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domingo, 21 de agosto de 2022

La venganza del colibrí de Alberto Cavilla Peñalver

El golpe de estado del general Franco no solo buscó, y lo consiguió, descabezar el poder democrático del país, sino también erradicar cualquier atisbo de pensamiento ajeno, por considerarlo nocivo, a sus intereses.

Así la guerra no finalizó cuando acabó la contienda militar sino que se perpetuó hasta la muerte del dictador y más allá. Aún hoy en día se perciben coletazos que solo por contemporaneidad europea no acaban con nadie en una cuneta de carretera.

En la España rural todo se vivió con mucha más visceralidad y muchas familias se vieron arrojadas a la miseria, como mal menor, por no haber elegido bando vencedor. Y otras, sin escrúpulos, que si supieron cuándo y que brazo levantar se alzaron como ricos terratenientes y abarcaron latifundios para que todos estuvieran a su servicio o les temieran lo suficiente como para no pisar su sombra por la calle.

Paco Pizarro, según él mismo se cuidó de proclamar podría ser descendiente del aventurero conquistador, es uno de esos caciques que ha sabido hacerse temer vendiéndolo como respeto a su estirpe. Su numerosa familia, entre directa e indirecta, le teme tanto como le odia. El amor hacia su persona, si es que alguna vez existió, no se le conoce.

Mano de hierro en el trato familiar y en el trato de los negocios y en el trato con las gentes del pueblo y los otros poderes facticos.

A Paco no hay quien le tosa. De ahí que encontrarlo cubierto de sangre manando de bastantes cuchilladas en su propia cama un día de celebración familiar con todos revoloteando por el jardín y la mansión, resulta de lo más desconcertante.

Un comisario gallego recién llegado a Extremadura, y su inspector adjunto con la colaboración inesperada de un periodista, tienen la difícil tarea de interrogar a las más de veinte personas que el día de autos coincidieron en la comida y poner luz a un caso que quien más quien menos oscurece con medias verdades.

Contrastar sus coartadas, identificar sus recelos, encontrar los motivos. Una tarea tediosa y complicada, salpicada de suposiciones e hipótesis que parecen no conducir a ningún lado, de lo que se acaba contagiando el argumento de La venganza del colibrí.

Alberto Cavilla Peñalver recrea con pintura policiaca una de tantas historias rurales de la postguerra, en la que tiene mayor peso el trasfondo costumbrista que la investigación y tal vez por eso la intriga se resienta bajo el peso de los secretos de familia.

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