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lunes, 21 de septiembre de 2020

Banquete fúnebre por Karlovy Vary de Miloš Urban

Si el romanticismo decadente y ostentoso buscase un lugar donde mostrarse, elegiría Karlovy Vary; si el tiempo quisiera detenerse durante unos instantes también elegiría esta imperial ciudad balneario para sanar sus heridas y recuperar fuerzas para devenir pasado e historia en su movimiento perpetuo. Karlovy Vary es un instante atrapado en un espejo.

Karlovy Vary es el lugar de nacimiento de Julián y a donde vuelve requerido por un antiguo compañero, ahora Jefe de Policía, que solicita su colaboración, por su condición de escritor de novelas de terror, para esclarecer una serie de dobles crímenes que desconciertan por su modus operandi y de los que carecen de pistas a pesar de disponer de imágenes donde se ve perfectamente su materialización.

Esta aparente incongruencia responde al hecho de que la asesina, después de atacar mortalmente a su víctima a dentelladas, procede a su suicidio. Un doble crimen al que le sigue un segundo con parecida factura y, obviamente, distintos implicados.

Unos hechos desconcertantes máxime por la forma en que la persona atacante parece estar bajo posesión demoníaca, lo que le confiere un plus sobrenatural, potenciado por no haberse hallado presencia de psicofármacos en las autopsias, que puede despertar pánico en la población si no se resuelven cuanto antes y especialmente antes de que haya más.

Julián Uřídil, escritor en horas bajas y persona en horas hundidas, se sumerge pronto en una investigación que a medida que avanza demuestra que el azar puede no ser azaroso y responder a una cuidada e insospechada planificación asesina.

Su presencia en esa decadente pero desvanecida Karlovy Vary le permite, en un torpe ejercicio de introspección, entender mejor su pasado desde su actual presente y resolver antiguos y pendientes trampantojos mentales que vistos con la perspectiva desde el tiempo actual ofrecen explicaciones plausibles.

Como un héroe enfrentado a su dimensión trágica, entiende que resolver su situación personal en la que lleva naufragando en alcohol sin avistar costa, desde que se separara de su pareja y perdiera la elección de ser padre, y con el tabaco como único aliado, solo se producirá si se resuelve también el caso de los asesinatos. Lo que antes era curiosidad profesional es ahora también redención personal.

El protagonista es una suerte de trasunto del propio autor, un rol recurrente en otras de sus obras anteriores aunque con distinto personaje, que emplea para expresar opiniones irónicas sobre su oficio y el modo como lo ve la sociedad y contar vivencias propias a partir de la ficción que es la manera que tiene de ajustar cuentas con la vida. Un escritor comprometido con su obra, en busca de un personaje y viceversa.

La inclinación por la novela negra de Miloš Urban es tan notoria como su necesidad de rehuir los arquetipos del género conformando un estilo propio que lleva perfeccionando desde su primera incursión en el género con Las siete iglesias allá por 1999, aunque tal vez hubiera preferido una publicación en 1666, por aquello de la numerología.

Banquete fúnebre por Karlovy Vary es una novela negra romantica y decadente como el lugar donde transcurre. Su prosa, elegante y pausada, le permite explayarse en un argumento tan filosófico como simbólico y a la vez resolverlo con un final de razonamiento prosaico que en otras manos parecería desafortunado y apresurado. Ni es novela negra al uso ni lectura de consumo, su autor jamás se lo permitiría.

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