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jueves, 28 de mayo de 2020

Morirse es de mal gusto de Francesc Marí

Morirse es de mal gusto es una
novela policiaca del subgénero enigma.

Ciertamente la fama de asesinos que arrastran los mayordomos es una condena que queda reflejada en su armilla de rayas como recordando uniformes de antiguos presidios.

Por eso cuando el asesinado es un mayordomo, la novela no puede ser más paródica del genero aunque mantenga su punto de seriedad.

Morirse es de mal gusto si no se atienen los convencionalismos sociales y el deceso se produce en medio de una reunión social en la mansión donde el finado tiene la responsabilidad de servir y por tanto no deja de ser un empleado. Que burda manera de abandonar sus obligaciones.

Y es que en la casona a modo de castillo emplazada sobre un islote y reconstruida piedra a piedra después que viajara despedazada desde Europa, el productor cinematográfico Charles Richmond ofrece, a un reducido grupo de invitados, una cena para celebrar la presentación de su nuevo film “César”.

Bernard el británico mayordomo, por modos que no por nacimiento, tiene un día particularmente torpe que culmina con su fallecimiento en medio de la sala con todos los invitados a su alrededor en un remedo de cena que provoca sonrojo en el anfitrión y desagrado en los invitados. Bernard es cadáver sin llegar a los postres.

El guionista de los Estudios Richmond, Melvin Drake, invitado junto a su novia, pondrá todo su ingenio, demostrado componiendo historias, al servicio de una investigación que pretende dilucidar si la muerte del mayordomo ha sido de origen natural o por el contrario resultado de un asesinato.

Francesc Marí
Francesc Marí se divierte y pretende divertir a los lectores con este remedo de novela enigma que contiene todas las claves para ser considerada como tal. No solo en su ambientación británica aunque transcurra en Los Ángeles, en su selecto y carismático elenco de personajes y en su tormentosa noche, por la meteorología y por los secretos aireados.

Una muerte en habitación cerrada, en casa solitaria y en islote aislado del continente, es expectante presagio de un gran misterio.

No se puede dejar de estar de acuerdo con lo que dice uno de los protagonistas al final “…añadiéndole algo más de drama y comedia…resultaría un buen guion”. Así pues se queda en un buen intento pero en una mala imitación. Si Bernard hubiera aprendido de Jeeves y Melvin hubiese leído más y mejor a Agatha Christie, hubiesen conocido el fondo y no solo la forma.

Una lectura ligera y rápida, novela corta, que consigue arrancar sonrisas y entretener manteniendo la incertidumbre del whodunit hasta el final.

domingo, 24 de mayo de 2020

Los crímenes post mortem de Marcos Nieto Pallarés

Los crímenes post mortem es una
novela negra de la que se desearía
tuviera muchas más páginas.

En la vida la muerte es el final. Y un funeral es la expresión litúrgica de ese acto final. Solo hay que asegurarse que el cuerpo que reposa dentro del ataúd, aparte de ser el correcto, sea efectivamente un cadáver, cualquier otra posibilidad supone una situación anómala y macabra y si responde a un acto forzado, catalogable de asesinato en una acción tremendamente espeluznante: un crímen post mortem.

Y eso es lo que suponen los detectives McAlister y Tolley cuando respondiendo al aviso de un sepulturero descubren marcas de arañazos en la parte interior de la cubierta de un ataúd, lo que da pie a unas pesquisas que al estar narradas en primera persona cogen más fuerza y permiten sentir en la propia piel las vicisitudes por las que pasará el decidido Alder McAlister, protagonista principal.

Chicago, 1868, es el escenario central donde se desarrolla la trama que se amplía por la población de Pulaski incluso llega a Haití. Un recorrido por zona urbana, zona rural y zona pantanosa.

Y es que el argumento desarrolla espléndidamente la novela negra cuando pisa asfalto, el thriller histórico en una zona de anchos horizontes y campos de algodón en los estados del sur con arraigo presencial del Klu-Klux-Klan y el género fantástico cercano al terror, cuando se mueve en la humedad de selvas tropicales enraizadas en ciénagas sin más vida que una fauna voraz en el reino de la hechicería y el vudú.

