El nudo Windsor lo inventó Eduardo VIII duque de Windsor y
de ahí tomó el nombre.
Y si los nudos se hacen, también se deshacen. Y si en
palacio hay un nudo que puede poner en aprietos a la realeza nadie mejor que
una reina para deshacerlo.
El nudo lo ha generado la muerte de un joven pianista ruso
invitado, junto a otras personas, algunas muy distinguidas, a una cena con
pernocta en el castillo de Windsor. Residencia puntual, esporádica y preferida
de la reina Isabel II de Inglaterra.
La velada previa al deceso transcurre con normalidad de
forma agradable. Hay charlas, interpretaciones al piano y baile distendido. Y
la mañana siguiente trae la terrible noticia al hallarse el cadáver por la
gobernanta, sorprendida de que, siendo tarde, el huésped no hubiera bajado a
desayunar.
Una investigación conjunta de la policía y el servicio
secreto pronto parece encontrar un hilo del que tirar. Pero la reina, que de
hilos y de ovillos algo entiende, la política interna y la internacional tienen mucho de madeja, tiene una intuición y haciendo alarde de una
innata capacidad para descubrir acertijos, mostrada ya desde pequeña y
perfeccionada a lo largo de su solitaria y aburrida vida, algo hay que hacer
para entretener la mente cuando todos la consideran una entrañable viejecita, y
con la colaboración de su ayudante Rozie, se lanza a una investigación personal
y paralela a la oficial con resultados sorprendentes.
S. J. Bennet, escritora que como Sophia Bennet ya había publicado literatura para un público más joven, se estrena en la novela policiaca con esta obra que busca picotear de diversos géneros donde los británicos han brillado enormemente: espionaje (Ian Fleming), detectivesco costumbrista (Agatha Christie), intersección entre personal de servicio y realeza y aristocracia (Julian Fellowes) y humor (P. G. Wodehouse), y consigue un resultado cercano a un publirreportaje muy propio de HELLO!
Es tanta, y manifiesta, su devota admiración por su reina que
casi olvida que no hay relato policiaco, y en especial del subgénero conocido
como enigma, sin la participación del lector. Y que no facilitarle información
para que pueda avanzar en su propia investigación y elaborar sus propias
hipótesis es reducir la capacidad de sorprender e interesar.
Hay más interés en mostrar la humanidad de la reina, sus
pensamientos sobre su solitaria condición, sus amistades, su vestuario, sus
bebidas, sus perros, la relación con su esposo, su jardín y sus caballos, e
incluso saber si el conjunto rosa es el más adecuado para recibir al matrimonio
Obama o mejor el azul celeste, antes que facilitarle al lector pistas en el
caso de asesinato.
Siendo la realeza quien lidera el caso ha debido ser cuestión
de protocolo relegar al lector siempre unos pasos atrás para llegar a la
explicación resolutiva como quien asiste a una conferencia.
Ya hay segunda novela de la serie, aún no traducida, que
tendrá legión de seguidores entre los que difícilmente se contarán del bando
republicano.
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