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domingo, 28 de noviembre de 2010

Interrobang: fake I - El misterio del Tren Azul de Agatha Christie

"Catalina miró fijamente al suelo.
Tenía en la mano una sombrilla de cretona,
con la que trazó algunos signos en la arena."


El misterio del Tren Azul
de Agatha Christie

martes, 23 de noviembre de 2010

Gastronomía de Detectives de Novela Negra

 
Al otro lado del Atlántico norte, los duros comen a destiempo, poco y mal y destilan todo lo que beben, que es mucho y nunca suficiente y además aguan el café.

Al otro lado del Canal de la Mancha, los remilgados creen que comen bien, pero tampoco y beben té a todas horas aunque los más modernos le dan al centeno líquido, entre porridge y pudding.

En este lado del Atlántico, los nortes se tocan. Auroras boreales, noches blancas, y nada de graduación alcoholica que esté por debajo de los 40º.



En el centro se fabrican bigotes de espuma mientras la comida es generosa en cantidad, calorías y colesterol.


Solo al mediodía geográfico, en la zona mediterránea, los Carpantas tienen claras las prioridades y les dan a los ágapes la importancia que les corresponde, eso si, hasta donde les permite su bolsillo, y disfrutan del vino como el nectar de los dioses.


Por el contrario los malos, sean quienes sean, estén en la época que estén y se ubiquen en donde se ubiquen, urbana, rural o insularmente hablando, siempre disfrutan de platos de refinada elaboración, de manjares exquísitos y exclusivos, degustados en mesas impecablemente servidas, con cubertería de oro y copas de cristal musical llenas de bebidas para babear, siempre en ambientes de lujo y confort y siempre en agradable compañía, siempre.

Ya lo ven, en materia gastronómica, no lo duden, pídanse malos.

viernes, 19 de noviembre de 2010

Con sotana y a lo loco

La reciente visita papal no ha traído milagro, para desesperación de sus fansligreses, pero a nosotros nos ha despertado muertos y aunque no sea el caso de Lázaro que va a seguir durmiendo El sueño eterno, habrá que aplicar lo de que no hay mal que por bien no venga.

Nos ha devuelto a la vida a aquellos religiosos y religiosas de ficción que han simultaneado lo de ser siervos del Señor con ejercer de detectives, no como pluriempleo remunerado sino como una extensión del oficio evangelizador. Ya saben que todos los caminos conducen a Roma y los del Señor son inescrutables.

Cara a cara con el malhechor le intentan persuadir de las ventajas del arrepentimiento, de los beneficios de la bondad y el sacrificio, aunque al final la justicia divina ceda siempre antes las leyes humanas, aún no estamos en el cielo, y se le acabe entregando a la policía. Con una mano se denuncia el crimen y con la otra se intenta salvar un alma.

Que Dios dijo hermanos pero no primos.

Como de todo hay en la viña del señor (no confundir con La viña del señor, restaurante teta de novicia barcelonés) el género interrobang no podía obviar a este peculiar tipo de detectives con sotana y aunque muchos fueron los llamados muy pocos son los elegidos que permanecen en la memoria puesto que poco juego ha dado esta sección.

Será que con lo que les ha caído y sigue cayendo sobre el Vaticano, no tienen el horno para torrijas de Santa Teresa y así los tímidos intentos que lograron despuntar tiempo ha, no parece que vayan a tener continuidad. Aunque salga alguien como Pérez Reverte y lo traiga a colación con su novela La piel del tambor.


Sin duda alguna al personaje católico Padre Brown le cabe el honor de ser el primero de la fila. Concebido por Gilbert Keith Chesterton en 1911 está a punto de cumplir cien años y aun sigue dando guerra. Poca, eso si, ¿quién va a preferir hoy en día un cura bajito, rechoncho con cara de luna y que se acompaña de un enorme paraguas negro a juego con la sotana, empeñado en redimir criminales, anarquistas y comunistas, o sea ateos todos, pudiendo elegir las movidas de una anticonvencional, inconformista, iconoclasta, hacker y psicótica Lisbeth Salander?.