Como novela corta que es le falta espacio para acabar de desarrollar un argumento que parte de una original idea, dentro de lo que suele ser habitual en el género de novela negra y en especial en el thriller al que más se asemeja, y que no acaba de poder culminar en su plenitud.

La falta de páginas impide desarrollar más ampliamente a los personajes de los detectives protagonistas Alder McAlister y Buster Tolley, algo que la trama demanda a gritos. Y alargar la investigación que motivo y razones hay e incluso recrearse en detalles de las zonas y en especial de la época para vestirla con más verosimilitud.

Marcos Nieto Pallarés
Aunque todo eso sería para nota y aún y así, y dejando aparte inexplicables alteraciones gramaticales y del empleo de un léxico, como modus operandi con fines criminalísticos, cuyo uso a finales del siglo XIX resulta cuando menos curioso, consigue atrapar por su intriga, su ritmo, sus recorridos geográficos y su capacidad de mantener el suspense.

Marcos Nieto Pallarés demuestra tener ideas claras al plantear y relatar historias, capacidad de despertar interés e incluso de sorprender en un final más que inesperado. Una lectura agradable y recomendable.

lunes, 18 de mayo de 2020

Cuervos blancos palomas negras de Antonio Guisado

Cuervos blancos palomas negras es un
thriller que no deja ver por donde irá.

Cuervos blancos palomas negras existen pero no son tan comunes como sus congéneres de colores opuestos; suponer que el intercambio de adjetivo sería lo correcto evidencia el riesgo de tomar decisiones con interpretaciones apriorísticas, algo que una vez leída la novela queda confirmado.

Si donde hay luz también hay sombra, Sevilla, a que le sobra luz, acoge también la fatalidad. Esa supuesta señora vestida de negro y trágica trayectoria que se cruza sin darte tiempo a frenar y en un instante unas vidas han dado un vuelco y cuando el mal está hecho se desvanece como si nunca hubiese aparecido. Pero lo hecho ahí queda y es irreversible y tiene consecuencias.

Y todo por levantarse de la cama y haber puesto los pies en el suelo una mañana, en principio, como cualquier otra. Por levantarse, salir y por dejar que Ockham y su afilada navaja decida por uno, que siempre es más fácil dejar que decidan otros y tener a quien echar la culpa. Y es irreversible y tiene consecuencias.

Una noche de fiesta, ya saben: cena, copas, risas, tentaciones, diversión por todo lo alto y liberación de instintos incluida, no debería terminarse nunca ya que la realidad es incompatible con lo soñado y ojo con hacerlo pedazos ya que es fácil cortarse con ellos. y es irreversible y tiene consecuencias.

No, lo bueno no debería terminar porqué si hay luz también hay oscuridad, y si hay bueno también habrá malo y si no escuchen o mejor lean lo que les tiene que contar Emilio, el protagonista junto a sus amigos y amigas, que ya les presentará, de esa noche, de esa fiesta y de esta historia.

Emilio, Emi, narrador en primera persona, tiene su punto, a veces, demasiadas, excesivo, y mezcla divagaciones con el relato de los hechos, intercala chascarrillos, guasas, ironías y apuntes culturales y poco le importa romper el ritmo de la narración.

Antonio Guisado
Antonio Guisado deja que Emi dirija el cotarro y tal vez debería haberlo controlado un poco, ya saben Emi, córtate un poco y agilizar así el relato pero también está claro que si vas a conducir un Ferrari no puedes ir a 40 por hora. Aquí el problema no está en la velocidad sino en la elección del coche.

La novela es de suspense e intriga nivel alto; aunque tarde un poco en arrancar: no la dejen si el motor hace gré-gré en lugar de run-run, cuando empiece a correr ya ni se acordarán de lo que costó ponerlo en marcha.

Cuervos blancos palomas negras es un thriller que no deja presumir por donde tirará el relato, algo a lo que la verborrea disgregante de Emilio contribuye, pero prima el interés por saber cómo va a continuar todo, puesto que el qué, el quién, el cómo, el cuándo, el dónde y el por qué quedan claramente establecidos. Y falta también lo más importante y es conocer el final.

miércoles, 13 de mayo de 2020

Ella duerme aquí de Dominique Sylvain

Ella duerme aquí es un thriller
psicológico que transcurre en Tokio.

