La rivalidad alcanzó incluso al nombre genérico de los tripulantes que era cosmonautas para los soviéticos y astronautas para los norteamericanos (hoy en día taikonautas empieza a oírse con fuerza acorde con el avance chino).
Cada uno corría su carrera pero ambos competían en una partida donde solo podía haber un vencedor; estaba en juego su credibilidad, su capacidad tecnológica y su poderío. Un cohete no deja de ser un arma, todo depende del uso que se le dé.
Y es que en plena guerra fría el enemigo de puertas a fuera era la superpotencia opuesta, pero el verdadero enemigo estaba dentro de la cocina de cada uno. Las purgas de supuestos disidentes en casa de los soviets y los asesinatos al más puro estilo western o mafioso de celebridades políticas en casa de los estadounidenses.
Si bien la URSS sumó un triplete en la conquista del
espacio: primero con la sonda Sputnik en 1957, segundo con Yuri Gagarin como
primer humano en viajar al espacio y completar una órbita terrestre en 1961, y
tercero con el viaje de Valentina Tereshkova, primera mujer y civil, en 1963, pronto
se acabaron las ideas y EEUU contratacó apuntándose la victoria definitiva al
pisar la Luna en 1969, gracias a los ingenios de Von Braun.
Pero entre el primero de los lanzamientos y el definitivo
pasaron, pasaban, cosas en ambos países y de eso trata esta interesante y bien
documentada novela, un thriller político y científico.
Y de todo eso y más, va La Tumba del Cosmonauta. El autor presenta una dramatización de unos hechos que si bien son someramente conocidos mediante los datos nunca reflejaron las particularidades humanas de quienes los hicieron posible. Fechas y nombres que aún hoy se recuerdan, pero cuyas interioridades se desconocen, se muestran desde otra visión para acercar la figura del héroe a la escala humana.
Y ahora Daniel
Entrialgo las saca a relucir estructuradas en una suerte de thriller de
suspense que pretenden interesar al lector con unos acontecimientos cuyo final
es conocido y por eso, el autor debe introducir elementos de ficción que,
sabiamente intercalados con hechos reales, consiguen estimular la curiosidad
hasta la última página.
La tumba del cosmonauta es una lección de historia contada a través del hilo conductor de los recuerdos de un piloto que aspiró a tocar las estrellas y de las investigaciones de un joven periodista de raices españolas hijo de exiliados.
Una historia ficcionada por necesidades del guion, pero hábilmente conducida para
ofrecer una visión más glasnost que
la ofrecida en su momento por los medios, cuya realidad era convenientemente
maquillada cuando no mutilada directamente. La censura en la publicación de
imágenes, interesadamente retocadas, fue una constante durante años de férreo
control.
La historia que aquí se cuenta tuvo el efecto de hacernos
mirar al cielo con intereses distintos a los de los poetas y despertó el ansia de ser cosmonautas,
astronautas, a más de una generación.
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