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domingo, 24 de febrero de 2013

Cinco días de octubre de Jordi Sierra i Fabra


 En Cinco días de octubre de 1948, un año después de lo ocurrido en la anterior novela Siete días de Julio de 1947, nos encontramos al ex-inspector Miquel Mascarell Folch viviendo un sueño real: una nueva convivencia marital, sin papeles, pero en perfecta armonía y bajo el influjo de un amor verdadero.

Esta situación le hace feliz pero débil, pues ahora su pareja es su talón de Aquiles. De ahí que cuando Benigno Sáez se presente en su domicilio, el miedo a la pérdida de esta sensación recuperada, que no tanto a la pérdida de la propia vida, vuelve a aparecer reviviendo terribles y amargos recuerdos.

Benigno Sáez es un rico, poderoso, influyente, y por todo ello triplemente peligroso, hombre de negocios amparado por el nuevo régimen dictatorial, por si eso no fuera ya suficiente peligro. Le encarga a Miquel Mascarell, a quien conociera profesionalmente años atrás cuando este aún fuera inspector, la búsqueda y localización del lugar donde pueda estar enterrado, perdido en algún lugar de la gran Barcelona, su sobrino asesinado por un anarquista en la madrugada de la guerra.


La hermana de Benigno acaba de fallecer y le ha arrancado la promesa de que sus restos reposaran con los de su hijo, y Benigno Sáez es hombre de palabra por lo que tan inusual encargo recae en los frágiles hombros del viejo inspector republicano. Sin posibilidad de elección.

Es lunes, 11 de octubre de 1948, un día antes de la celebración de la Festividad de la Raza.

Han pasado nueve años desde el final de la guerra, eso que algunos aún se empeñan en seguir llamando contienda o cruzada, y esa España cerrada a todo y a todos, no reconocida por la diplomacia mundial, se ha convertido en el culo de Europa. Han pasado nueve años y parece no haber cambiado nada desde entonces, o en todo caso, para muchos, a peor.

El miedo sigue presente ante el desconocido que pregunta, ante la llamada a la puerta en horas intempestivas, ante una mirada escrutadora aunque sea desde el otro lado de la calle. Cada hogar ha vivido su propia tragedia y la guarda en el recogimiento y bajo el deseo de no revivirla.

Jamás.

Miquel Mascarell Folch, sesenta y cinco años cumplidos, es un testimonio vivo de la verdad en contraposición a la crónica de los vencedores escrita con la sangre de los vencidos, exacerbada y ensuciada de mentiras. Con su tenacidad y buen hacer inicia una investigación titubeante que pronto destapa intenciones ocultas y viles. Sabe que debe resolver este caso, que la vida de su pareja, a uno de cumplir los treinta, y la suya, y su felicidad y su futuro, dependen de ello. Y habla con Quimeta para que le de fuerzas y argumentos para no desfallecer.


Cárcel Modelo
Quimeta encarna su yo más lúcido, su asidero para adaptarse a este presente que no reconoce, para aceptar esa felicidad que cree no merecer, para no rebelarse a pecho descubierto a esa paz impuesta, a ese temor damocliano, para no ver esas fachadas grabadas a sangre y fuego con el yugo y las flechas y el rostro del generalísimo, a esas proclamas que anulan la individualidad.

El argumento rico en giros, desgrana con tensión el detalle de cada avance en la investigación, el trasfondo de la vida real. Las calles que han sido rebautizadas con soberbia con los nombres de los vencedores, deseosos de anular cualquier recuerdo que pueda encender un rescoldo, los cines que pasan glosas al dictador, los bares donde con dinero se come bien aunque haya racionamiento impuesto a la mayoría, pero exento para los partidarios del régimen.


En las calles solo hablan los franquistas, los militares y los curas, el resto susurra sin detener el paso. En las cárceles se hacinan los pensadores cuando antes solo había delincuentes. Y mientras entre los árboles de Collserola y del Tibidabo se reorganizan los maquis (pinchen aquí para conocer mejor este colectivo)  dispuestos a morir antes que doblegarse, los juicios sumarísimos siguen con sus descargas al alba.

La novela Cinco días de octubre (1948) cierra la trilogía original, iniciada con Cuatro días de enero (1939)  y seguida de Siete días de julio  (1947) ya comentadas anteriormente, a la que ya se va a sumar, afortunadamente, una cuarta entrega Dos días de mayo (1949), y lo hace con la brillantez con la que iniciara este recorrido por la memoria histórica. Esta memoria distorsionada en los libros de texto (¡que wertguenza!)


Aunque incomode el recuerdo, aunque duela, aunque siga provocando lagrimas, el conjunto de estas novelas no puede ser más redondo y alcanza por méritos propios, de calidad literaria y de tensión narrativa, el que se identifique como lectura de género imprescindible.

Jordi Sierra i Fabra ha novelado de forma magistral y en negro nuestra historia más negra. No pueden dejar de leerlas.


Post Scriptum: reseñas de la serie Inspector Mascarell en este blog

1. Cuatro días de enero
2. Siete días de julio
3. Cinco días de octubre
4. Dos días de mayo

5. Seis días de diciembre


6 comentarios:

  1. Animo a todos los que disfrutáis de este blog a que leáis esta saga. No sólo son novelas negras creo que es una página de historia bien escrita y necesaria para entender muchas cosas pasadas y, ójala no, venideras.
    Dignifiquemos el género cuando no solo es evasión sinó formación.

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    1. Comentario muy acertado que comparto plenamente.
      Gracias y saludos!

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  2. Totalmente de acuerdo. Las tres novelas que he leido me han encantado! Estoy esperando impaciente a leer la última. El inspector Mascarell se nos hace un personaje cercano, y además la accíón transcurre en Barcelona, mi ciudad, o sea, que más se puede pedir!

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    1. Nada que añadir Laura, porque si insisto parecerá que tengo comisión, pero no puedo dejar de repetir que estamos ante una serie con muchísima más calidad que lo que se suele encontrar en las mesas de novedades de las librerías.
      Gracias por comentar!

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  3. Leí la primera de la serie hace varios meses y me propuse hace poco completarla con las otras tres. Reto superado: en poco más de una semana han caído las que faltaban y estoy de acuerdo con lo aquí dicho, fantástico el retrato de la Barcelona (como de cualquier otra ciudad) de la posguerra apoyado, según reconoce el autor, en los recuerdos de otro de los grandes, Francisco González Ledesma. Y un Miquel Mascarell que, en "Dos días de mayo" sigue estando en plena forma, haciendo que 48 horas le cundan como un par de semanas.

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    1. Creo que Jordi tiene una gran habilidad para describir estados de ànimo de personas y hacerlos extensivos a calles, tiendas y, claro está, ciudades.
      Estoy a punto de empezar la última, que la estoy guardando por si no hubiere más y esta fuese de verdad la última de Mascarell.
      Un abrazo Ricardo!

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