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domingo, 28 de enero de 2018

Glacé

Una magnífica elucubración
maquiavélica, producto de una
brillante mente enferma.
Un acto siempre es una respuesta; una consecuencia. Alguien ha planeado, ha dicho o ha hecho algo buscando esa respuesta. Provocando ese acto. Que no tiene porqué ser inmediato y puede diferirse incluso varios años.

El azar también cuenta como algo o alguien catalizador pero el azar no puede enlazar una sucesión de actos mostrándolos además en una secuencia lógica, casi matemática. El azar es impredecible. Los planes del ser humano, por complicados que parezcan, siempre pueden ser predichos. Lo cual no significa que lo vayan a ser.

En lo alto de una parada de teleférico, a 2.000 metros de altitud, cerca del pueblo de Saint-Martin en el Pirineo francés, encuentran el cadáver de un caballo sin cabeza.

El hecho de que pertenezca a alguien importante en la comarca motiva al juez a designar al capitán Martín Servaz de Toulouse (interpretado por Charles Berling) como coordinador de la investigación junto a la capitana Irène Ziegler de la Gendarmerie local (interpretada por Julia Piaton).

En la misma zona se encuentra el Centro Warnier, un establecimiento penitenciario de alta seguridad donde los internos presentan trastornos psiquiátricos. Uno de ellos, un peligroso asesino en serie: Julian Hirtmann (hierático y convincente Pascal Greggory), fue detenido por el capitán Martin Servaz.

Martin no cree en las casualidades. No cree en el azar como catalizador de coincidencias. Y si cree en cambio, porque lo sabe, porque lo ha sufrido, que la mente humana está mejor preparada que el azar para ello.

La trama se va desenvolviendo con lentitud, los encuadres, precisos y preciosos, permiten visionar los acontecimientos desde perspectivas relajantes y por tanto intentan impregnar al espectador de la tranquilidad necesaria para poder racionalizar los hechos. Los planos no buscan escandalizar sino mostrar para poder discernir entre las distintas posibilidades.

Glacé es una magnífica elucubración maquiavélica producto de una brillante mente enferma, en formato de serie televisiva.

Estamos ante un thriller psicológico donde, también hay acciones de acción pero, los actos solo son respuestas.

Y el paisaje relajante ayuda a contribuir a la creación de esa atmósfera donde la mente gana al cuerpo. El blanco de la nieve contrasta con las sombras de los árboles y con la dicotomía de colores la busca también entre la pasión y la razón. Aunque ésta es distinta según quien la argumente y si es un psicópata quien lo hace, sus actos puede que no sean razonables según el comportamiento social definido.

Solo una temporada. Solo seis episodios. Y no parece que pueda haber más habida cuenta que se trata de una adaptación de la novela del mismo título, Glacé, de Bernard Minier. Los que la han leído dicen que, a pesar de los múltiples cambios, la serie conserva el espíritu del texto. El visionado merece la pena.

3 comentarios:

  1. Yo apuesto por segunda temporada :D
    ¡Como siempre un placer leerte, Jordi!

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  2. Muy buena serie. También creo que habrá segunda temporada por el final abierto (a la nieve). Saludos.

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