoria todo tiene su porqué.

Berta, Berta Valero, joven estudiante de periodismo, está buscando trabajo y aunque su vida ya lleva más de veinte años empezada no tiene la perspectiva suficiente como para comprender de entrada a otra que lleve más del doble. Por eso cuando conoce a Mejías tiene la sensación de que todo lo conocido es nada frente a lo que queda por conocer.

Nada más y nada menos que encontrar a Armando es el encargo que el detective Mejías tiene ahora mismo entre manos. Armando es un yaco poco afectivo con desconocidos.

La familia que lo ha perdido tiene otro trabajo para Mejías y éste, al que el dinero nunca le ha sobrado aunque tampoco le haya importado más allá que lo necesario para sobrevivir, acepta aun sabiendo que se está vendiendo al poder fáctico.

Se trata de averiguar la existencia de filtraciones de información confidencial sobre un ambicioso proyecto urbanístico.

Las filtraciones acabaran siendo vías de agua imposibles de taponar y que intentarlo supone excavar en el origen de una de las más grandes e influyentes fortunas de la sociedad valenciana. Pisar falsos suelos con cadáveres bajo las alfombras.

Toda fortuna tiene un pasado dudoso y la investigación se regocija en giros inesperados provocando situaciones jocosas y peligrosas a partes iguales que divierten y emocionan como lo hace cualquier película bien articulada.

Triumph Tr7
"Maquinaria inglesa de finales de los setenta,
dos mil centímetros cúbicos y ciento cinco caballos"
La novela es claramente deudora del mejor cine negro americano y le rinde homenaje prácticamente en cada uno de sus capítulos, verdaderas escenas rodadas con gran cariño y mayor profesionalidad. Es una película de cine negro que se lee en papel.

Santiago Álvarez ha creado a sus personajes como un padre amoroso; les reconoce su imperfección pero no les afea por ello.

Los dota de humanidad, sean buenos o malos, protagonistas principales o secundarios. Son fotogramas dibujados con letras y aunque la predilección vaya con Mejías y Berta no descuida detalle alguno para hacer creíble al resto del elenco.

La trama es un alarde de planificación lo que le permite ir a muy buen ritmo sin tropezar en ningún momento. La documentación histórica, precisa y justa, ha creado el escenario adecuado por el que se mueven ágilmente los protagonistas y los diálogos son acerados, ingeniosos y consecuentes. ¿Qué más se puede pedir?

Valencia Negra no sería sin Santiago Álvarez y La ciudad de la memoria y El jardín de cartón no serían sin Valencia. Léanlas y disfrútenlas.

¡Berta! Esto es para ti:


El jazz que escucha Mejías a partir de su colección de vinilos no tiene desperdicio alguno; procuren acompañar la lectura con alguna de las piezas que en ella se citan y doblarán la sensación de placer.

La reseña de la segunda novela de la serie se encuentra también en este blog con el título de El jardín de cartón


2 comentarios:

  1. La tenía entre mis pendientes. Acabas de darme el empujón definitivo para colarla en la lista :-)

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