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miércoles, 19 de abril de 2017

El santo al cielo de Carlos Ortega Vilas

El santo al cielo presenta una
cubierta más que elocuente.
- A propósito Jordi, ¿qué día es hoy? –me pregunta Aldo acercándose por encima del hombro.
- Eh…, diecinueve de abril, señor – contesto sin dejar de escribir la reseña de El santo al cielo y señalando con el dedo el ángulo inferior derecho del monitor.
- Diecinueve de abril. Día de san Expedito
- ¿Señor?
- Expedito. Un Comandante de una legión romana de principios del siglo IV que fue tocado por la gracia de Dios y aceptó su conversión de forma expedita por eso se le asocia con los temas urgentes y el no dejar para mañana lo que puedas hacer hoy; es, a su vez, junto con Santa Rita y San Judas Tadeo, abogado de las causas imposibles.

Aldo Monteiro es así, Inspector Jefe de la Brigada de Homicidios y Desaparecidos de la Policía Nacional y también un martirologio andante.

Y tiene tan buen olfato e igual aptitud para un desempeño como para el otro; cuando sigue una pista, cuando su intuición se afina, no deja que nada lo despiste, no deja que se le vaya el santo al cielo ni que nadie le pise el fregao.

El caso que le ocupa no es de santos, o si pero de santos caídos. Tiene más de infierno que de cielo. Y además esconde secretos de un pasado para nada cerrado. Tan abierto estaba que de él han salido sus sombras a teñir el santoral y a velar el presente. Y a velar al difunto.

El cadáver de un hombre ha sido encontrado en su domicilio; el hedor es insoportable pero no inhabitual. El joven teniente Julio Mataró de la Guardia Civil va a ser su compañero en la investigación; dos cuerpos policiales heterogéneos para un único cuerpo descompuesto y para mayor misterio hallado en un piso cerrado por dentro.

Empieza el relato y una investigación que va a recorrer distintas localizaciones y va a tener suficientes ramificaciones como para deslizarse por las 557 páginas a ritmo de imparable thriller.

Carlos Ortega Vilas
Carlos Ortega Vilas sorprende con una novela que tiene tanto de negra como de policial y todo de buena; relata con una prosa relajada, acompasada y elegante una historia de gran contenido humano. Pero no de su contenido sacro sino más bien del sacrílego.

El autor compone una historia muy meticulosa, por lo que se refiere tanto al pasado como al presente y elige unos personajes para su representación muy sólidos y de marcadas identidad y carisma con los que no cuesta nada empatizar hasta sentir en carne propia sus preocupaciones, dolores y desvelos.

Presenta los hechos de forma clara y aun sabiendo casi desde el principio quien es el muerto y quien el asesino revela que el misterio sigue intacto y demuestra con gran maestría como es capaz de mantener la tensión en todo momento e incrementarla con subtramas y giros que tan pronto avanzan por libre como se entrecruzan como convergen para volver a separarse pero siempre encajando sin fisura alguna en el todo argumental.

La alternancia de capítulos con distinto protagonista permite al autor desarrollar dichas subtramas y al lector disfrutar de una posición privilegiada a vista de pájaro y aun así la novela no pierde ni un ápice de interés y eso se debe a un dominio del lenguaje y del tempo narrativo muy elogiable y a una rara habilidad para elaborar unos diálogos medidos y muy convincentes.

La investigación discurre desde el martes 5 de diciembre, día de San Sabas hasta el jueves 28 de diciembre día de los Santos Inocentes. La historia empezó mucho antes y aún no ha acabado.

Léanla sin dudarlo y cuanto antes, no sea que por una cosa u otra les suceda como a aquel cura que en plena misa hablando de las virtudes de un santo se olvidó lo que iba a decir. Se le había ido el santo al cielo.



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