Donna Leon solo necesita dar cuerda a Brunetti, su
comisario, y él solo lo hace todo. Los argumentos se mueven bebiendo del noir
costumbrista y la denuncia social más exacerbada. Aquí se nota la militancia en
la defensa de los derechos humanos y en la salvación del planeta que la autora
practica y canaliza, nunca mejor dicho tratándose de Venecia, en las
reflexiones de Brunetti y en las conversaciones familiares que este mantiene en
la mesa con su esposa y sus hijos.
Brunetti y su familia son nuestra familia. Con ellos andamos,
tomamos vaporetti, comemos y debatimps
sobre temas diversos y con distintos puntos de vista. Hay enfados pero menos
que visitas del fenómeno de l’acqua alta
cada vez más proclive a aparecer por culpa de factores climáticos, esos contra
los que lucha la autora.
Esta obra, la número 30 del comisario Guido Brunetti, tiene
un inicio y desarrollo atípico en el marco habitual de la novela negra y
policiaca actual, pero acorde a la búsqueda incesante de nuevas fórmulas que no
aburran a un público fiel y atrapen a recién llegados a las que siempre ha sido
proclive la autora.
No hay asesinato que investigar, aparentemente solo una posible
agresión o un accidente de dos chicas jóvenes que han sido encontradas, con
heridas, en las cercanías del hospital, lo que desencadena una trama de avance
parsimonioso con mucho trabajo de campo para ir hilvanando pequeños detalles.
La paciencia de Guido Brunetti y el acertado contrapunto de
las y los colegas con quien investiga llevan el caso a buen puerto, y de nuevo,
disculpen el chascarrillo, nunca mejor dicho cuando entra en juego la Laguna.
Y es que la trama tiene en el agua de sus canales, de la
Laguna y la Giudecca donde fluir y la
investigación policial con la ayuda de la Guardia
Costiera hace el resto incidiendo en un tema que va más allá del delito y
que la autora ya denunciara en una novela bastante anterior, Muerte y Juicio, de la serie.
La prosa siempre elegante, como Donna, como Venecia,
resalta el placer de la lectura y propicia que el lector disfrute desde la
primera página. Los casos criminales del inspector Brunetti permiten conocer
esa Venecia que, despojada de la máscara del carnaval perpetuo al que parece
asociarse, solo resulta accesible a sus habitantes.
En esta ocasión además se permite una interesante disputa
nacionalista con un dueto napolitano que confunde notablemente a un veneciano.
Una agradable nota de humor del que nunca, afortunadamente, es exenta la
autora.
Poco que añadir a la obra de esta autora consagrada, quien se diera a conocer, pronto hará 30 años, con su primera obra Muerte en La Fenice. Una carrera literaria que empezó como una broma y que se ha vuelto muy seria.
Este verano dense un paseo por Venecia, aunque sea con la
imaginación, y léanla. Esclavos del deseo, una novela negra que se puede acompañar con qualquier vino italiano, aunque no coincida con los gustos de Brunetti.
Donna Leon es de las autoras de novela negra y policiaca que
come en el comedor principal y siempre es un placer poder sentarse a su mesa a
través de sus novelas. Y estamos de suerte ya la número 31 de esta serie está
al caer.
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