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domingo, 16 de julio de 2017

Hijos de la siega de Bill Jiménez

Pulp de los de antes escrita ahora.
Héctor DeSoto, hijo de emigrante cubano y madre americana, es un ex-policía metido a investigador privado despierta en un hospital y parece que está involucrado en un homicidio múltiple ocurrido en el Caravan, un bar de carretera.

No se sabe si como víctima o verdugo ya que los únicos recuerdos que guarda de ello son moratones y cardenales en su cuerpo debido a un episodio de amnesia provocado por el ataque o un por estrés post-traumático.

Y como sea que nadie se lo va a aclarar decide investigar por su cuenta y reconstruir los hechos para saber qué estaba hacíendo allí y pasó lo que pasó. Rebecca, novia abnegada, va a ayudarlo hasta donde le dejen ya que no es fácil indagar cuando la policía no se aleja más allá de la sombra.

Tres Cruces, aun siendo septiembre sigue atiborrada de turistas, es la imaginaria localidad, descrita con amplio color local, donde transcurre la acción a ritmo motero. Y nunca mejor dicho ya que el argumento no da tregua ni para ir al servicio.

El mismo argumento que desarrolla una trama hard boiled de las de antes con gángsters irlandenses, tugurios de juego y prostitución, lugares sórdidos, violencia, asesinatos, gatillo fácil, solo ante el peligro, engaños, estafas y manipulación para obtener beneficio.

Con un detective estereotipado, porqué así lo ha querido el personaje y el autor no ha tenido más remedio que ceder viendo que bajo esa máscara burlona esconde su desconcierto.

De ahí que sea irónico, buscando siempre el lado animoso de las situaciones, bocazas, inconsciente de las consecuencias de sus actos, saco de entrenamiento de quienes lo quieren mal y eterno perdedor, aun cuando gane.

Bill Jiménez
Guillermo Bill Jimenez homenajea con Hijos de la siega a la novela negra americana tradicional y actualiza a tiempo actual los bolsilibros pulp, ese mestizaje de géneros que pretende entretener, divertir y sorprender. Y lo hace tirando, voluntariamente, de tópicos y teatralización y aportando un componente de género fantástico colateral que no deja indiferente.

El resultado no solo es una novela negra con un punto de thriller sino un pastiche tan bien escrito y tan perfectamente ambientado que se diría coetánea de las de Chandler, Hammet o Thompson; nadie diría que es actual si no fuera por la evidencia en la prueba del carbono 14. La trama está construida con suficientes agarres para ir manteniendo el interés y seguir elevando el nivel de tensión e intriga y el vocabulario es rico y adecuado. Un trabajo que merece mayor reconocimiento.

Y un personaje tan carismático que se merece una serie. Y un público, ustedes que se merecen disfrutarlo: cójan esta novela este verano y descubran que tenemos ya un nuevo valor entre nosotros del que pronto oiremos hablar en esos certámenes de género que nos rodean.



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