Que una gobernanta tenga un carácter difícil entra dentro de lo humanamente aceptable, habida cuenta de la gran responsabilidad que conlleva el cargo, y máxime si se ejerce en el Palacio Real de la Reina de Gran Bretaña.
Que muera en palacio resulta inadecuado e indecoroso pero a pesar de que ha sido un accidente, ¿por qué lo ha sido, no? la policía debe, en base al protocolo de seguridad real, iniciar una investigación.
Investigación que se cruza con la que inicia la propia reina internamente por la desaparición de un cuadrito, un retrato poco agraciado de su yate Britannia apenas sin valor pictórico alguno.
Una desaparición sin aclarar y
que se remonta a ¿cuánto? ¿Veinte años atrás? Los avances en las pesquisas que consigue su secretaria personal van a desencadenar
hechos delictivos y luctuosos cuyo tratamiento son el objeto de esta novela.
Parece que la vida en el palacio de Buckingham debería ser anodina y todo permanecer bajo control, pero alguien o algo se empeña en que ese conjunto arquitectónico, que mucha fachada fotografiada pero por dentro una autentica ruina, tenga misterio y muerte a partes iguales.
Lo que, dicho sea de paso, no
desagrada a la reina, excepto por las muertes que siempre son lamentables, ya
que los misterios le permiten entretenerse con algo inhabitual y más
emocionante que pasear sus corgi y tomarse una ginebra con Dubonnet, mientras
puertas allá se dilucida sobre el resultado del Brexit y el gobierno estrena
nueva Primera Ministra en la persona de Theresa May.
La capitana Rozie Oshodi jamás
imaginó, cuando entró como secretaria personal adjunta de su majestad Isabel II
que en su cometido estuviera el realizar pesquisas detectivescas llegando a
poner incluso su vida en peligro, pero acaba disfrutando tanto o más que su
propia jefa.
Todo intento de descifrar una
acción precisa de su momento previo de reflexión, y que este sea más o menos
largo viene determinado por la complejidad del asunto a esclarecer. Las tres
pipas que le dedicaría Holmes se convierten en un paseo, con sus tres perros, por
parte de la reina.
S. J. Bennett ha superado las expectativas de la primera entrega de esta serie de novelas policiacas, claramente detectivescas herederas de la Golden Age británica, en sus vertientes cozy y domestic noir.
Y con un estilo más suelto y subiendo el nivel de humor y la complejidad de la trama, consigue que Un Caso de Tres Perros roce la exquisitez del fair play británico, como un buen té en su punto justo de cocción, servido en vajilla de porcelana decorada a mano, y regios bocaditos delicatesen como acompañamiento.
Ciertamente Isabel II y miss Marple y disfrutarían enormemente compartiendo aquellas sendas tazas de té y charlando sobre lo humano y lo divino.
Juntas resultarían imparables
a la hora de resolver los casos criminales que precisan del conocimiento de la
naturaleza humana. Y es que ambas han conocido muchas personas y han sabido
entender su comportamiento y por eso no se dejan deslumbrar por las
apariencias.
Los calificativos que tienden a cursi como encantadora, ingeniosa, brillante, atractiva, adorable… encajan en esta novela ensalzando su magnificencia real.
Si El nudo Windsor dejó alguna duda, esta segunda entrega la ha
despejado completamente, y ya solo queda desear que la tercera de esta serie de
Su Majestad, la reina investigadora, no tarde mucho.
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