Novela negra barcelonesa y contemporánea |
Albert Martínez
debe ser el investigador más afortunado que existe ya que una noche, cenando
con un viejo amigo en la zona del Port Olímpic de Barcelona, es testigo
involuntario de un hecho el que nadie repararía a no ser que tuviera un
entrenamiento como el que se le supone a un detective privado: dos hombres
hablando o discutiendo se acercan al espigón de la Mar Bella y al cabo de un
rato solo uno regresa.
Así Albert
Martínez va a inmiscuirse en un caso de desaparición de un miembro de una
familia bien de la capital catalana. Y en su investigación recorrerá calles y
locales y ahí es donde la novela policíaca va perdiendo tensión pasando a un
plano secundario donde cede el protagonismo a un costumbrismo mal entendido y
ligeramente presuntuoso, que cree que todo consiste en rellenar páginas de referencias
y menciones a lugares, restaurantes y productos.
Y aquí es también cuando la novela, con esas endebles paredes, cae y errática e irregular avanza
de forma previsible hacia un final acorde.
Es difícil
empatizar con el protagonista, el detective Albert Martínez, que mantiene
cierta distancia con el lector. Sus pensamientos se convierten en monólogos que
no dejan entrar a nadie. Se nota que esa voz es la de Jordi Basté y que en la radio no puede haber silencios. Se nota
también, por que escribe como habla, por que emplea literalmente las mismas expresiones
y construcciones gramaticales que ante el micrófono, lo que resta toda
capacidad literaria aunque pueda favorecer la comunicativa.
Jordi Basté y Marc Artigau |
En una novela negra
el autor debería dejar hablar a los personajes, no emplearlos como muñecos de
ventriloquía. Los personajes sin voz y vida propias no consiguen traspasar el
papel impreso y seguro que tanto Jordi
Basté como Marc Artigau lo
logran en otras entregas.
Un hombre cae pertenece a esa corriente de novela
negra barcelonesa y contemporánea que quiere evocar los clásicos del
genero desde un toque de modernidad.
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