Y es que los valores y el Candor del Padre Brown han quedado, hace tiempo, vistos para sentencia.

Ellis Peters lo intentó en 1977 con un monje benedictino del siglo XII, Fray Cadfael con tonsura total, que tiene conocimientos del arte de la espada, fue cruzado antes que fraile, y también de plantas medicinales. A la vuelta de Tierra Santa recala en una abadía galesa donde aplica sus conocimientos mundanos junto con brillantes deducciones para la resolución de cuantos crimenes le salen al paso (que por cierto para la época y el recóndito lugar son bastantes).

Hay quien dice que en él se inspiró, en 1980, Umberto Eco para crear su Guillermo de Baskerville y meterlo de lleno en El nombre de la rosa, novela que sin ser explícitamente del género se ha convertido en toda una institución de culto. Claro que Eco es mucho más que un novelista de género y en eso juega con ventaja para darle al argumento un magnífico entretejido de ciencia, filosofía y humanidades que le dan a su lectura una riqueza suficiente tanto para contentar al lector accidental como al lector más exigente.

Lectores más avezados podrán profundizar en segunda lectura y encontrar el habitual doblez narrativo de Eco viendo intenciones de reinvidicación herética y de análisis sociológico del poderoso papel eclesiástico en la época. Claro que escuchando al actual papa, se podría pensar que la iglesia sigue en aquella época. Y sin escucharlo, también. Si les da pereza leer, vean la película: bien interpretada y bien dirigida. Es mejor que ver una misa en TV2.

Ya en 1987 la televisión se lanza a ganar audiencia con la serie Los misterios del Padre Downing, con guiones originales sin novela que adaptar, en donde un reaprovechado actor, Tom Bosley hace las veces de párroco detective después de haber ejercido en una cadena de la competéncia como sheriff en otra serie de culto Se ha escrito un crimen. Pero como Jessica Fletcher no viste sotana la trataremos en otra ocasión.

El padre Downing es como el padre Brown pero en moderno y en lugar de apoyarse en un redimido ex-delincuente francés, Flambeau, lo hace en la hermana Steve, alter ego de Watson pero con la ventaja de no ser tan mojigata ni britanica como el doctor; la díscola monjita le pone el toque de pimienta a la serie ya que no en vano, antes de su renuncia mundana, ha vivido lo suyo y no tiene reparos en moverse donde fuera y hacer lo que viera, aunque eso signifique en alguna que otra ocasión colgar los hábitos y los preceptos en el perchero.

En general son novelas sencillas que se dejan leer sin gastar neuronas, pruebenlo y verán como no les afecta pero tampoco esperen con ello ganar el cielo.

Uno no puede dejar de pensar que Don Camilo, de detective, lo habría hecho mejor.

sábado, 13 de noviembre de 2010

Riff blues

Hoy no he desayunado en Tiffany, me quedaba lejos la Quinta Avenida. He desayunado en casa pero con la música de los episodios de TV de la serie Mike Hammer he deambulado por Nueva York.

He salido de Brooklyn con el swing alando mis pies y en un giro en el aire he encestado una lata de cerveza en una oxidada papelera ante los atónitos ojos de jugadores de básquet callejero exasperados por mi negativa a jugar en su equipo.

En la siguiente travesía la batería ha alertado mi sexto sentido lo justo para desviarme y evitar lo que hubiera desencadenado en riña y ya con el viento de la big band a mis espaldas me he puesto a cruzar el puente.

El clarinete ha ido engrandeciendo Manhattan y una vez en el East Side he seguido hasta perderme en un Chinatown engalanado de fiesta.

Mike Hammer puede resultar demasiado excesivo. No digan hard boiled digan Hammer; no digan McCarthy digan Hammer; no digan Hammer, tradúzcanlo, digan Martillo.

Mike se reconoce en cada nota de las melodías. La música lo dibuja con trazos gruesos y bruscos, su sombrero, su gabardina, su perfil con cigarrillo, su gesto duro. En las canciones se pasea por calles solitarias, golpea hígados y barbillas, corre por muelles oscuros y baila a la luz tenue del music hall.

