El argumento combina entre sus
personajes a animales antropomórficos y seres humanos y se mueve en un espacio
temporal ubicado en 2017, a imagen del real pero diferente por lo que debemos
suponer que se desarrolla en un universo paralelo.
Jack Wolfgang, un
lobo agente de la CIA, trabaja como tapadera en el periódico The New York Times
escribiendo crítica gastronómica, y aprovecha la ejecución de sus misiones para
recalar en buenos restaurantes y poder completar su doble vida sin despertar
sospechas.
La pérdida de un agente
provoca un revuelo en la CIA que aparta a algunos de sus efectivos del caso.
Algo que incomoda a Jack y que, por su proximidad con el agente muerto, le
lanza a investigar por su cuenta y atrapar a su asesino.
El argumento de Stephen Desberg rebosa acción de
principio a fin. No hay pausa ni página contemplativa, en cada una sucede
prácticamente algo. El ritmo es vertiginoso y el desenlace digno del mejor
James Bond.
Henri Reculé no
se achica ante un argumento tan exigente y responde con viñetas de todos los
tamaños componiendo planchas con total libertad para adecuarse a las
necesidades del dinámico guion. El dibujo es soberbio y el uso del color
apropiado.
Todo dispuesto para gozar de
una buena historia contada con interés y dibujada con agilidad. No se lo
pierdan.
Y por si alguien, viendo la
cubierta, se imaginara estar ante una réplica a Blacksad nada más lejos de la realidad. La presencia de
humanos, el protagonista un espía y no un detective privado, la época presente
en multiverso y no en la primera mitad del siglo XIX y el ritmo acelerado,
absolutamente thriller, frente al más pausado propio de una novela negra en la
serie del gato evidencian la diferencia.
Hay más entregas esperando
traducción para aterrizar en los escaparates. La espera se hará eterna.
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