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martes, 11 de junio de 2019

Cibercrimen de Manel Medina y Mercè Molist

El Cibercrimen necesita Ciberprotección.
Oír o leer expresiones como ciberespacio, cibercrimen, ciberpolicía o ciberdelito aún evocan imágenes de ciencia ficción cuando nada más lejos de la realidad.

El ciberespacio no es una zona donde navega la Enterprise del capitán Kirk ni tampoco el Halcón Milenario de Han Solo. No, para nada.

El ciberespacio es la zona donde nos movemos habitualmente: puede ser nuestra habitación, sala de estar, baño, bar o restaurante habitual, habitación de hotel, sala de espera de un hospital o de un aeropuerto y por supuesto nuestro lugar de trabajo.

Técnicamente hablando no es así, claro, y los autores de esta obra, Cibercrimen, lo explican mejor pero, hablando en plata, créanme: es tal como se lo digo.

Y es que el ciberespacio, ese mundo virtual al que accedemos desde dispositivos electrónicos mediante softwares específicos y conexiones físicas o mediante ondas ya forma parte de nuestra vida y tanta parte de nuestra cotidianeidad como la televisión o las gafas de sol. Y como una y otras les dedicamos tan poca atención que la primera se puede pasar horas encendida sin que nadie la atienda y las segundas permanecer olvidadas sobre la mesa de un bar en cuanto nos levantamos.

Y no debería ser así. Deberíamos tener más cuidado con nuestras propiedades. Y no solo a las físicas y tangibles sino también a las virtuales y etéreas.

Descuidar la tele encendida puede provocar un sobre calentamiento y acabar en un incendio; olvidar las gafas en un lugar público es brindar a los delincuentes una oportunidad irresistible de aumentar sus ganancias y alejarlos de la redención.

Descuidarnos en el mundo virtual, accesible desde internet, significa estar tan expuesto como lo estaban las gafas. Y ahí está la razón de Cibercrimen una obra de divulgación, amena e interesante por igual, que pretende y lo consigue, explicar los peligros que nos rodean en lugares como nuestra cuenta de correo electrónico o página de Facebook, lugares en los que nos creemos tan a salvo y tan inocuos como nuestra habitación o nuestra sala de estar.

Pero, si ponemos puertas blindadas, cerraduras de seguridad o alarmas en nuestras viviendas físicas ¿por qué descuidamos nuestra vivienda virtual? ¿Verdad que en una ciudad desconocida no entraríamos en barrios que la guía señalara como potencialmente peligrosos? Tampoco acompañaríamos a un completo desconocido y en cambio entramos tranquila e inconscientemente en webs y sites de los que aún conocemos menos.

¿Y qué hay del porno? su consumo, básicamente masculino, de cualquier edad, aparte de denigrar y cosificar la mujer supone una fácil vía de entrada de elementos infecciosos a nuestros dispositivos.

Se entra en una página y no se tiene ni idea de qué clase de enfermedad venérea se puede contagiar. Si, si, porqué el sexo virtual también conlleva infección por virus. Informáticos pero igual de nocivos y peligrosos y que sin el tratamiento adecuado pueden degenerar en daños cuantiosos e incluso irreparables. Todos nuestros datos, imágenes y textos, contraseñas e información de nuestros contactos pueden quedar expuestos a un uso limitado solo por la imaginación de quien los haya secuestrado. Y suelen ser personas sin escrúpulos y de mentalidad sucia y ominosa.

¿Quién no ha descargado aplicaciones desde el pc de sobremesa, o portátil, o tablet o móvil sin atender un mínimo de precauciones? ¿Quién no ha abierto correos electrónicos de remitentes desconocidos? Nos creemos a salvo porque no sospechamos que nuestras anodinas vidas, no somos multimillonarios, ni CEO’s de grandes corporaciones, ni pertenecemos al star-system, pueda despertar el más mínimo interés de un ciberdelincuente, pero no es así ya que si bien tal vez no seamos el objetivo final si podemos ser puerta de acceso para otros más apetecibles.

Manel Medina y Mercè Molist (MMMM)
Manel Medina y Mercè Molist, ampliamente capacitados para escribir sobre ciberdelito y por tanto sobre ciberprotección ilustran situaciones peligrosas al acecho en internet, más habituales de lo creemos, mediante reseñas de hechos reales narrados de forma amena y comprensible para todos los públicos.

No es una novela negra de ficción, es true crime; una obra de divulgación didáctica que se lee como una de ficción y que da juego a argumentos noir.

Un toque de atención al ritmo de vida, frívolo cuando no inconsciente, que no contempla los riesgos a los que nos exponemos desde el momento en que nos conectamos a internet. Y no solo nosotros, también nuestros hijos, sobrinos y nietos. Cuídense, cuídenlos, son los más vulnerables.

2 comentarios:

  1. El true crime ha llegado para quedarse y yo que me alegro como consumidor de este género desde hace un tiempo ya.
    ¡Un placer leerte como siempre, Jordi!

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