En los solos de trompeta se escuchan los gritos y los lamentos de las víctimas; en los solos de trombón y saxo los gemidos y suspiros de sus momentos cargados de erotismo, y cuando suenan todos al completo, las persecuciones y las peleas, las risas, las frustaciones y los desengaños.

No se sienten  a escucharla; es música para moverse. No es música para oir, si para sentir. Es blues i es jazz. Es visceral. Como Mike. Sobre todo cuando la morena o rubia de turno va más allá de las palabras en su intento de seducción y él sonríe burlón y dice aquello de... tomaré nota.



miércoles, 3 de noviembre de 2010

Otros rastros

De entusiastas innovadores, o de críticos renovadores del género interrobang, o de iluminados pasados de vueltas, o de divos ávidos de efímera fama, o simplemente impulsadas por originales estrategias de marketing, salen periódicamente novelas que pretenden desmarcarse de sus vecinas de escaparate y de estantes de librería.

El insomnio es un magnífico estimulante para generar nuevas líneas temáticas. Si no ¿cómo explicar la floración de ambientes y personajes, hasta ahora prohibidos, dentro de los parterres que han encauzado tradicionalmente los desarrollos de los argumentos del género?.

Y no es malo; en absoluto. No hay que tener miedo en pisar fuera del sendero. En dejar otros rastros, otras huellas.

Siempre ha habido experimentos, y que no decaiga por favor: la evolución depende de ellos.
Tema para debate es si todos deben ver la luz en forma impresa. Pero es bien sabido que los gustos son como los perineos y que cada uno tiene el suyo por lo que mostremos debido respeto también a estas extravagancias, todo autor tiene su coranzoncito y escribir nunca ha sido fácil, y disfrutemos en la medida que sea posible de sus propuestas.

Y para muestra un mordisco, pruébenlo y sorpréndase que a lo mejor repiten.

En "Ya estamos muertos" de Charlie Huston, el prota es un detective privado vampiro, con un código de honor tan sui generis como el de sus homólogos humanos y que le sirve para llevarse tantos disgustos como ellos, y es que esto es lo que conlleva el oficio.
Su mueble bar, en este caso nevera, no alberga bourbon ni whiskie, sino bolsas repletas de sabroso plasma sanguíneo, ya que ir sirviendose directamente de los humanos está mal visto entre los suyos y uno no sabe nunca que enfermedad puede pillar.
En "Anonymus Rex" de Eric García nos encontramos con que el detective es un dinosaurio, un velociraptor para ser más exactos (la sombre de papá Crichton es alargada) y acaban de contratarlo para resolver el caso de un incendio en un club nocturno, que no es sino la punta del iceberg de algo más siniestro y que tiene que ver con la muerte del que fuera su socio. Y es que los grandes reptiles nunca se extinguieron, solo lo simularon para adaptarse a los nuevos tiempos y aún están entre nosotros.
Vincent Rubio, el raptor, opera en Los Ángeles y su adicción, ¡oh sopresa! es la albahaca...

Un pastor yace en el suelo clavado a una pala, sus ovejas saben que su muerte no ha sido natural ya que las palas no son ninguna enfermedad y también que el culpable no es un lobo ya que ni los más astutos son capaces de clavar palas en los cuerpos de sus víctimas, por lo que se impone la celebración de un consejo con el objetivo de repartir tareas para aclarar el suceso.
Así las ovejas deciden descubrir al asesino de su pastor, bueno donde los haya, y vengar su muerte.
"Las ovejas de Glennkill" de Leonie Swann. No hace falta decir nada más.

"Tormenta" de Jim Butcher nos presenta a Harry Dresden un mago, de verdad, no muy poderoso todo hay que decirlo pero que pone toda su voluntad en ayudar a la policía de Chicago, a través de su enlace la teniente Karrin Murphy, siempre que en la investigación surge algún elemento sobrenatural. En su camino se cruzan descerebrados de todas las especies habidas y por haber.
"Cuando nadie pueda ayudarte, llámame. Estoy en la guía".

 Ustedes también los pueden disfrutrar. Decídanse y ya me contarán.