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jueves, 1 de junio de 2017

Un gramo de odio de Frantz Delplanque

Hay oficios de los que nunca te jubilas.
¿Pesa igual un gramo de odio que un gramo de amor? Para Jon Ayaramandi no, decididamente no: llevar un gramo de odio encima es como cargar una tonelada de peso a sus 68 años de edad, en cambio un gramo de amor le hace levitar como si tuviera veinte años y estuviera en gravedad lunar .

Pero aparte del peso, compaginar simultáneamente un gramo de odio y un gramo de amor, algo a lo que no está acostumbrado, lo hace impulsivo, descuidado y vulnerable. Algo a lo que no está acostumbrado.

Jon Ayaramandi era un frío y meticuloso asesino que vive su retiro voluntario de la profesión en una pequeña localidad costera del País Vasco francés.

Su única pretensión, como cualquier otro jubilado es pescar, beber, escuchar música, tomar el sol, enfin encadenar tantos ratos de ocio placentero como sea posible para conseguir lo más parecido a un estado de permanente felicidad.

Ha sido bueno en lo suyo y nada puede relacionarlo con la treintena de muertes limpias que puede acreditar de ahí que viva dispuesto a disfrutar sin temer persecución ni represalia alguna.

Pero como el título de aquella película de James Bond, El pasado nunca muere y cuando Jon se topa con Burger, un antiguo compañero de oficio, en un café, debería haber anticipado que su visita tendría relación con algún encargo y que con él, una parte de su yo anterior iba a revivir para decidir que la jubilación no responde a una edad sino a una condición.

Y que hay oficios de los que no te jubilas, simplemente te mueres.

Un gramo de odio es una novela negra con una trama muy exigente y arriesgada que sabe integrar la ironía a las situaciones más tensas, consiguiendo un efecto agridulce cuya lectura lleva además a reflexionar sobre temas de calado como los que se establecen en las relaciones humanas.

La novela está repleta de referencias musicales, tal vez demasiadas, de cantantes y grupos poco conocidos y alejados de los circuitos comerciales que supongo deben ayudar a estimular la imaginación durante la lectura, placer que no he tenido ocasión de saborear (ni conozco a la mayoría ni el libro tiene audio para poder compaginar).

Fratz Delplanque
Frantz Delplanque ha concluido una novela negra distinta a las habituales y ha tomado riesgos por lo que no encajará con facilidad.

Así, al conjunto le falta algo para acabar de ser redondo y todo viene de evocar recuerdos del pasado, que diluyen la tensión alcanzada; de profundizar poco en situaciones actuales, que no permiten que la tensión suba y de tratar a los personajes secundarios de forma demasiado ligera usándolos cuando Jon los necesita y no, como debería ser, cuando la trama lo precisa.

Jon es ese tipo de personajes que Clint Eastwood ha sabido interpretar tan bien en tantas ocasiones.


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