La perseverancia suele dar resultados aunque no siempre sean frutos, o si lo son no sean lo apetitosos que se desearía. La perseverancia es una aptitud que va a unida con la paciencia y la meticulosidad, y que no se encuentra a gusto con las prisas ni los desenfrenos.
La perseverancia forma parte del carácter de un periodista
de investigación. Leer, analizar, indagar, documentarse, entrevistar tanta
gente como sea preciso, todo para ir cribando arena en espera de encontrar una
minúscula pepita de oro.
Camila Jones se dedica a eso, bueno se dedicaba ya que se
ha retirado de todo y de todos, aborrece ser mediática, y ahora vive en una
casa escaparate, vidrio por todas partes, con su perro Bobby en un lugar donde
espera no ser reconocida.
Sin embargo, Tim Doherty, director del periódico local sí
que la reconoce e intenta reclutarla para que le ayude a investigar la
desaparición de una joven a quien la mayoría dan por muerta, justo cuando está
a punto de cumplirse un año de los hechos y su recuerdo empieza a diluirse con el paso del tiempo.
Camila no resulta receptiva a la petición de forma
inmediata, pero, ¡qué demonios! quien lo lleva en la sangre no puede cambiar de
la noche al día y casi sin darse cuenta toma las riendas de un caso que otrora
hubiera hecho furor cuando era una estrella de la televisión.
La trama va avanzando a ritmo de investigación amateur, no
hay placa policial que abra puertas ni que suelte lenguas, pero los pasos son
firmes y pronto la información obtenida va dibujando un escenario distinto al
que se supuso en el momento de la desaparición asociada a suicidio.
La experiencia de Camila y la ayuda de antiguos
colaboradores permiten encontrar indicios que o bien se pasaron por alto en su
momento o, aún peor, no se quisieron contemplar para no desfigurar una idea
preconcebida.
Una trama que al final pasa cuentas sin ningún rubor ni atisbo de
misericordia y que busca equilibrar la balanza con el mal sufrido.
Federico Axat va contando lo que pasó, lo que se supone que pasó y lo que está sucediendo.
Se toma su tiempo y su espacio, 518 páginas, para dar forma a
un relato ominoso donde todos somos periodistas de investigación yendo de la mano de Camila, aprendices d'un oficio no exento de peligro.
No esperen una lectura de ritmo acelerado sino todo lo
contrario, pausado y recogido y cuando finalicen no olviden que “la maldad se
esconde donde menos lo esperas”.
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