La novela que combina mesa y crimen. |
Si en la anterior entrega protagonizada por esa alegría
de hombre, es ironía claro, que es el comisario Georges Dupin aprendimos todo y
más sobre la sal de Gueránde, en esta profundizamos en el apasionante mundo de
las ostras, ya saben divertido como una ostra salvo que se la tenga en la mesa
cuando se convierte en esplendido manjar para unos y aborrecible para otros.
Ostras cóncavas y ostras planas. Tallas de 0 a 5 en
función del grosor siendo el 0 el mayor. Maduración de días a meses. Sabores a
yodo, a seta, a mantequilla, a avellana… dependiendo de su lugar de origen y
sobretodo del afinado… acompañadas de un frío Muscadet o Chablis o
Pouillyfuissé o Puligny-Mountrachet…
De nuevo un recorrido por la Bretaña, de nuevo por su
gastronomía y de nuevo relegando el aspecto policial a las vicisitudes de un comisario
que sigue usando un teléfono que no precisa recarga (yo quiero una batería así),
que sigue trabajando más horas que un reloj, que sigue exigiendo a su equipo el
110%, que sigue con su dolor de estómago, que sigue sin decidirse, o si, en eso
del amor y de la vida en pareja, que sigue mostrándose huraño con quienes le
quieren bien, en fin que sigue indeciso mientras resuelve un caso en el que ha
aparecido un cadáver para después desaparecer el cuerpo y todo en medio de granjas
del río Bélon dedicadas al cultivo de ostras.
A esto obedece la novela Un cadáver en Port du Bélon que combina mesa y crimen.
Ostra Bélon |
Por suerte las indecisiones del comisario Dupin no tienen
cabida en su faceta profesional lo que le permite resolver sus casos a
satisfacción. Doble satisfacción si a la lectura se le suma un plato de ostras
Bélon acompañado de un Muscadet servido a no más de 6 grados.
A pesar de que Dupin nos resulta entrañable y familiar la
cotidianeidad en que se mueve, no podemos evitar criticar la deriva turística y gastronómica que va
tomando la serie. Está tomando una deriva a sotavento que los que entienden de
cosas del mar saben que es la más expuesta en una batalla y por tanto la menos
aconsejable.
Esperemos que el autor Jean-Luc Bannalec enderece el rumbo y
le de más peso al caso criminal y podamos degustar un buen crimen sentados a una buena mesa.
Los casos del comisario George Dupin se publican en
verano y son la cita veraniega que no puede faltar para leer al lado de la
piscina o del mar.
Las otras tres novelas son:
03. Un crimen bretón
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