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domingo, 18 de junio de 2017

Viento mortal de Cay Rademacher

Mistral, rosé y tomillo.
A la Provenza se la identifica por muchas cosas, pero si hubiera que decir solo tres y sin tiempo para pensar habría que mencionar al mistral, al vino rosé y al tomillo.

El mistral, ese viento de noroeste, frío y seco y a veces hasta un Viento mortal; el rosé, ese vino rosado favorecido por la conjunción de clima, terreno y variedades de uva; el tomillo una de las plantas básicas en el hatillo denominado hierbas provenzales usadas en casi todos los platos que se sirven en la zona.

El capitán de policía Roger Blanc es de los que no ceden y eso, y una investigación sobre corrupción que incomoda a altos cargos, le supone la invitación para ser trasladado desde París a una recóndita localidad de la bucólica Provenza y se le añade el irse solo, ya que su esposa Geneviève decide que es el momento de terminar la relación y centrarse en la que mantiene con su amante desde hace tiempo.

Roger Blanc se instala en un deteriorado, por vejez y abandono, antiguo molino de aceite heredado de un tío lejano y entre la restauración de la vivienda y la reubicación emocional y profesional no tiene tiempo para añorar ni recordar.

Ayuda también que inmediatamente tenga un asesinato entre manos. Un cadáver encontrado quemado en un vertedero, cuya identidad produce alivio en algunos y preocupación en otros. Las pesquisas abarcan toda la zona y ocupan todos los efectivos de la gendarmería.

Ese amplio escenario a recorrer permite al autor describir las excelencias de esa zona de la región de Provenza, de sus pueblos, sus alrededores, sus cultivos, su gastronomía y sus costumbres pero, como buena novela policiaca, manteniendo el punto focal en el crimen.

Cay Rademacher
Cay Rademacher trata un guión, alejado de tópicos, desde el punto de vista humano de los protagonistas y de cómo incide el crimen en un, por lo general, plácido ambiente local y en el ánimo, por lo general, tranquilo, de sus habitantes; sobre todo dibuja a un capitán Blanc que no se autocompadece ni ahoga sus penas en alcohol, ni es lunático ni violento algo atípico según lo que nos tiene acostumbrados el género.

El autor elabora un argumento con una interesante trama policía fresca favorecida  por el mistral, de buen sabor merced al rosé y aromática y sabrosa merced al tomillo encuadrada en ese subgénero que los críticos denominan el slow crime y que es la primera de una serie que ya lleva tres novelas publicadas, aunque aquí de momento solo haya llegado la primera.

¿A qué espera la editorial para publicar las restantes?

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