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viernes, 14 de abril de 2017

A dúo de Concha Román

Un thriller que empieza en Sevilla, en
Semana Santa y cuya investigación
avanza a ritmo de costalero.
Los casos de corrupción existen y han existido en España desde hace mucho pero ahora, cuando más se conocen, se divulgan y se persiguen, son perfecta carne de cañón para los escritores de thrillers y de novela negra.

La corrupción conlleva asociados muchos más delitos y es lícito que los escritores fabulen sobre esos hechos imaginando escenarios y tramas y quedándose cortos ante lo que ofrece la realidad.

Cada país adecua los argumentos de su novela negra y sus thrillers a su entorno social, a su nivel de criminalidad y a la tipología de esta para ser creíbles y favorecer así la complicidad de la comunidad lectora que a pesar de saber que lee ficción necesita que esta se sustente en aspectos comprobables.

El modus operandi ha de concordar con el modus vivendi.

El título A dúo era suficiente, deja con ganas de saber más; añadirle la coletilla: un thriller sobre la delincuencia de cuello blanco encorseta y etiqueta la novela que ofrece más de lo que anuncia. El afán de posicionar el libro frente a competidores nos desvela de qué va el argumento: un intrincado thriller de corrupción empresarial y urbanística.

Por suerte la trama, de gran complejidad y embrollo, con muchos protagonistas tanto en el bando investigador, que combina policías, como el comisario Juan Noceda, con la agencia de detectives privados Sierpes & Cool (una asociación tolerada que no concertada) como en el bando investigado da juego, giros y sorpresas propias de un thriller que se precie.

El entorno familiar, de amigos cercanos y empresarial de la víctima alberga las primeras sospechas. Habrá que profundizar en sus relaciones personales y profesionales para confirmarlas o descartarlas, aunque la mano de alguien profesional parece estar al acecho.

La trama transcurre en 2011 cuando los estragos de la crisis son motivo de conversación constante y de desesperación permanente. Un thriller que empieza en Sevilla, durante las fiestas religiosas de Semana Santa, con el asesinato de un alto directivo de un importante grupo empresarial y cuya investigación va avanzando lenta y pesadamente a ritmo de paso de costalero con visión limitada.

Los costaleros no tienen una visión global de la realidad
Los entresijos económicos fruto de la contabilidad creativa de las empresas con ánimo de delinquir son madejas entremezcladas por gatos juguetones y recomponerlas no es tarea fácil: a cada tirón de hilo puede obtenerse un nudo.

Concha Román, la autora, ha trasladado a literatura apuntes de periodista de investigación; el estilo es detallado pero conciso sin contemplar el adorno. El ritmo narrativo tiene algo de urgente y a veces provoca la sensación de estar leyendo notas extraídas de un bloc o de una agenda y otras veces de leer un memorándum lo que permite que la lectura se desarrolle como participante activo de la investigación.

A dúo consigue soliviantar, lo que para una novela es un lujo; consigue que los ciudadanos de a pie, buenos cumplidores de sus deberes sociales se indignen todavía un poco más ante la clara evidencia de que siendo malo se vive mejor.

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