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miércoles, 4 de septiembre de 2019

El ladrón de tatuajes de Alison Belsham

El ladrón de tatuajes no es un mote
sin sentido: es una macabra realidad.
Los tatuajes son, mayoritariamente, esas obras de arte que tienen vida propia. Dibujos a veces realistas, otras figurativos, otras símbolos, otras simplemente textos, algunas veces a color, que emplean la piel humana como soporte.

Y no hay que confundir las inserciones con ilustraciones igual que hay que discriminar entre firmas y grafitis.

Marni Mullins es una reconocida tatuadora de Brighton, localidad costera inglesa, que al descubrir casualmente un cadáver se ve envuelta, a su pesar pero sin desagradarle, en una investigación en la que coincide con los intereses policiales: detener al asesino es librar a un depredador de las calles que parece no tener bastante con un asesinato y que parece tener una fijación en la elección de las víctimas.

El ladrón de tatuajes no es un mote sin sentido: es una macabra realidad.

Alison Belsham estructura el argumento presentándolo con varias voces, de los principales protagonistas, incluido el asesino, que permiten el avance de la trama desde varios ángulos y siempre según las preocupaciones e intereses de cada cual.

Tatuadora e Inspector Jefe, Francis Sullivan, ambos arrastrando sus habituales fantasmas personales, de los que se podría extraer petróleo, establecen una colaboración que trasciende lo profesional y de la que se podría haber extraído aún más petróleo para enriquecer el perfil.

Alison Belsham
Al parecer la omisión no es casual ya que parece que estamos ante la primera entrega de una trilogía y por tanto hay que reservar material.

La autora elige un tema que tiene su propio hábitat pero lamentablemente no profundiza ni en el primero, historia y técnicas, ni en el segundo, etiología de los diseños y perfiles de clientes, desaprovechando así una magnífica ocasión para poner luz sobre esos maravillosos trabajos y extraerlos de esa ubicación lumpen asociada generalmente, y gracias al cine, a cárcel, delincuencia y marginación.

Pero descartado el fin didáctico hay que centrarse en su aspecto policial y de novela negra en el que cumple debidamente a cambio de limitar sus aspiraciones. Y no porqué esté mal escrito, ni mucho menos, sino porqué fuera del elemento tatuaje el resto sigue a pies juntillas la tradición y los tópicos más sobresalientes con lo que consigue una novela interesante y emocionante pero previsible.

Hasta tal punto lo es que ya en la primera página se adivina un aspecto determinante del asesino.

La prosa empleada por Alison Belsham es directa y sencilla, los diálogos ágiles y concisos, las descripciones breves y el ritmo trepidante y todo servido en capítulos cortos, ¿cómo? ¿Qué utilizo tópicos para describirla? A juego.

2 comentarios:

  1. Hola,

    a mí me entretuvo esta lectura pero es cierto que esperaba mucho más después de haber leído abundantes obras del género.

    Un beso

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    1. Cada vez es más dificil encontrar algo novedoso pero, ya sabes, la esperanza es lo penúltimo que te pueden quitar ;-)
      Gracias por comentar. Un beso y hasta la próxima!

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