Un thriller psicológico que no tensiona. |
Bruno Zambrano va al psiquiatra porqué siente que vive,
casi físicamente, sus pensamientos de contenido sexual. Y no le parece normal
ni conveniente. Y mientras se encuentra en la sala de espera experimenta uno de
esos episodios con la mujer que, entretenida con una revista, aguarda,
paciente, sentada frente a él, a que le llegue el turno.
Todo viene de su infancia, nada original pero que se le va
a hacer si suele ser así como bien se encargan de descubrir los psiquiatras.
Con ese arranque potente y prometedor, Ella lo quiso, se anuncia
como una novela negra protagonizada por una mente turbada y enferma a la que
poco le falta para dar el salto de la ficción a la realidad. Poco, también,
para materializar actos que hasta ahora solo se dan en un plano regido por la
imaginación. Y poco para pasar de una violencia pensada a una realizada.
Al mismo tiempo se están encontrando cuerpos asesinados con
peculiares heridas lo que sugiere la acción de un asesino en serie. ¿Estamos
ante el mismo sujeto con desdoblamiento de personalidad? ¿Coinciden en tiempo y
espacio dos seres enfermos incapaces de discernir entre el bien y el mal y
entre el placer y el dolor? ¿Tienen las muertes otra intencionalidad que la que
se aparenta?
Ella lo quiso, título, ya de por sí, de reprobable
justificación machista que da una idea de hacia dónde van a ir lo tiros, parece
prometer.
Y eso que promete se cumple pero sin la tensión ni el ritmo
que se le espera a la novela y a cualquier thriller psicológico que quiera
hacer honor a su condición y sobre todo a su apellido.
Javier Martín Betanzos no consigue tensionar en una lectura
que se desliza lenta y sin giros. Protagonistas planos como obleas y, si fuera
cine, podría muy bien ser una película muda habida cuenta de lo poco que
aportan los diálogos.
Da la impresión de que se está ante una obra realizada en
poco tiempo, nada reposada y poco contrastada. En caso contrario el resultado
hubiera podido ser notorio.
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