La carretera que une la vida con la muerte puede ser larga o corta pero jamás aburrida. |
El azar ha hecho que en este momento coincidieran esta
lectura y el visionado de El irlandés
y, salvando distancias, resulten muy concurrentes en bastantes aspectos. El
asesinato de John Fitzgerald Kennedy, y en ambas tramas citado como Jack
Kennedy, es un nexo de unión y un detonante que determina el futuro.
Del mundo, de una gran nación y también el futuro de
cientos de millones de almas que conforman ese enorme país, ya que quien más
quien menos tenía puestas sus esperanzas en él y el sueño americano es distinto
e incierto para cada patriota. Como incierto es siempre el futuro.
El futuro de Frank Guidry no es una excepción: es incierto.
Pero aun peor: puede ser definitivamente trágico. Frank Guidry es la mano derecha de la mano derecha del capo
mafioso más significativo de New Orleans, esa ciudad que duerme de día y en la
que el jazz suple al oxígeno, y tiene el encargo de realizar un trabajo que bien
puede ser un callejón sin salida.
Y con todo, Frank Guidry, entiende que aun siendo mano
derecha debe hacerlo ya que caso contrario puede perder su privilegio y pasar
de ser indispensable a prescindible. Y ahí empieza una huida que es una carrera
que no acabará hasta que la parca, como juez supremo, baje la bandera a cuadros
que defina al ganador.
En cada ciudad un capo, en cada rincón de cada ciudad de
cada estado un confidente, un chivato, alguien vendido, alguien comprado. Cada
cual en su casa y la mafia en la de todos. Dios bendiga a América.
Carreteras
de Otoño es una novela road
crime donde la longitud del trayecto que media entre la vida y la muerte
solo depende de lo despiertos que estén los sentidos, de mantener la cabeza
fría y de aprovechar, como jugador de ventaja, las cartas que te proporcione el
azar. Y no titubear nunca; y cloroformizar los sentimientos ante cualquier
atisbo de querer asomar las orejas para no ser tibio y cometer el más mínimo
error.
Pero toda huida supone implícitamente la contradicción de
buscarse a sí mismo y toda persecución conlleva encontrarse a uno mismo. Y es
así por una curiosa interpretación de la ley de vasos comunicantes que se ríe
del libre albedrio.
Y es así como quien persigue y quien es perseguido, cazador
y presa se mimetizan y las razones de uno y otro pueden llegar a confundirse y
ser ambas válidas y ambas erróneas. Toda una lección de vida. Y muerte.
Lou Berney |
Lou Berney ha escrito una novela negra que viaja por carreteras desiertas y polvorientas y se detiene en moteles anónimos; una novela en la que a las pocas páginas ya se supone
su recorrido y su final, pero aún y así se lee con pasión porque hay veces en las que no
importa el destino sino el viaje.
Habiendo visto El irlandés hace poco, no se puede dejar de
pensar que habría hecho Scorsese si hubiera tenido que elegir entre adaptar el libreto o esta novela. Probablemente no hubiera dudado. Ambas. Ustedes tampoco deberían
dudar.
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