Si a veces solo con alejarse unos pocos kilómetros de la zona de confort que supone la casa, el barrio, la ciudad donde se vive ya puede suponer un cambio difícil de asimilar y que precisa tiempo y esfuerzo para conseguirlo, imagínense alejarse miles de kilómetros para instalarse en una cultura a las antípodas de la conocida y dedicarse además a un trabajo que, por su localización autóctona y sus reglas de juego no tiene parangón con nada de lo realizado hasta la fecha. Casi como inventar la rueda.

Kabukicho, es el barrio de Tokio que se quiere borrar del mapa aprovechando que los JJOO van a pasar por ahí, es el lugar de clubs de alterne, bares y love hoteles, que duerme durante el día y se llena de luz por la noche amparado por una laxa aplicación de las leyes. Neones de colores para iluminar chicas de compañía, prostitutas, gigolós, yakuzas y turistas ávidos de conocer los lugares ocultos.

Y en ese barrio, Kate Sanders, una joven británica que recaló en Japón hace un tiempo buscando no se sabe bien qué, ha conseguido hacerse un hueco en uno de los escalones más altos del nivel de deseo masculino. Y ha conseguido que otra recién llegada, despistada y perdida, Marie, con quien ahora comparte apartamento, pueda trabajar también en el selecto Gaïa Club.

Puerta de entrada a Kabukicho

El trabajo de chica de compañía, la prostitución es opcional, tiene más de escuchar que de hablar, de acompañar, de seducir, de comprender o fingir hacerlo, de teatralizar sentimientos, de dar cuerda a los muñecos para que no se detengan antes de soltar su dinero. Psicología barata pero efectiva habida cuenta que este tipo de negocio mueve millones de yenes y deja complacidos a quienes los pagan. En el país de la educación

Cuando Kate desaparece el mundo gira a otro ritmo y sus allegados, su amigo Yudai, su jefa Sanae, su compañera Marie se desviven por encontrarla, incluso su padre, Jason, con quien mantiene las distancias, se involucra en una investigación que, habida cuenta del mensaje recibido en su móvil, no parece ser de desaparición sino de localización del cadáver.

Todos bajo sospecha, en especial clientes y yakuzas, y el capitán Yamada investiga cualquier detalle, incluso casos antiguos para encontrar una pista por donde empezar.

Dominique Sylvain
Dominique Sylvain demuestra una vez más su facilidad para moverse en todos los registros noir: policial, thriller y novela negra. Y en coctelera, agitado que no mezclado y con el añadido, en este caso de su conocimiento de la vida en Tokio, ofrece este magnífico libro con una parte de carga emocional y tres cuartas de psicología criminal. Una intriga que va cogiendo cuerpo para convertirse en espeluznante y con un final que seduce por su frialdad y desparpajo.

Ella duerme aquí (Kabukicho es su título original) obtuvo el francés Premio Roman Interpol’Art 2017 y no fue gratuito. La novela se merece premios pero sobre todo su lectura que recomiendo sin duda alguna.

De esta autora se han reseñado en este blog las novelas de género policial de la serie protagonizada por Lola e Ingrid:







viernes, 8 de mayo de 2020

Encerrados de Megan Goldin

Encerrados es un thriller noir, un juego
escape room dentro de un ascensor
donde el premio puede ser salir con vida.

Una trama que se va cociendo a fuego lento, y nunca tan bien dicho habida cuenta del calor que hace en un ascensor cerrado con cuatro personas en su interior.

Y en capítulos alternos, otra trama, la que resulta determinante para explicar la anterior.
Un thriller de suspense muy bien dosificado que va traspasando la angustia, el sudor, la impotencia y la rabia que exuda cada una de las personas encerradas en esa diminuta cabina metálica a los lectores que pueden experimentar la misma claustrofobia y la misma necesidad de salir.

Citados por un mensaje de móvil sin especificar el motivo del encuentro, los cuatro trabajadores de una empresa neoyorkina de inversiones suponen que se trata de algún tipo de actividad team-building, de esas pensadas para fortalecer los lazos entre miembros de un mismo departamento o equipo y también para comprobar la capacidad de reacción ante situaciones complejas.

