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domingo, 3 de mayo de 2020

Infamia de Ledicia Costas

Infamia es una novela negra que no acaba
de entender su razón de ser.

En los pueblos, los hechos malvados implosionan y quedan confinados sin opción a expandirse pero sin opción a deshacerse de ellos y acaban salpicando, por acción u omisión, a todos los que los habitan, durante años.

Merlo es un pueblo gallego que arrastra una maldición, la que supone ver desaparecer a dos hermanas pequeñas, Sofía y Blanca Giraud de 14 y 6 años respectivamente, hace ya veinticinco años y no haber vuelto a tener noticias suyas. Padres destrozados, vecinos descolocados, secretos inconfesables y sospechas voceadas al viento sin obtener respuesta alguna.

Emma Cruz, una profesora de Derecho Penal, elige una casa de este pueblo para vivir mientras realiza una suplencia en una universidad cercana. Sus estudios, su conocimiento del mundo del delito y de la delincuencia y su curiosidad le lleva a investigar sobre esos hechos en cuanto tiene noticia de ellos.

En el campo levantar una piedra puede dar pie a la aparición de fauna indeseable y peligrosa y conviene ir con cuidado donde se pisa ya que si no es tierra firme, tanto da que sea la pata de un bicho o un callo: sea quien sea su dueño tampoco le va a gustar.

Infamia, en sus dos principales acepciones, deshonra o pérdida del honor civil y maldad o vileza, dan cumplimiento al título. Todo en la novela gira en ese sentido, la deshonra y la perdida de privilegios y la maldad en su máxima acepción al perpetrarse a conciencia y con saña.

Ledicia Costas
Ledicia Costas construye una novela que, por ambiciosa, se le escapa de las manos. La trama emplea materiales usados y en mal estado por abuso dentro del género, amontona distintos delitos y no deja ni un personaje sano: todos, sin excepción, tienen su amargo pasado. Demasiados tópicos en tan pocas páginas.

Hay que ser muy hábil para engarzar tanta infamia junta en tantas vertientes y aún más para abrir subtramas a cada paso; las subtramas son como las ventanas en gélido invierno, que si no se cierran a tiempo y bien pueden enfriar la estancia y echar por tierra el esfuerzo de haberla calentado durante todo el día.

Este, anunciado, thriller psicológico, que de thriller solo tiene la etiqueta y de psicológico la intención, carece de la tensión que se le supone, y aunque despunte la intención no acaba de consolidarse con lo que la narración, plana se mire como se mire, anula cualquier atisbo de intriga.

Incluso la sorpresa final no deja de ser una mala solución para darle cumplimiento al esperado acto de justicia. Los finales abiertos o son para dejar a los lectores boquiabiertos o sugieren incapacidad para desembrollar la que se ha liado o son antesala de segundas partes.

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