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domingo, 3 de octubre de 2021

La trilogía de la culpa por Empar Fernández

La mujer que no bajó del avión, La última llamada y Maldita verdad, conforman la llamada trilogía de la culpa. Tres novelas donde el noir propio del género de novela negra se muestra de color gris asfalto. Asfalto urbano, pisado, agrietado, apedazado y anónimo.

No son lecturas correlativas, no continúan, no hay personajes comunes; son individuales y auto conclusivas pero hay un nexo y es la desesperación por el sentimiento de culpa; de ahí que conformen trilogía: todas absolutamente distintas pero todas hijas de ese sentimiento que carcome por dentro y no deja vivir hacia fuera.

La vida es lo que transcurre entre decisión y decisión. Somos lo que decidimos y si lo que sucede es satisfactorio nos alegramos por la decisión tomada; si por el contrario es ingrato, nos lamentamos y nos culpabilizamos tanto y por tanto tiempo según sea la magnitud y trascendencia de las consecuencias.

El sentimiento de culpa, ancestral y ligado a la religión, a la educación y a las normas sociales, es la respuesta a la creencia de que merecemos ser castigados por algún acto, por acción u omisión, al asumir la responsabilidad de los hechos desafortunados que se hayan derivado.

La culpa actúa minando la vida, suprimiendo los sentimientos de alegría y felicidad por inmerecidos, acentuando la displicencia hacia uno mismo, sembrando dudas perpetuas sobre nuevas acciones, medidas con el miedo a volver a repetir aquellos errores que la instalaron en nuestra mente. Hay quien la mal lleva como puede y hay quien renuncia a luchar.

La vida es una sucesión de ¿y si? Y si no hubiera ido ese día, y si no hubiera dicho aquello y si hubiera hecho lo otro, y si, y si y si… Creemos que el libre albedrio nos hace libres y en cambio estamos secuestrados por él.

Empar Fernández escribe sobre las personas y los hechos, sobre las situaciones y los comportamientos que llevan a los personajes a ser receptáculos pasivos de ese sentimiento de culpa y, en consecuencia, andar por la vida buscando respuestas, aunque nos las haya, para entender lo que tal vez sea incomprensible.

La escritora trasciende los procesos cognitivos de la mente, aun interpretativos, para bucear en los ignotos del alma que carecen de toda explicación racional y que por ese motivo son intratables. No hay médicos del alma. No hay cura para esa enfermedad.


Empar Fernández escribe desde la proximidad. Sus personajes son vecinos de rellano, del barrio, y su cotidianidad sembrada de problemas e ilusiones son los de otros muchos sino de todos. La empatía con los protagonistas se establece de inmediato, sin condiciones, sin recelos.

Describe las situaciones y las relaciones desde el interior; no se limita a ser relatora sino que consigue que el lector experimente y viva lo que describe. Ya sea tomando nota de un pedido y sirviendo mesas en un restaurante italiano, como participante de una concentración para evitar un desahucio, como espectador en un programa de televisión o mojando papel pintado para facilitar su extracción de la pared en la que lleva adherido tanto tiempo que forma parte del armazón estructural.

Transmite tanta veracidad, desplaza la verosimilitud, que la realidad no está ahí fuera sino que está dentro de las páginas de su ficción.

Su proceso de documentación parece no limitarse al estudio sino a algo más profundo, una suerte de interiorización que solo puede provenir de la experiencia personal. El método Stanislavski entendido y aplicado a la perfección.

Las tres novelas empiezan con una muerte consumada y a quienes quedan les importa menos el cómo o acaso el quién, que el porqué. Y por qué no vimos las señales? por qué no estuvimos atentos a los avisos, a la luz roja?... De ahí la culpa: podríamos (deberíamos) haberlo evitado. La vida es lo que transcurre entre decisión errónea y decisión errónea, y el pasado, pisado.

Las muertes por suicidio, si así se acaban confirmando, Sin causa aparente, son el resultado de forzar un avance hasta que no hay suelo bajo los pies ni asidero donde agarrarse.

Razones ocultas que para quien queda en vida entiende pero no comprende y no puede o no quiere aceptar.

Empar Fernández elige la culpa como redención de sus protagonistas; que lo asumen aunque el precio sea renunciar a seguir vivos, a aceptar que van a ser muertos en vida en lo que reste de ella.

En su obra existe la muerte, el delito, hay culpables e investigación policial y resolución y cierre del caso, pero para nada guarda parecido con esa novela negra convencional y tópica, ni de modas pasadas ni presentes. Pero es novela negra que transcurre en vía paralela y busca dejar huella incitando a la reflexión y no solo al entretenimiento. Otra acepción igual de valida. Igual de negra, que no deben dejar pasar. Tienen que leerla para entender.

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