La palabra empatía se inventó para Bianquetti. |
El inspector Manuel Bianquetti ha tenido un tropiezo en su
carrera que le ha costado sentenciar su condenado matrimonio y un traslado
forzoso físicamente de Madrid a Cádiz y funcionalmente de homicidios a archivo.
Bianquetti da miedo a propios y extraños con su elevada
altura, su aspecto patibulario y sus malos modos. Genera un rechazo que no solo
no se encarga de mitigar sino que lo alimenta con su pose de observador distante desde media distancia y de
perdonavidas en las distancias cortas.
Su comportamiento social, del todo inapropiado e incorrecto
visto el precio que paga por sus inconveniencias, responde a una actitud consciente
lo que supone que su madurez psicológica no está a la altura de su altura.
La palabra empatía se inventó para poder disponer de su
antónimo, la antipatía, y ésta, en su grado superlativo, se precisaba para
poder calificar a Bianquetti.
Obviamente a alguien tan proclive a hacer amigos y tan
respetuoso seguidor de las normas y la jerarquía, relegarlo al archivo en
papel, ahora que todo es digital, es empujarlo a reivindicar más si cabe su
condición de outsider y así cuando aparece el cadáver de una joven latina y ve cómo
de mal se encamina la investigación, no puede quedarse al margen y decide
librar la suya propia en solitario y emprender una cruzada redentora que tiene
mucho que ver con su familia.
Poco o nada distinto a tantos otros policías literarios, cargados de un pasado, exceptuando la altura y el tamaño de sus manos, grandes como palas y capaces de
pegar tortazos como palazos. Ante un elemento como Bianquetti no sirve de nada La maniobra de la tortuga.
La novela presenta una trama principal, el asesinato de Clara,
la ingenua joven, y una secundaria que tiende a desembocar en la otra y que
trata del proceso de readaptación social y mejora de la autoestima de Cristina,
una esposa maltratada y aún atemorizada.
Benito Olmo |
Benito Olmo ha creado un personaje icónico, un Myron
Bolitar a lo lumpen, que dará mucho juego y ha escrito una novela negra a la que no le faltan tópicos ni tics.
Renuncia a sobrecargar el texto con detalles costumbristas
y se limita a los necesarios para ubicar los escenarios, con un mapa útil para forasteros, y demuestra habilidad en manejar la tensión que abunda, ya que si
algo tiene Bianquetti es que si los problemas no van a él, él va a los
problemas.
Hay pinceladas de denuncia social, como buena novela negra, pero con las que no
pretende sacar los colores conformándose solo con esbozar incomodas realidades.
Su fuerte los personajes, su elaborada trama y un final
acorde; su punto débil el no salirse de lo previsible. Lectura complaciente que
se lee de un tirón. El autor parece tener suficiente munición para mejorar su
puntería en próximas entregas.
Por cierto, la adaptación cinematográfica está en marcha.
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