Claro que la Dirección podría haber elegido otro día y no un viernes noche para el que, cada cual, tenía planes. Y entre estos no estaban jugar a un escape room tan surrealista como el que se les plantea a poco de cerrarse el ascensor.

Encerrados es una consecuencia y es que en el depredador mundo de negocios que mueven mucho dinero no hay amigos, solo socios de conveniencia.

Megan Goldin
Megan Goldin maniobra con habilidad esas actuaciones egoístas para retratar unos personajes estereotipos de los que abundan en Wall Street. Y a partir de esas actitudes siempre interesadas construye una historia, de la que nada se puede contar, que lamenta como se toman decisiones arbitrarias con absoluto desprecio por todo aquello que no sea llenar la cuenta bancaria y como esto afecta a quienes las toman, hasta posicionar la deshumanización en lo alto de la escala donde rigen unas reglas propias que no distinguen entre el bien y el mal.

Una novela con hechuras de best-seller lo que implica necesariamente que sea ligera y ágil, que contenga crítica social, pero superficial, sin embarrarse y que aporte un final moralizante: todo acto tiene sus consecuencias.

Un thriller que permite al lector ir unos pasos por delante y anticipar, sin poder intervenir, lo que va a ir sucediendo. Más tensión imposible.

domingo, 3 de mayo de 2020

Infamia de Ledicia Costas

Infamia es una novela negra que no acaba
de entender su razón de ser.

En los pueblos, los hechos malvados implosionan y quedan confinados sin opción a expandirse pero sin opción a deshacerse de ellos y acaban salpicando, por acción u omisión, a todos los que los habitan, durante años.

Merlo es un pueblo gallego que arrastra una maldición, la que supone ver desaparecer a dos hermanas pequeñas, Sofía y Blanca Giraud de 14 y 6 años respectivamente, hace ya veinticinco años y no haber vuelto a tener noticias suyas. Padres destrozados, vecinos descolocados, secretos inconfesables y sospechas voceadas al viento sin obtener respuesta alguna.

Emma Cruz, una profesora de Derecho Penal, elige una casa de este pueblo para vivir mientras realiza una suplencia en una universidad cercana. Sus estudios, su conocimiento del mundo del delito y de la delincuencia y su curiosidad le lleva a investigar sobre esos hechos en cuanto tiene noticia de ellos.

En el campo levantar una piedra puede dar pie a la aparición de fauna indeseable y peligrosa y conviene ir con cuidado donde se pisa ya que si no es tierra firme, tanto da que sea la pata de un bicho o un callo: sea quien sea su dueño tampoco le va a gustar.

Infamia, en sus dos principales acepciones, deshonra o pérdida del honor civil y maldad o vileza, dan cumplimiento al título. Todo en la novela gira en ese sentido, la deshonra y la perdida de privilegios y la maldad en su máxima acepción al perpetrarse a conciencia y con saña.

Ledicia Costas
Ledicia Costas construye una novela que, por ambiciosa, se le escapa de las manos. La trama emplea materiales usados y en mal estado por abuso dentro del género, amontona distintos delitos y no deja ni un personaje sano: todos, sin excepción, tienen su amargo pasado. Demasiados tópicos en tan pocas páginas.

Hay que ser muy hábil para engarzar tanta infamia junta en tantas vertientes y aún más para abrir subtramas a cada paso; las subtramas son como las ventanas en gélido invierno, que si no se cierran a tiempo y bien pueden enfriar la estancia y echar por tierra el esfuerzo de haberla calentado durante todo el día.

Este, anunciado, thriller psicológico, que de thriller solo tiene la etiqueta y de psicológico la intención, carece de la tensión que se le supone, y aunque despunte la intención no acaba de consolidarse con lo que la narración, plana se mire como se mire, anula cualquier atisbo de intriga.

Incluso la sorpresa final no deja de ser una mala solución para darle cumplimiento al esperado acto de justicia. Los finales abiertos o son para dejar a los lectores boquiabiertos o sugieren incapacidad para desembrollar la que se ha liado o son antesala de segundas partes.